Domingo 17 de agosto de 2003
 

El voto opositor

 

Por Alicia Miller
amiller@rionegro.com.ar

  Esta próxima elección en Río Negro presenta algunas dificultades al análisis político: el fuerte localismo o regionalismo de algunas preferencias electorales es quizás la mayor complejidad a la hora de efectuar proyecciones. Y el elevado porcentaje de indecisos que se mantiene aún hoy, a 14 días de las urnas, hace el resto.
Pero algo parece cierto: más que por las afinidades, estos comicios parecen regidos por el “voto anti”: anti-radical, anti-peronista, anti-fulano-de-tal, ...hasta el “feeling” o la personalidad de los candidatos suma o resta a la hora de la verdad.
Después de 20 años de gobierno, con los servicios públicos del Estado reducidos a un empobrecido remedo del Río Negro que una vez fue, la imagen del radicalismo está deteriorada y mimetizada, para el común de la gente, con una “clase política” de funcionarios y amigos del poder que, con mínimos relevos, se mantiene tan inalterable como próspera desde 1983.
Tan es así que, en lugar de llegar a los comicios con una alianza multipartidaria -como ha sido su costumbre en los últimos años- el radicalismo llega fragmentado, y compitiendo por su propio electorado con el MARA y el Frente Grande. Es más, si la diáspora no es mayor, es porque el sector Blanco acordó a último momento, antes de la presentación de listas.
El voto opositor, entonces, será mayoría en Río Negro.
El punto es cómo lo hará. Si unificado, triunfador, o tan dividido que termine consagrando gobernador, aunque con una minoría relativa de los votos, al candidato oficialista.
También queda determinar si, en los días que restan para la elección, los cambios en las preferencias electorales o la convicción creciente de los indecisos tendrán un efecto polarizador o dispersor de la voluntad del electorado.
Durante el proceso previo, fueron infructuosos los intentos tibios de integrar en un movimiento unificado a las fuerzas políticas que hoy se disputan a los votantes críticos.
El peronismo, al igual que su archi-rival, el radicalismo, no sólo no resultó un eje convocante, sino que también tiene en el MARA al sector que eligió seguir a Eduardo Rosso.
No obstante, y pese a que la imagen de su candidato Carlos Soria presenta perfiles que ofrecen reparos a los electores -las encuestas así lo evidencian-, el peronismo llega con buenas chances de volver a disputar una final reñida.
Y el Frente Grande de Julio Arriaga es, según todos los pronósticos, el mejor posicionado de las nuevas fuerzas que han surgido o se han fortalecido.
El radicalismo muestra un grado de nerviosismo pocas veces visto. Y oscila entre convocar a Verani a los actos o mantenerlo en las sombras, como le ha recomendado la consultora Graciela Römer. El propio gobernador sigue manteniendo como discurso una eventual candidatura a intendente de Roca, que parece más dirigida a tratar de defender su bastión, que ve disminuido o perdido, que a concretarse en los hechos.
Con impudicia, la dirigencia radical ha sacado a la calle el aparato del Estado, aun empobrecido y yermo como está, y lo ha puesto al servicio de una campaña partidaria. Podría decirse que el Estado ha funcionado más este último mes que en todo el año anterior. Y sin ningún empacho el candidato hace anuncios, corta cintas en inauguraciones, asiste a firmas de convenios, y hasta juega con la credulidad de los empleados estatales prometiéndoles que dejará sin efecto los descuentos salariales “sujeto a la mejora en la recaudación”. Es obvio que el deseo de Saiz de conseguir votos lo lleva a prometer lo irrealizable. Porque apenas una mínima cuenta permite deducir que la recaudación provincial debería más que duplicarse para cumplir ese objetivo, cosa que Saiz no puede predecir y mucho menos prometer.
Básicamente, el Estado provincial y el posible “arrastre” de los candidatos a intendente son las únicas armas de un radicalismo que ya no tiene discurso, mística ni convicción y al que sólo le queda su propia necesidad de perpetuarse. Y de mantener fueros y poder, como los que le han permitido hasta el momento estar a resguardo ante las varias causas judiciales que investigan la presunta ilegalidad de decisiones que han resultado ruinosas para el Estado y la ciudadanía.
En favor del peronismo juega el hecho de que posee una estructura tradicional asentada en todo el territorio provincial, que presenta candidatos a intendente en todas las localidades en disputa y que tiene el mismo signo político de la gestión nacional que lidera Néstor Kirchner. Esto, más allá de la distancia ideológica o personal entre Soria y el presidente y la anecdótica disputa por la tan anhelada foto consagratoria en la Casa Rosada.
Por su parte, tanto el Frente Grande como el MARA y Recrear cuentan en su favor con un equipo humano con mejor imagen, aunque con menor conocimiento del electorado. El deseo de cambio es lo que puede favorecerlos. Y, en cambio, la escasa tradición de corte de boleta puede jugarles en contra en aquellos lugares en que no presentan candidatos a intendente o no poseen una fuerte estructura local.
La decisión de votar nunca es fácil. Para los rionegrinos, elegir entre las opciones que se presentan, no lo será. Pero hay mucho en juego, en una provincia que todavía tiene pendiente reconvertirse y buscar un equilibrio entre Estado y actividad privada, regiones prósperas e inmensas extensiones carecientes, políticos y ciudadanos, discurso y realidad.

     
     
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