Domingo 6 de julio de 2003

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Progresos legales de gran importancia

Hábitos, señas y costumbres que marcan un estilo

Cómo se vive la condición gay en la región

El "armario" sigue siendo un buen lugar de refugio. Así lo indican testimonios de algunos de las más de 50.000 personas que "guardan" en silencio su orientación sexual. "No somos amanerados, ni nos vestimos de rosa" coincidieron en decir un abogado y un maestro de primaria de Roca, quienes además resaltaron que los fuertes prejuicios de buena parte de la sociedad no van juntos con los avances legislativos alcanzados en los últimos tiempos en Río Negro.

 

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El próximo viernes se producirá el primer casamiento de lesbianas y gays en Capital Federal.

ROCA (AR).- Javier le dio vueltas varias veces a la frase hasta que finalmente no pudo seguir guardándola. "Aún siento que es cierto eso de que para nosotros hay dos tipos de heterosexuales: los que te odian de frente y los que te odian por la espalda. Una vez lo escuché y no lo olvidé nunca más", dijo. Luego de ello, ya no era necesario que explique por qué el "armario" parece seguir siendo un lugar más que seguro para las minorías sexuales en la región. Sobraba explicar por qué hay muchos que aún sienten que viven en un país en el que un beso entre dos personas del mismo sexo debe darse puertas adentro y la impunidad de los corruptos puede exhibirse a todo público y a cualquier hora.

Javier es gay. Aunque en verdad, y tal como él mismo aclara, es un montón de cosas antes que gay. Es el hijo mayor de una tradicional familia roquense, tiene 32 años, una hija de seis años de un anterior matrimonio frustrado, un reconocido pasado como estudiante universitario y un prometedor futuro como abogado penalista. En resumidas cuentas, y tal como él asegura, es el típico "homo" que incomoda al heterosexual medio. "Y... lo que pasa es que se les acaba el chiste y la discriminación. No soy amanerado, no me visto de rosa, no me quiero levantar a todos los tipos que veo, no escondo mi preferencia sexual. ¿De qué se van a reír? Ya no hay chiste".

Según las últimas estadísticas, entre el cinco y el diez por ciento de la población argentina tiene una orientación sexual que no es la tradicional. Es decir que, siempre según esos números, en Río Negro y Neuquén son entre 50 y 100 mil las personas que muchas veces deben vivir como si en verdad fueran otras. Son muchos los que no reconocen ser diferentes por miedo a perder el trabajo y el afecto de familiares y amigos. Son demasiados los que todavía no gozan del respeto de una sociedad que no quiere dejar de ser autoritaria e intolerante.

"A mí me pasó eso. Estuve de novio con una chica, me casé, tuve una hija. Una fachada muy linda, pero estaba viviendo la vida de otro. No se por qué lo hice, si fue por la necesidad de tener un hijo o por el miedo a no defraudar a nadie. Después de un tiempo, y de mucha ayuda psicológica, decidí vivir mi vida, no la de otro. Decidí aceptar lo que era". Así relata Javier cómo fueron los años que le llevaron aceptar su condición gay, cómo fue eso de salir del "armario". Cómo fue tomar esa decisión, que en muchos casos puede costar años de preguntas, de silencios, de respuestas que no aparecen y de bajones anímicos. Pero que en otros, cada vez más y apoyados en un contexto que parece haber cambiado diametralmente en los últimos años, sólo implica aceptar que se es diferente y ya.

"Es buenísimo lo que pasa a veces con los chicos más chicos. Hace poco me enteré que dos habían hecho un escándalo en un hotel alojamiento de la zona porque no los habían dejado entrar. Me pareció buenísimo, es así cómo se empiezan a cambiar las cosas".

Pero hablar de cambios también implica hablar de contradicciones. Río Negro fue la primera provincia argentina en aprobar la ley de uniones civiles reconociendo a las parejas homosexuales. Por estos días, Córdoba y Santa Fe están en lo mismo. Pero siguen siendo los propios gays los que critican a una sociedad que no digiere del todo su elección, pese a que legisla en su beneficio, y los que aceptan que aún siguen siendo mayoría los que ocultan su preferencia sexual y se refugian en el armario.

"Acá (en el Alto Valle) recién está empezando la movida. Seguro que hay mayor aceptación que antes, pero aún está todo muy escondido, muy tapado, como si la forma que buscaron de aceptarnos es teniéndonos lejos", agrega

No se equivoca. Al menos los dos boliches para gays, travestis y lesbianas que funcionaron en Neuquén y Cipolletti en los dos últimos años quedaban en las afueras (muy afuera) de la zona comercial. "Y acá ir a esos lugares es todo un tema, porque al tiempo empieza a llegar gente que va como si en realidad fuera al circo. Pagan una entrada y ya no ven a la mujer barbuda o al león enojado, ahora están los travestis, las lesbianas besándose y los gays en cuero bailando música electrónica", se ríe y rápidamente vuelve a ponerse serio.

"En este país aún siguen pasando cosas muy graciosas con la gente en relación a este tema. Yo tengo amigos que me dicen todo bien, pero a mí cuando se les nota mucho que son gays no me gusta. Como si fuera una cuestión de niveles. Como si uno pudiera decir, no... ese tipo no me cae bien porque es muy pero muy heterosexual. Al contrario, a un tipo se le tiene que notar, y bastante, que es hetero. Gusta más. Pero a nosotros nos está prohibido, puede ser causa de discriminación. Una ridiculez" . 

Reunión de padres 

Manuel se calza todos los días el guardapolvo blanco, se peina varias veces el pelo y unos minutos después de las siete de la mañana arranca para su lugar de trabajo, a pocas cuadras de la calle más céntrica de todo Roca.

"Hace seis años que doy clases en esta escuela. Todos saben que soy gay, mucho tampoco lo puedo esconder", dice y con un gesto de manos cae en el estereotipo que rechazan muchos de lo que esta semana festejaron el "gay pride" (orgullo gay) en todo el mundo. "Eso es raro. Yo no tengo orgullo de ser gay, tengo orgullo de animarme a vivir mi homosexualidad, pero nada más. Es como que nuestra existencia empieza y termina en ser gays, y no es así. La sexualidad implica sólo un instante en nuestras vidas, para nosotros y para cualquier persona", protesta.

La suya es "una profesión de riesgo para ser homosexual. Siempre vas a tener a algún padre que no quiere que a su hijo le dé clases un p...Hace un tiempo me pasó que un pibe dejó de venir y luego me enteré que lo habían cambiado de escuela, el pobre tenía padres homófobos. Pero también me pasó de un padre que consiguió mi teléfono y quiso levantarme varias veces", recuerda.

Su historia remite a la pelea de muchos por alejarse cada vez más de los estereotipos. "Por ser gay no estoy todo el día con ganas de tener sexo con cualquier tipo, no mendigo la aceptación de nadie, tampoco hago militancia pero no me banco la discriminación de los que creen que hay personas que tenemos que pedirles disculpas por lo que somos, por cómo vivimos y por lo que elegimos"  

Adrián Arden

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