La semana en Bariloche

Inquietud

La suerte parece echada. Aunque no tanto. Todas las estimaciones previas sobre la elección municipal de la próxima semana otorgan al actual intendente Alberto Icare una diferencia holgada y la mejor perspectiva para lograr la reelección.

Sin embargo, hay otros datos de los mismos sondeos que siembran el panorama de incógnitas. Hasta hace unos días, números más o menos, la intención de voto de Icare casi triplicaba a la de su candidato a gobernador Miguel Sáiz. Lo mismo ocurría entre las adhesiones cosechadas por Julio Arriaga (que asoma como ganador en Bariloche) y la débil performance de su hombre para la intendencia, Luis Brogger. La prudencia indicaría entonces no dar nada por definido.

Con los últimos días previos al comicio, la inicial extrañeza y apatía de la gente parece haber cedido en parte y ya es posible escuchar especulaciones de las más diversas. Uno de los dilemas a resolver se resume en una pregunta relacionada directamente con el pasado reciente de Bariloche ¿es importante para el municipio tener un gobierno del mismo signo que la provincia?

En un sistema institucional saludable debería resultar indiferente que el intendente no tenga afinidad con el gobernador. Ambos en definitiva, elegidos por el voto popular. Pero Bariloche tuvo malas experiencias en la materia.

Tanto que la perspicacia mayor del ex vecinalista Icare ha sido la de tejer una rápida alianza con la UCR y colocarse en la grilla como el candidato del veranismo. Aún a riesgo de tener que defender lo indefendible.

Y a la hora de dar razones es bien directo. La gobernabilidad del municipio estaba en juego. En estos meses de idilio el intercambio de favores incluyó un jugoso adelanto de coparticipación! concedido por el mismo gobernador que pocos antes tenía al municipio con la soga al cuello. Y la gentileza del intendente de convocar la elección local el mismo día que la provincia.

La historia de la última década recuerda que la última vez que Bariloche tuvo un intendente "amigo" del poder provincial fue en 1991. Incluso el radical Atilio Feudal (1999-2001) tuvo una mala relación con Verani y debió renunciar antes de tiempo. En esos 10 años la evolución de la ciudad tuvo una fluida progresión descendente que muchos barilochenses asocian con el retaceo de recursos desde Viedma, la falta de apoyo a la actividad turística y la presión impositiva desproporcionada.

Otra de las incertidumbres a develar el próximo domingo tiene que ver entonces con el volumen que alcanzará el corte de boleta. Es improbable que ese fenómeno repita lo que reflejan las encuestas y no hay antecedentes de que -aún en las elecciones más atípicas- haya pasado del 10 por ciento.

Hasta ahora Icare gana fácil (lo reconocen sin empacho sus propios competidores), pero no consigue trasladar esa adhesión a su socio Miguel Sáiz. ¿Pagará algún precio por el matrimonio de conveniencia? ¿Quién capitalizará el desfase?. El PJ se esperanza en embolsar votos por esa vía. Pero un sociólogo que desde hace años sigue el comportamiento del electorado local cree que serán Arriaga-Brogger los que sacarán mejor provecho.

Lo curioso es que ningún partido hace referencia al corte de boletas. Salvo una expresión puntual del MID, nadie lo promocionó ni lo desalentó en su propaganda electoral. Esto a pesar de que es un fantasma latente al que todos deparan atención puntillosa. El de las adhesiones repartidas tal vez sea entonces una digresión menor que nos distrae de otros rasgos dominantes de una campaña chata y previsible. Un debate que hasta ahora pasó por alto la necesidad de construir una democracia menos formal y una sociedad más igualitaria.

Daniel Marzal