Jueves 28 de agosto de 2003

El goleador que le da la espalda al sistema
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Salas prefirió afecto en lugar de dólares.

Tengo apuntada la frase en algún rincón perverso de la memoria. Por eso no la olvido. "Ahora el partido da para cualquier cosa, Marcelo (por Araujo)... la hinchada de River está pidiendo al chileno Salas". Fue en los inicios, cuando el Matador aún no era Matador en Argentina, sólo una promesa de goles, y River ganaba sin problemas uno de sus tantos partidos en aquella época dominada por la figura de Enzo Francescoli. La frase, despectiva al fin, por el contenido y el tono utilizado, le corresponde al inefable "Titi" Fernández, hoy periodista de Fox Sports.

No estoy seguro pero creo que Salas finalmente entró y hasta hizo un gol en los escasos minutos que Ramón Díaz le dejó en la cancha. Por lo general entraba en los últimos 10 ó 15 minutos para resolver o sellar. De hecho, en la Copa Intercontinental que River Plate perdió en Japón, Salas pisó la cancha faltando poco minutos para el final y tuvo dos o tres oportunidades de gol.

Por alguna extraña razón, Marcelo Salas fue mimado desde el principio por el hincha de River. Los hinchas prefieren a los jugadores resueltos, de bajo perfil, y Salas es un modelo en este sentido. En estos días de estrellato habla más, dice más acerca de sí mismo y de los otros aunque es porque no le queda remedio. Ayer confesó, en una larga entrevista en "Olé", que la fama lo pone incómodo.

Salas se sabe ídolo y, sin embargo, no disfruta del casillero luminoso de la fama.

Su regreso no cerraba en los cálculos económicos que hacían los críticos del rubro. Es decir, el hombre estaba resignando millones de dólares para volver a un lugar donde a) podía estar cerca de sus nenas y b) era adorado como un hijo pródigo. Digo, esto no ocurre en el fútbol moderno. Esto no ocurre en el mundo real. ¿O sí?

En el siglo XXI nadie deja su capa en el suelo para que pase la dama. Las enamorados no mueren por amor. La pasión es una quimera. Dicen que la poesía ha muerto. Los partidos se ganan con estrategia y no con el espíritu. La ética del esfuerzo es un invento de Valdano. Eso dicen.

Algo -trocitos de cemento- de cada unos de estos supuestos tópicos de la verdad ha comenzado a desmoronarse con la vuelta de Marcelo Salas. Otro tanto pasará si gana alguna copa y recupera su mejor nivel.

Segunda frase para la posterioridad: "...Y los clubes venden sus figuras y traen a préstamo a jugadores que ya han dejado lo mejor de sí en Europa". Esta vez la dijo, y hace muy pocas semanas, Enrique Macaya Márquez cuando se comentaba el primer partido de River Plate y la actuación del "Matador", que no hizo goles.

Marcelo Salas tiene 28 años. 28 años. El "Matador" recuerda con cariño su tierra, Temuco. También Santiago. Los amigos que en los picados ni se fijan que están jugando con un crack internacional y le pegan "cada patada". Pero si pudiera elegir, ¿dónde lo viviría? Esta es la respuesta más desconcertante en un medio que no ha dejado de privilegiar el negocio antes que los sueños y los sentimientos a pesar de que sus protagonistas hablan todo el tiempo de sueños y de sentimientos (la camiseta, el hogar, el mate y otros íconos culturales). Salas ha dicho que le gustaría quedarse el año que viene en River, en la Argentina, y el que viene y, porqué no, el que otro también No, no es el negocio únicamente. Este hombre ha encontrado un lugar en el mundo. Su vuelta, nos permite ser testigos de un hecho que conmueve, que supera las reglas del juego y la dinámica del comercio puro Ese dedo indicando al cielo, su cabeza gacha, confirman su inocencia de artista privilegiado. No fui yo, fue alguien en el cielo, parece explicar. Alguien que le susurra los goles al oído y llena de trazos veloces la tela de la cancha Su regreso es el regreso del alma al cuerpo del jugador en el nuevo milenio.

Claudio Andrade
candrade@rionegro.com.ar

 

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