Miércoles 13 de agosto de 2003
 

El plan Ibarretxe

 

Por Aleardo Fernando Laría

  Hay pueblos sin Estado. Es el caso de diecisiete millones de kurdos que viven en una región denominada Kurdistán, que se extiende por Turquía, Irak, Siria e Irán y carecen de una estructura política que los acoja. Similar es, al menos para un sector importante de los vascos, el problema de Euskadi, lo que alienta los métodos terroristas de los separatistas de ETA. El lehendakari Ibarretxe, presidente del gobierno vasco, ha ideado un plan para acabar con ese problema.
Ibarretxe presentó su propuesta bajo la forma de un proyecto de reforma que sustituiría al vigente Estatuto de Gernika, aprobado en 1979. En un texto de 69 artículos establece las bases del nuevo estatus de “libre asociación con el Estado español”. Una situación que remite al soberanismo asociado del nacionalismo secesionista de Quebec en Canadá.
En el preámbulo se declara que el Pueblo Vasco o Euskal Herría (constituido por los tres territorios de Euskadi, Navarra y tres territorios del País Vasco francés) es uno de los pueblos más antiguos de Europa y, como tal, tiene derecho a la existencia y a preservar su propia identidad. “El pueblo vasco tiene derecho a decidir su propio futuro, de conformidad con el derecho de autodeterminación de los pueblos”. En consecuencia, manifiestan su voluntad de formalizar un pacto político de convivencia con el Estado español, basado en la libre asociación.
Si bien el lehendakari ha manifestado que su plan es un “pacto de convivencia” con España, los dos primeros artículos del nuevo Estatuto afirman la potestad de las instituciones de Euskadi de regular y gestionar la realización de consulta democrática a la ciudadanía vasca por vía de referéndum, para definir las relaciones que desean tener con otros territorios y con el Estado español. “En el supuesto de que las ciudadanas y ciudadanos vascos, en ejercicio democrático de su libre decisión, manifestaran su voluntad clara e inequívoca de proceder a la segregación del Estado español, las instituciones vascas y españolas estarán comprometidas a garantizar un procedimiento de negociación interno y externo para establecer de común acuerdo las condiciones de la misma”.
Según el proyecto de nuevo Estatuto, se establece el derecho a la nacionalidad vasca, que será compatible con la nacionalidad española. Establece el euskera como lengua propia del Pueblo Vasco y adjudica a Euskadi el derecho a disponer, en el ámbito deportivo, de sus propias selecciones nacionales. La Comunidad Libre Asociada de Euskadi dispondrá de representación directa en los órganos de la Unión Europea, tendrá competencias exclusivas en materia de legislación penal, regulación del régimen de partidos políticos, penitenciaria, mercantil, telecomunicaciones, etc. Se crea la “organización judicial vasca” que culmina en el Tribunal Superior de Euskadi “ante el que se agotarán las sucesivas instancias procesales”. Define como privativas del Estado español sólo las competencias sobre defensa y Fuerzas Armadas, sistema monetario y régimen aduanero.
¿Qué posibilidades de prosperar tiene el “Plan Ibarretxe”? Aparentemente ninguna. La reforma estatutaria requiere, según la Constitución Española, el respaldo de las Cortes Generales, donde el Partido Popular, que se opone frontalmente al proyecto, ostenta una mayoría absoluta. Para el presidente Aznar, el nuevo Estatuto es un “disparate” y se sale del marco de la Constitución.
Para sus críticos, el “Plan Ibarretxe” constituye un salto en el vacío político, puesto que ya ni la mitad de los vascos se define como “nacionalista” y los deseos de independencia son minoritarios. Lo acusan de ignorar las recientes experiencias secesionistas en Europa que han terminado en tragedia y que el proyecto va a contracorriente del proceso de integración europea. Sin embargo, mal que les pese a estas opiniones, en la base de la violencia política que agita a Euskadi existe un componente simbólico indudable, que aunque se perciba como simple mito operativo, tiene efectos reales.
Atender esa realidad supone realizar esfuerzos intelectuales para ofrecer fórmulas institucionales que desagoten las fuentes imaginarias que alimentan el uso de la fuerza o el terror. El “Plan Ibarretxe” merece ser reconocido como un intento loable en la búsqueda de una solución política que acabe con la violencia en Euskadi.
     
     
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