Lunes 25 de agosto de 2003

Lo lindo de volver a las raíces

Los hermanos Emilio y Félix Peroni ofrecieron el sábado un brillante concierto en Cipolletti. Desprendieron de su público enormes muestras de afecto y las retribuyeron

 

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CIPOLLETTI (AN).- El público se "rebeló". Nadie quiso dejar sus lugares. Los bises que inundaron la sala no fueron suficientes para satisfacer a cientos de almas que suplicaban por "más". Los hijos pródigos estaban nuevamente en casa. Y ellos decidieron convertirse en padres adoptivos, aunque fuera por un par de horas.

Vivir y mamar de sociedades tan disímiles no resulta fácil. Sentir la nostalgia es una sensación que en ciertas circunstancias se torna hasta amena. El bien lo sabe. Sus latidos lo dejaron en evidencia. Siempre es bueno volver a las raíces. Reconforta sentir el afecto de los tuyos, saber que esta vez la memoria no falló.

"Un prestigioso cipoleño se encuentra entre nosotros", retumbó la aguda voz en el auditorio del sindicato de Luz y Fuerza de esta ciudad. Un respetuoso y hermético silencio descendió el sábado por la noche en la sala, y así surgió la juvenil figura que por esas cosas de la vida, varios de nosotros hasta habíamos olvidado.

En el centro del escenario, un piano extrañamente rojo que "rompía" amablemente la estructura formal y elegante. Abajo, los sentidos alertas, expectantes, impacientes. La belleza musical de Scarlatti, Chopin y Scriabyn no podía faltar a la cita. Los mejores debían estar en el reencuentro del concertista Emilio Peroni con su gente.

Los presentes se rogocijaron con la versatilidad y el talento de Emilio, por la facilidad que demuestra para acomodarse a las estructuras y huir de ellas casi en un suspiro. Durante el concierto, la cuna de la música clásica se abrazó fraternalmente con canciones populares de pura cepa argentina. Y quizá por primera vez talentos tan disímiles como Chopin y Ariel Ramírez se hallaron en un mismo lugar, confluyeron en la misma época.

Pero había mucho más. La segunda parte del espectáculo encontró a Emilio compartiendo "tablas" con su hermano Félix, muchacho que en la actualidad es una de la atracciones de la Orquesta Sinfónica Nacional.

No sólo los unen los lazos sanguíneos y afectivos. La música es la línea de comunicación que permite mantenerlos conectados aunque extensas distancias los separen. Esa línea que hace más de un año unió como nunca a Buenos Aires (donde reside Félix) y la alemana Rostock (lu-gar de perfeccionamiento de Emilio), una localidad lindante con el mar Báltico.

Todos agradecieron de pie esa comunicación, esa estrechez de lazos tan cercana y lejana a la vez. Una ovación sucedió a la otra. Y ellos, a toda esta muestra de afecto, contestaban con las brillantes interpretaciones de obras de Szymanowski, Shumann, Glazunow, y el magnífico "Le grand Tango" de Astor Piazzolla.

Los hermanos se perdieron entre los encendidos aplausos y los pedidos de "una más". Fieles a su público, decidieron volver a escena con los bises y una preciosa obra de Shuvard que se dio a llamar "La abeja". Pero nada pareció conformarlos. Y casi nadie se retiró hasta que recibió el saludo y abrazo de los Peroni.

Debe ser lindo codearse con los mejores, absorber la sapiencia de los maestros de la música mundial y hasta sentir en el rostro la fresca brisa que emanan las aguas del Báltico. Pero claro, para los Peroni seguramente nada se comparó con recordar el aroma de las tierras valletanas y recibir el afecto de los suyos. Una cuestión de raíces.

Sebastián Busader

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