Domingo 13 de julio de 2003

La semana en San Martín de los Andes

Un lugar muy bonito

Entre intrincadas callejuelas de faldeo, de un barrio que nunca debió estar allí, una piedra de una tonelada corre cuesta abajo. Acaba de descalzarce de su reposo, y arrastra con ella parte de una vivienda. A punto estuvo de llevarse la vida de cinco personas.

En un programa de radio se enciende el debate por las usurpaciones de tierras fiscales, cuando no de viviendas. En tanto, felices adjudicatarios ocupan sus moradas en planes habitacionales que aún no cuentan con todos los servicios.

En el hospital Carrillo reciben jubilosos la entrega de 50.000 pesos en equipos para terapia intermedia.

Pero en las contingencias de desastre que se diagraman a modo preventivo para San Martín, resulta claro que la nada descartable colisión de un micro con 40 pasajeros colapsaría la capacidad de atención. Ni hablar de un accidente aéreo.

La ruta es un corredor de tinieblas en las mañanas de invierno. Los chicos cruzan la cinta en medio del tránsito de las horas pico, para ir a clases a edificios que fueron construidos a unos pasos del asfalto alquitranado, vaya uno a saber por qué.

En algunos barrios, los vecinos piden más colectivos. En la Telefónica corren aspirinas. Un supuesto aspirante a proveedor de Internet ocupa la frecuencia asignada a telefonía rural, con interferencias de señal.

En el Concejo Deliberante se suceden los reclamos para regular el crecimiento de la oferta de servicios, que en algunos rubros está saturada...

En aeropuerto Chapelco, federales vestidos de civil ponen las esposas a una pareja de nuevos residentes, que llegó aquí hace seis meses para invertir en negocios inmobiliarios. Los atrapan con éxtasis, marihuana y LSD. Pagaban más de 2.300 pesos mensuales por el alquiler de una casa. Los buscaba Interpol.

Hasta aquí, apenas un repaso de hechos y circunstancias recientes que parecen inconexos entre sí. Sin embargo, tienen un denominador común: San Martín de los Andes crece. Y no siempre bien.

El flujo económico que a casi dos años vista comenzaron a recibir los destinos turísticos, al compás de la explosión de una demanda cuyo sostenimiento en el tiempo está por verse, ha disparado consecuencias notables.

Casi no hay casas, ni para comprar ni para alquilar; hay problemas serios para garantizar servicios; hay apuros por hacer negocios; hay imprevisión y parches sin una visión integral de adónde esta parada la ciudad y hacia dónde va. Es cierto. Los márgenes de maniobra son estrechos, pero aún hay más discursos sobre estos fenómenos que acciones efectivas para darles cauce. Lo curioso es que hay núcleos de inteligencia que ya se ocupan de pensar alternativas, pero carecen de respaldo político.

Este crecimiento plantea contrastes. Tanto tiene de savia renovadora como de angustiante descontrol. Acerca nuevas ideas y perspectivas, pero con él también se cuelan personajes oscuros, que por todo antecedente exhiben billeteras y evaden preguntas. Acaso compran las respuestas.

Es el cambio irreversible de una ciudad que se desborda, que se contorsiona con un aluvión para el que no está preparada. Muchos vienen a invertir y otros a buscar trabajo.

Muchos buscan aquí la tranquilidad perdida acullá. Otros escapan a problemas económicos, sociales, sentimentales, de inseguridad y -hemos visto con el espectacular operativo de la Federal del domingo 6- también al "brazo" de la ley. Por lo común, las tribulaciones no son propias de un sitio sino que están en cada uno y se llevan en la mochila invisible del ánimo. Así, algunos de los recién llegados hallan el resuello que buscan, mientras otros reproducen sus quimeras y desencuentros. Eso sí, en un lugar muy bonito.

Fernando Bravo

rionegro@smandes.com.ar

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