Sábado 16 de agosto de 2003

En clave de Y

De perros y gatos

Admitámoslo: la batalla final será entre ellos. Tortugas, canarios, hamsters y pececillos; arañas, conejos, caballos, y demás cohorte de acompañantes del ser humano, estarán en la tribuna.

Aquí, el gato. Hermético, armonioso, y sobre todo, libre. Dicen que es un animal doméstico, pero no se lo crean mucho. El está porque quiere; con el gato se establece un pacto. No admite órdenes. Esta característica ha hecho que el pobre lleve todo el psicoanálisis a cuestas; que sea temido, unido a la brujería y cultos oscuros, símbolo de mala suerte si es negro... gato es la mujer que el hombre no controla. Todo porque la raza que ostenta el raro privilegio del libre albedrío, contradictoriamente, no tolera la libertad de los demás.

En verdad, es fascinante verlo. Bien alimentado, satisfecho, clavará su mirada enigmática en un pájaro y más vale que el quía sea rápido. Esperará horas a un ratón y cuando lo tenga en sus garras, jugará con él largamente, lo atontará de a poco, lo dejará esperanzado alejarse unos metros, lo volverá a agarrar. Es evidente que se divierte. El juego tiene algo de horroroso, qué sádico, decimos, mirándonos en un espejo que no nos gusta, nosotros, constructores de un mundo que encuentra adrenalina en la destrucción del otro.

Disney hizo lo que pudo, e hizo mucho, pero a no engañarse: no hay nada que ver entre el travieso Félix y este tranquilo depredador, detrás del cual está el tigre, intacto. De vez en cuando, asoma. Ese lomo arqueado, ese siseo que no se parece a nada más que a sí mismo y nos hace retroceder espantados... ¿Qué le pasa a este bicho? No se le ocurra agarrarlo, meterlo en una bolsa o algo por el estilo: le costará caro.

Y aquí, el perro. El mejor amigo del hombre. Con éste no hay problema, uno le dice venga pichicho y viene, le tira veinte veces una pelotita y el tipo la va a buscar, te recibe moviendo la cola, te cuida, te hace compañía... Aunque tengo una duda: o este concepto de amistad es muy extraño, o el perro no es un amigo, es un cadete. Digamos, es un amigo porque hace todo lo que queremos que haga, es controlable, es domesticado.

Claro que al calor del mismo mundo que teme al gato, tiene que cumplir tareas más duras. Nuestro mejor amigo tiene que defendernos de nosotros mismos, así que creamos razas de ataque, los entrenamos para que se abalancen sobre los extraños... el cadete es ahora guardaespaldas. Pero pasa una cosa, y es que, ahí agazapado en la memoria genética, está esperando el lobo. Y cuando golpeamos muchas veces la puerta genética, va a salir el lobo; de hecho, ya está saliendo, porque cada vez más sabemos de "accidentes" protagonizados por nuestro mejor amigo, y es con la nena, es con mi vecino, si lo conoce de toda la vida... Bueno, y qué pretendíamos?, que con semejante convocatoria a los ancestros el tipo discrimine?, a esa dulce abuelita no, a ese joven barbudo y negro sí... Se está liberando.

Dicen que cada vez que jugamos con la libertad, esto es, cuando decidimos si hacemos esto o lo otro, lo que está bien o mal, en los cielos se libra una batalla angélica, con los dos bandos, el de los alados de Dios y el de Lucifer, y que habrá una batalla final, donde se jugará todo el destino humano, la justificación de su existencia.

Y quizás también esté esperando, al final de los tiempos, el Armagedón entre gatos y perros, que en los cielos y en la tierra será entre el tigre y el lobo. Demás razas, abstenerse. Nosotros la veremos desde un lugar privilegiado: cuando se abalancen uno contra el otro, estaremos en el medio.

 Beba Salto
bebasalto@hotmail.com

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