Miércoles 13 de agosto de 2003
 

Por fin Bush se reunirá con América Latina

 

Por Andrés Oppenheimer

  A juzgar por lo que dice el nuevo jefe de Asuntos Latinoamericanos del Departamento de Estado, Roger F. Noriega, pronto habrá grandes novedades en el ámbito diplomático hemisférico: hay planes de realizar una cumbre especial entre el presidente George W. Bush y 33 otros líderes de las Américas, que podría tener lugar en octubre.
La planeada Cumbre de las Américas se realizaría en Cancún, México, y buscaría “compromisos operativos y prácticos muy concretos’’ para asegurar que políticas macroeconómicas responsables lleguen a los pobres, según me dijo Noriega en una entrevista.
Se trataría de la primera reunión entre Bush y los jefes de Estado democráticos del hemisferio desde la cumbre de las Américas celebrada en Quebec, Canadá, en abril del 2001. Desde entonces, los ataques terroristas del 11 de setiembre del 2001 hicieron que Bush relegara a América Latina a un segundo plano.
¿Servirá para algo la nueva cumbre? ¿O será turismo político?
Como era de prever, Noriega me dijo que estas cumbres de Estados Unidos, Canadá y América Latina producen resultados concretos. Citó el caso de la cumbre del 2001, que produjo un acuerdo de defensa colectiva de la democracia que pocos meses después se plasmó en la “Carta Democrática’’ interamericana, en la cual los 34 países se comprometieron al aislamiento diplomático de cualquier gobierno que interrumpa el proceso democrático.
Canadá está pidiendo esta cumbre desde hace más de un año.
“Los líderes de la región tienen que juntarse para discutir los problemas de la región, como lo hacen los europeos’’, me dijo Paul Durand, el embajador canadiense ante la Organización de Estados Americanos. “Si los jefes de Estado no se reúnen, la idea de una comunidad de las Américas es una ficción’’.
Yo he sido muy crítico de las cumbres. América Latina sufre de una inflación de cumbres: hay cumbres regulares de los 19 países del Grupo de Río; del Grupo de Sudamérica; del de Mercosur, del Grupo Andino, sin contar con las cumbres iberoamericanas y las cumbres de América Latina con Europa.
Algunas de estas cumbres subregionales son importantes para forjar acuerdos comerciales o políticos. Pero la mayoría de ellas no sirve de mucho, porque no cuentan con la participación de Estados Unidos, la economía más grande del mundo y -les guste a muchos o no- es el actor más importante en la escena regional.
El impacto de estas cumbres en Washington -especialmente en el Congreso- es prácticamente nulo. No importa cuántas declaraciones finales se hagan en estas cumbres exigiendo que Estados Unidos reduzca sus escandalosos subsidios agrícolas, pocos en Washington se enteran. Los periódicos norteamericanos por lo general no dedican una línea a las cumbres latinoamericanas.
Pero la cumbre de Estados Unidos, Canadá y América Latina es más importante. No sólo permite que América Latina ventile sus quejas con Washington, sino que forzará al gobierno de Bush a dedicarles semanas, sino meses, a los problemas de la región.
Mis humildes recomendaciones:
• Primero, que al igual que la Cumbre de las Américas del 2001 produjo una Carta Democrática, en la próxima surja una Carta Económica, en la que los países acepten algunos compromisos básicos como el respeto a la propiedad privada, la apertura comercial y la lucha contra la corrupción.
Una Carta Económica como ésa -que incluya la exclusión de los países que la quiebren de las preferencias comerciales de la región- haría muchísimo para aumentar la confianza de los inversionistas internacionales en la región.
• Segundo, que la próxima cumbre Estados Unidos, Canadá y América Latina decida reunirse cada dos años, en lugar de cada tres o cuatro años, como ahora. Los jefes de Estado europeos se reúnen por lo menos cuatro veces por año en cumbres de la Unión Europea, sin contar con las del G-8 y aquellas con mandatarios de Asia y otras regiones del mundo.
Los canadienses tienen razón: si Bush habla en serio de construir una “Comunidad de las Américas’’, debería comprometerse a sí mismo y a sus sucesores a reunirse con los latinoamericanos en conjunto por lo menos cada dos años. Sería un buen comienzo.
Posdata: Qué bueno que, como se pidió en esta columna la semana pasada, Noriega haya anunciado que piensa crear una comisión bipartidista y bicameral en el Congreso para coordinar políticas hacia América Latina, y que quiera dar mayores señales de apoyo a países amigos en dificultades, como la Argentina, el Perú y El Salvador.
Sin embargo, Noriega no aceptó otra idea: la de terminar la prohibición de viajes a Cuba y condicionar la medida a que Fidel Castro permita que los viajeros norteamericanos puedan llevar a la isla los libros que se les antoje para ejercer el derecho universal de leer lo que les venga en gana. Qué lástima.
     
     
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