Domingo 31 de agosto de 2003 | ||
La peña De nuevo al teatro Nadie lo creería si uno lo contara por estos días. Nadie imaginaría semejante éxito si la historia, su propia historia no lo respaldara. Desde 1950 vendió más de 5 millones de copias de su trabajo más exitoso. Lo cantaron todos, lo tararearon todos, recorrió escenarios, vio pasar generaciones y generaciones que aplaudieron de pie al cantor auténtico, incomparable en su estilo, que nació a principios de siglo. Y fue él quien llevó a lo más alto que uno pudiera pensar a un tema que jamás pudo ser igualado en el éxito. A poco de cumplir sus 90 años, Antonio Tormo es la imagen viva del folclore de otros tiempos, vigente para varias generaciones que crecieron con él, pero historia, una linda historia, para quienes vinimos detrás en el tiempo. Pero no es cosa fácil lograr que un país entero conozca uno de sus trabajos más trascendentes. A tal punto que nadie dejaría de asociar ese tema con su intérprete más brillante. "El rancho e la cambicha" estaría hoy incluso en boca de todos si los medios no cometieran la osadía de archivar estas obras. Nadie la canta porque se dejó de difundir. Pero todos lo harían si alguien les diera la oportunidad de escucharla. O tal vez son una misma cosa don Antonio Tormo y El rancho e la cambicha. Toda una vida juntos, escenarios y aplausos compartidos, medio siglo codo a codo. El éxito de uno fue el éxito del otro. Claro, la letra se entregaba en cada escena de esta larga película a las manos del cantor que hacía temblar el piso con su voz y ponía en segundos a bailar a todo un club, de esos clubes de antes que muchas veces ni siquiera tenían alisado en el piso. Esos dos, la letra y el intérprete volvieron al escenario. Un poco por historia, otro poco por casualidad y otro poco por homenaje se instalaron en el teatro, con la misma voz lijada por el tiempo, con el mismo entusiasmo. Y el teatro volvió a temblar y delirar al mismo tiempo con El rancho e la cambicha. Don Antonio Tormo renovó lágrimas, don Antonio Tormo desempolvó recuerdos, agilizó la memoria y trajo a los viejos (afectuosamente) cargados de años, imágenes repletas de bailes y milongas de jóvenes que buscaban su primera novia. No espere que le cuente la larga historia de Antonio Tormo. No al menos ahora. No ahora que el cantor se llenó de emociones folclóricas cuando un teatro entero, al que jamás imaginó volver, se puso de pie, lloró junto a él, aplaudió y le hizo una mueca como un "ahora no me importa nada" a la vida que tantas veces lo aplaudió. Porque a Tormo lo aplaudió la vida, porque sería imposible contar los miles y miles que dejaron sus asientos para compartir una emoción. No fue lo único que cantó don Antonio en su vuelta-homenaje al teatro. Valses, serenatas, milongas y canciones inundaron un ambiente que de a ratos se parecía al de 1950 cuando ese disco recorrió el país y latinoamérica. Es sólo eso, en otro tiempo le contaré la historia de Antonio Tormo, hoy sólo quería hablar de este presente de don Antonio que volvió como cuando hizo su debut, cargado de expectativas que por instantes pararon el calendario de la vida. Jorge Vergara
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