Domingo 6 de julio de 2003

La semana en San Martín de los Andes

Acertijo

La Argentina política es sorprendente. De aquel temerario "que se vayan todos" a esta calma con tormentas de a ratos, han pasado algo menos de dos años.

Acaso el vértigo de los cambios en el estado de ánimo colectivo, oculte la naturaleza enorme de los problemas que quedan por delante.

Pero en estas líneas hemos de ocuparnos de un asunto meneado, que con mucho no es del porte del hambre, la deuda externa, la crisis educativa, el desapego por la ley, la evasión, la inseguridad, y otras lindezas que están en el inventario del país.

Se trata apenas de la participación política como involucramiento activo en los partidos, para lo que excluiremos del análisis las acciones contenidas en otras instituciones como cámaras, ONGs, organizaciones sindicales...

Desde la enjundia civilista de Alfonsín en la campaña del 83 hasta hoy, los discursos políticos dedican cuando menos algunos párrafos a la participación.

Lo extraño es que la presencia efectiva y amplia en los partidos, que debería ser promovida por tales exhortaciones, es como mínimo escasa. No hablamos aquí de asambleas o congresos partidarios, sino de la participación comprometida y frecuente de ciudadanos que no tienen y no buscan cargos.

Para algunos partidos tradicionales, la mayoría de los afiliados y no afiliados son un número a dividir por "combis" a la hora de los comicios.

En comités, unidades básicas, y casas partidarias se repiten más o menos las mismas caras desde hace años. Se multiplican en períodos electorales con un porcentaje de "clientela", o con los que suman esfuerzo a tal o cual candidato y cuyo empeño posterior depende de la suerte corrida.

Aun cuando los partidos convoquen a sumar trabajo e ideas, la gente responde en cantidad diminuta. Quizá perdió la confianza, está harta de llamados para que las decisiones las tomen otros, o simplemente está ocupada en otros menesteres.

Para algunos partidos de la diáspora, surgidos de desprendimientos del PJ o la UCR, el calvario es peor. Hasta les cuesta completar las listas de candidatos, en especial de suplentes. Otros, como el MPN, hacen aspavientos con nuevas afiliaciones, cuyo caudal de fichas exhiben briosos. Pero una ficha de afiliación es sólo eso, en modo alguno es un certificado de participación sostenida.

Pues bien, es hora de ocuparnos de San Martín de los Andes. En algo más de 100 años de historia, la ciudad no había dado muestras de cuajar expectativas en un partido vecinal. Pero en tres meses, la justicia electoral reconoció a dos.

¿Son nuevas instancias de participación, que decantan porque la gente quiere perspectivas más cercanas a sus intereses? Se verá...

En cualquier caso, no puede soslayarse cierto contraste. Dos partidos vecinales irán a la compulsa de setiembre por primera vez en 105 años, pero el barrio más populoso de San Martín, El Arenal, no pudo renovar su junta vecinal por falta de interesados.

La elección quedó desierta y hay allí 4.000 almas. ¿No es la junta vecinal la unidad política más elemental de una ciudad, incluso cuando no se embandere con partido alguno?

Mientras tanto, desde 1997 sigue renovándose cada 120 días la ordenanza que suspende la creación -por 120 días, claro- de nuevas juntas vecinales, porque aún no se ha decidido cómo poner prolijidad en el variopinto mapa barrial. Y por cierto, hay más juntas de las que en rigor funcionan a cabalidad.

En fin. La participación prolífica en los partidos es un acertijo que los políticos en general no han sabido o no han querido resolver.

Tal vez más de uno lo prefiere así, para mantener sus asuntos en pocas manos amigas.

Fernando Bravo

rionegro@smandes.com.ar

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