Domingo 24 de agosto de 2003

La semana en San Martín

Umbrales

La tolerancia a algo o a alguien es una fascinante capacidad humana. Hasta el dolor a un estímulo, que es respuesta neurofisiológica, es incluso dominable para ciertas personas más allá de lo imaginable para la mayoría.

Se trata de umbrales que pueden ser distintos entre individuos, pero acaso también entre comunidades entendidas como un cuerpo social.

San Martín asiste a una creciente preocupación por el delito. Se achaca al crecimiento de la ciudad y se exigen más recursos. Hacen falta Pero en estas líneas nos permitiremos otra mirada, que no invalida ni contradice a aquella.

En materia de seguridad se escuchan a menudo referencias a la tarea emprendida en Nueva York por el entonces alcalde Giuliani. Casualidad o no, llamó a su proyecto "tolerancia cero".

En aquel caso era el desborde del delito el que llevó a bajar el umbral al límite de castigar con severidad la más simple infracción, para desde allí construir un nuevo umbral hecho carne en los habitantes.

No muchos recuerdan que el éxito de "Rudy" en el '96 tuvo por contexto la expansión de la economía norteamericana, con virtual pleno empleo, y un aumento inusitado de denuncias por brutalidad policiaca, en especial contra etnias minoritarias.

Bien. San Martín está lejos de tener a diario violaciones; secuestros; robos a mano armada con secuela de sangre; mafias y dealers en cada esquina...

Si bien cada tanto existen hechos que son graves por sangre, bala y droga, el grueso de los problemas de seguridad estriba en hurtos de bicicletas, tendales de ropas, herramientas, autoestéreos, dinero, algo de violencia entre patotas, picadas nocturnas y ebriedad.

No busca esta columna restarle gravedad a tales episodios, pero muchos de ellos irían al cajón en más de una comisaría de la "bonaerense", por repetidos y al menudeo cuando no por connivencia. No parece ser el caso aquí.

Y es que ocurre en San Martín un fenómeno curioso. Se percibe que el umbral de tolerancia a la inseguridad es muy bajo, quizá porque el umbral de estima a la calidad de vida es muy alto. En verdad, es muy bueno que sea así.

Sin embargo, la angustia por una sucesión de delitos de menor cuantía, aunque justificable, puede rayar el desborde. En una reciente reunión con concejales, algunos vecinos deslizaron deseos de justicia por propia mano. En general primó la prudencia, pero teñida de inocultable alarma y preocupación.

Dos datos juegan acaso un papel decisivo para correr los umbrales: el carácter turístico y la presencia notable de vecinos radicados por elección de vida.

La seguridad -la tranquilidad- es en ambos casos un bien que se tiene en alta consideración, pues su sensación de pérdida ataca la matriz misma de aquello que le agrega valor al destino turístico, y de aquello que justifica la mudanza para millares de vecinos Ni hablar del efecto en los nacidos y criados, que en su niñez eran capaces de saludar por el nombre a cada fulano.

La seguridad es entonces un asunto vital para San Martín, mucho más allá de las implicancias policiales. Demanda una visión integral e inclusiva. ¿Si mañana se enviaran 30 agentes para reforzar las comisarías, dónde vivirían? No hay casas oficiales disponibles y ni pensar en alquileres de 600 pesos o más.

La seguridad aquí debería ser cuestión de interés político permanente; no sólo espasmódico cuando los vecinos aprietan No tanto por el tenor del delito hoy, sino por el impacto en la motivación que da sentido a escoger un sitio como este.

Se trata de un balazo al corazón de esta "villa de montaña", que vende esa imagen a los visitantes y a los votantes.

 

Fernando Bravo

rionegro@smandes.com.ar

 

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