Domingo 31 de agosto de 2003 | ||
La semana en Bariloche Los peores vicios La XXXIII edición de la Fiesta Nacional de la Nieve dejó al descubierto algunos de los peores vicios de la sociedad barilochense: el desinterés y la falta de compromiso de gran parte de la comunidad con su festejo mayor y la improvisación permanente de quienes lo sostienen casi en soledad. Año tras año se profundiza la sensación de que la fiesta no le pertenece a nadie. Y lo cierto es que ya ni siquiera despierta los apasionados -aunque inconsistente y bizantinos- debates entre quienes reclamaban un festejo popular y quienes pretendían un mero producto promocional Los sofocones y el esfuerzo que demandó la realización del show central colmaron la paciencia de algunos organizadores que pidieron un "sinceramiento" para definir su continuidad. El más crítico fue el secretario municipal de Turismo, Hugo Cejas, quien señaló la ausencia del "espíritu" de festejo que demanda cualquier celebración comunitaria al sostener que "los espectáculos se ven en el Centro Cívico pero en el resto de la ciudad no se observa el clima de fiesta". Cejas profundizó el planteo al advertir que "este año venimos de una buena temporada (turística) de verano y una buena temporada de invierno, lo lógico sería que festejemos". La acción más acertada del funcionario fue solicitar una profunda revisión sobre la pertinencia de sostener su realización para dilucidar cuál es el vínculo real que existe entre la comunidad y su festejo mayor. La fiesta invernal es todo un símbolo de la ciudad y su principal actividad. Si la preocupación que dio origen a la propuesta de debate no se diluye con el resultado de las elecciones, la oportunidad resultará propicia para reconocer algunos rasgos de una sociedad que exhibe una marcada falta de comunicación y comunión, dos elementos fundamentales para sostener un festejo popular. Y tal vez termine poniendo bajo la lupa a una sociedad abúlica que tras la debacle de 2001 y 2002 -caída de la Alianza y los vaivenes de la transición- se conformó con poco. La ausencia de piquetes en las calles y el relativo florecimiento turístico que generó la devaluación fue suficiente para que la mayoría retorne a su casa desentendiendose del futuro de su ciudad y de la suerte de su vecino (sobre todo los muchos vecinos de la zona sur que viven sumergidos en la pobreza). Uno de los razgos del festejo que mejor refleja a la comunidad es la distancia que separa a los concursos populares -donde se reúnen las fuerzas trabajadoras de la ciudad- de los actos protocolares y el espectáculo en el que se elige a la reina de la fiesta. Esa desconexión reproduce el divorcio y la contraposición de intereses de los distintos grupos sociales que, superpuestos en planos casi paralelos, caracterizan a esta singular sociedad cordillerana. La fiesta de la nieve está instalada en el imaginario local con el show central de elección de la reina. A contrapelo de lo que en todo el mundo se rescata como expresión genuina de un pueblo y motor del turismo cultural, el empresariado y la opinión pública relegan a un segundo plano los concursos populares. Los tradicionales concursos de hacheros, carreras de mozos y desfile del pullover -que verdaderamente congregan participantes activos y orgullosos de su oficio- fueron considerados "actividades secundarias". Todo una simbología que plantea un desafío interesante para el debate.
Marcela Berdún
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