Lunes 18 de agosto de 2003 | ||
Lo condenaron por hurtar y carnear el potrillo de un vecino SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB).- La Cámara Segunda del Crimen le impuso sólo un mes de prisión en suspenso al hombre que carneó el potrillo de un vecino, y no lo castigaron por la tenencia de un arma de fuego, porque entendieron que se trataba de una contravención sobre la que debía expedirse el juez de Paz. El ladrón del caballo resultó beneficiado por esta circunstancia especial, y también porque los jueces interpretaron que al estar el animal en un lugar poblado no se daban los requisitos para endilgarle el hurto agravado, previsto para los cuatreros, que se sanciona con pena de uno a seis años de prisión. La fiscal Mirta Siedlecki le atribuyó a Edgardo Rojel, de 28 años, haberse apoderado de un equino de 6 meses, propiedad de Jorge Calfuqueo, que se encontraba en un predio del barrio Esperanza, de El Bolsón, donde también vive el acusado Los restos del animal fueron hallados y secuestrados en la vivienda de Rojel ese mismo día, el 6 de julio de 2002, y en el allanamiento encontraron un revólver calibre 22 y cuatro proyectiles punta hueca, "sin contar con debida autorización legal para su tenencia". Rojel reconoció que había sustraído el potrillo de su vecino, y se disculpó diciendo que no tenía trabajo y debía alimentar a siete hermanos, aunque luego admitió que vivía solo. El fiscal Enrique Sánchez Gavier sostuvo el reproche, alegando que el estado de necesidad no estaba acreditado, pero calificó el caso como hurto, al considerar que la parcela donde estaba el caballo está situada en un lugar poblado. Pidió que le impongan 2 meses de prisión en suspenso, y un día de arresto por la tenencia de arma de uso civil. El defensor, Gustavo Butrón, encontró razonable la imposición del arresto por la tenencia del arma, pero reclamó la absolución de Rojel por el robo del potrillo, y aplicación del artículo 34, e atención a que había causado un daño para evitar otro mayor e inminente. Los jueces escucharon el relato del damnificado, quien explicó que había observado las manchas de sangre del potrillo en el lugar donde fue sacrificado, y los rastros que lo llevaron a la casa del imputado. Dijo que conocía a Rojel, que no era más pobre que él, y que tenía hermanos, pero grandes.
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