Psicóloga del PJ para unos y otros

Dueña de un prestigio en Cipolletti, la candidata a intendente Silvia Cerasuolo tiene que librar una batalla electoral muy dura ante el Frente Grande y el MPP. Con dilatada militancia en el justicialismo, está instalada más allá de los bordes de un partido que sin embargo nunca fue una fuerza

No es fácil la tarea que tiene por delante Silvia Cerasuolo, la candidata a intendente por el PJ en Cipolletti.

Es psicóloga y cuando empezó a sonar la postulación de su nombre un chascarrillo recorrió, filoso como un puñal sarraceno, las parroquias políticas lugareñas: "es buena, pero va a necesitar el diván más largo para juntar a los suyos y convencer a los de afuera".

Y el caso es un poco así, aunque no tanto.

Cerasuolo entra como cuña, en especial en la clase media histórica , para intentar posicionarse entre los que aún no han volcado sus preferencias hacia el candidato a jefe comunal Alberto Weretilneck fogoneado por la figura de Julio Arriaga, actual intendente y candidato a gobernador, ambos del Frente Grande; hacia Julio Salto, líder Movimiento Popular Patagónico y candidato a intendente por el Movimiento de Acción Rionegrina (MARA), que también tiene sólidas aspiraciones y, en un peldaño más abajo, para conseguir votos que podrían irse detrás del radical Oscar Idoeta y la candidata del Recrear, Mabel Rodríguez Cebrián.

No es un secreto que en Cipolletti se ha generado una suerte de polarización entre arriaguistas y saltistas, pero tampoco lo es que Carlos Soria, el hombre del PJ para la gobernación, es alternativa concreta de poder. Tanto para Arriaga como para Miguel Saiz, el radical que quiere el sillón de Pablo Verani, Soria es "el adversario".

La cuestión pasa por la tracción que puede generar Silvia Cerasuolo en Cipolletti en favor de Soria y en desmedro de Arriaga, Saiz y Eduardo Rosso, un "tapado" que hace del silencio una religión pero que, y el dato no es menor, por abajo tiene el apoyo del presidente Néstor Kirchner.

Ni Weretilneck ni Salto quisieron ayer pronunciarse directamente sobre la incidencia de Cerasuolo en sus propias aspiraciones, pero gente de su confianza directa sí lo hizo. Para los arriaguistas, los candidatos a gobernador van a signar la suerte de los candidatos a la intendencia, por lo que Weretilneck tendría tantos votos como los que logre Arriaga y para ellos, obviamente, se convertiría en el nuevo jefe comunal.

Los maristas insisten en que Salto está por sobre Weretilneck, que va a arrimarle muchos votos a Rosso y que con un corte de boleta que descuentan Salto también va a lograr apoyos de vecinos que no necesariamente voten a Rosso. "No se extrañen si en el recuento hay votos para Salto y para otro candidato a gobernador que no sea Rosso, en el mismo sobre", sugieren, con cierto aventurerismo porque esto parece más futurología que análisis.

En este farragoso entorno ingresa a tallar Cerasuolo. En la clase media, o en lo que se denomina genéricamente como "mayoría silenciosa", o electorado independiente, la psicóloga puede maniobrar a sus anchas si le da a su trajín una continuidad extrema.

La cuesta a remontar es, para Cerasuolo y su partido, alta y sinuosa en Cipolletti. En la última elección, la del 2001, donde se renovó el Concejo Deliberante y se eligieron los convencionales para la nueva carta orgánica el PJ logró menos de 1.500 votos. Allí Arriaga, todavía en la Alianza con los radicales, y encabezaba la lista de convencionales, triunfó con casi 15.000 votos sobre los 8.500 que logró el MPP.

¿Podrá la psicóloga dueña de un ganado prestigio, colocarse en línea de vanguardia?.

Hasta el 31 de agosto a la noche, la incógnita persistirá.

Julio Alberto Salto