Domingo 24 de agosto de 2003
 

Kirchner se ató al PJ

 

Por Arnaldo Paganetti

  La política es impía con los caídos. Planteada la pelea y demostrado que Néstor Kirchner tenía los cañones y Daniel Scioli, la capacidad de picar de un mosquito, todos los que manejan algún resorte de poder se corrieron al lado del Presidente y dejaron en orfandad absoluta al vicepresidente.
A lo largo de casi tres meses, el ex campeón de motonáutica -impuesto por Eduardo Duhalde para secundar al patagónico que, de paso, sacaba de la competencia porteña a uno de los principales rivales de su elegido de hoy, Aníbal Ibarra-, buscó un andarivel propio para corretear. Y los pingüinos -los aperturistas y los cerrados - lo dejaron hacer.
Así, quien inició su meteórica carrera al amparo de Carlos Menem, viajó por Europa como representante “distinto” del nuevo gobierno. Canalizó el diálogo con sectores empresariales a los que K, deliberadamente, marginaba. Distinguió a la cúpula de la Sociedad Rural desairada inicialmente por el santacruceño. Pronosticó un aumento en las tarifas de los servicios públicos de las empresas privatizadas, mientras desde la Casa Rosada las corrían con la vaina. Calificó de “poco seria” la anulación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, a las que finalmente el Congreso aplicó “una sentencia de muerte” que deberá ser hecha cumplir, o no, por la Corte Suprema de Justicia.
No cesaba Scioli en esa tarea de diferenciación, cuando K y sus guerreros más fanáticos creyeron percibir detrás de ese glosario extraño, un incipiente proyecto alternativo al que, entonces, salieron a descabezar en forma implacable. ¿Qué sospechaban los pingüinos más intransigentes? Entre otras cosas, que Scioli jugaba con Mauricio Macri en la Capital Federal; que estaba vinculado con los defenestrados banqueros, los hermanos Rohm y con un poderoso medio de difusión platense opositor; y que mantenía en el área de Turismo -donde fueron expulsados sus hombres de confianza- a ex funcionarios de María Julia Alsogaray.
Diputados y senadores que habían facilitado los desplazamientos de Scioli, se hicieron a un lado cuando sobrevino la debacle y Duhalde, un profesional partidario, le bajó el dedo, por más que su esposa “Chiche”, atendiendo a una cuestión “hormonal afectiva”, rescató la bonhomía del ex deportista.
“Es un advenedizo que trepó alto en pocos años cuando a todos nosotros nos costó más de 20 años estar donde estamos”, comentó uno de esos peronistas que no saca los pies del plato y que reniega del sueño kirchnerista de alumbrar un tercer movimiento histórico que rompa las compuertas del Justicialismo.
“El mismo Presidente transitó el desierto de la Patagonia para llegar a la cumbre”, deslizan desde algún despacho de la Rosada, del mismo de donde -algo que pasó inadvertido- se llamó “extorsionadores” a los piqueteros que la semana pasada acamparon y provocaron destrozos en la Plaza de Mayo.
Detenerse más en el análisis de Scioli “tabicado” en un “lugar oscuro” del Senado (la vindicta promete alcanzar a sus hermanos Nicolás y José), sería obviar otros hechos trascendentes que tendrán influencia en la vida cotidiana futura de los argentinos.
Con el presidente Hugo Chávez se firmaron acuerdos comerciales importantes ya que el 80 por ciento de la alimentación de los venezolanos es importada y allí tallarán las carnes y cereales de nuestras pampas.
“Pero no habrá alianza ideológica con Venezuela, sino estratégica con Estados Unidos”, aseguró a “Río Negro” uno de los interlocutores de Roger Noriega, el hombre de mayor nivel de la administración de George Bush en América Latina.
Muy activo en Buenos Aires, donde arribó para profundizar el conocimiento acerca del rumbo que está tomando Kirchner, Noriega sostuvo numerosas reuniones. Al recibir en la embajada de Palermo a los legisladores José María Díaz Bancalari, Miguel Pichetto, Ricardo Gómez Diez, Jesús Rodríguez, Darío Alessandro y Jorge Villaverde, no ocultó el interés de Bush por impulsar el acuerdo de tres años con el Fondo Monetario Internacional.
Pichetto, autodefinido de “derecha” en materia de seguridad y fuerzas armadas antes de votar por la liquidación simbólica de la Obediencia Debida y el Punto Final, llevó tranquilidad a Noriega: el peronismo y el Congreso -le dijo- le darán un fuerte y vigoroso sustento al presidente.
“A Estados Unidos le gusta Kirchner”, reveló el duhaldista Villaverde, titular de la Comisión de Defensa.
Y Noriega atendió los objetivos esbozados por esos diputados y senadores: se trabajará para apuntalar la calidad institucional y la transparencia: se luchará contra la impunidad, defendiéndose el principio de territorialidad para clausurar el pasado de la represión que, como se comprobó, no está debidamente cerrado; y se adecuarán las leyes para proteger la inmunidad de los soldados norteamericanos que participarán de operaciones conjuntas en el país. Por supuesto, se habló de dinero y de la complejidad de la negociación con el FMI y del descreimiento de la población hacia los bancos que no devolvieron los ahorros depositados en dólares.
Se le explicó a Noriega que Kirchner es un riguroso administrador que no gasta más de lo que entra. Y se justificó la pretensión argentina de no comprometerse a lograr un superávit mayor al 3 por ciento del PBI. “Queremos reconstruir nuestra industria y nuestra burguesía nacional. Este es el único país del mundo donde los que manejan los servicios privatizados no pagan los cánones y todavía se la pasan exigiendo nuevos y más ventajosos contratos”, se le señaló al experto estadounidense.
Las tarifas no están en el foco del gobierno de Bush, sino en empresas de origen francés y español. “Primero hablaremos de contratos e inversiones y luego de un aumento gradual y razonable de tarifas que no afecten a los más pobres”, advirtió el ministro Aníbal Fernández, otro de los que está con la lanza defendiendo a K, pero al mismo tiempo pone a resguardo, por sobre todo, la identidad justicialista.
Lo que cae mal en el Pejota es que Kirchner se nutra de la “onda patagónica”.
“Ese regionalismo absurdo y nada federal es tan malo -comentó un dirigente de tierra adentro- como el que practicó Carlos Menem con su troupe riojana o Duhalde con su gabinete nacional compuesto casi exclusivamente por bonaerenses”.
El proceso electoral en ciernes, que revalidará títulos y cargos, le da un margen a Kirchner hasta diciembre, cuando iniciará el período íntegro de cuatro años que prevé la Constitución. El actual es de gracia, tras la estampida que provocó la salida traumática de Fernando De la Rúa, en diciembre de 2001.
La apuesta a un capitalismo vernáculo serio, con empresarios no prebendarios, y un compromiso firme contra el terrorismo internacional -el gobierno está decidido a facilitar el pedido de extradición del ex embajador iraní en Buenos Aires, a raíz del atentado contra la mutual judía, en 1994-, pone a la Nación en la órbita de Estados Unidos. Sin que eso signifique -es una sana declamación- una relación desequilibrada a la que, por norma, están acostumbrados los argentinos.

Arnaldo Paganetti
arnaldopaganetti@rionegro.com.ar

     
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación