Miércoles 30 de julio de 2003 | ||
Una nueva oportunidad |
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Por Mario Teijeiro (*) |
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La
primera visita del presidente Kirchner a Washington ha servido para construir
confianza mutua, a costa de evitar los temas conflictivos. Pero con el
tiempo, decisiones cruciales con respecto a temas como la lucha contra
el terrorismo internacional, no podrán evitarse. Otro caso crítico, y
el más trascendente de la agenda, será la Asociación de Libre Comercio
de las Américas. El ALCA le ofrece a la Argentina una nueva oportunidad
de insertarse apropiadamente en la globalización. Es la oportunidad de
abrirnos al comercio y crecer rápidamente como lo hizo la Argentina a
principios del siglo XX y como lo están haciendo los países asiáticos
y Chile. ¿Aprovecharemos esta nueva oportunidad, superando la retórica
"setentista" de estos primeros meses de gobierno? O por el contrario,
¿nos abrazaremos al Brasil y sus políticas proteccionistas como si fuéramos
un nuevo Estado (brasileño) del Río de la Plata?
Un poco de historia Insertada en la globalización comercial de la
mano de Inglaterra, la Argentina fue a principios del siglo XX la cuna
del progreso que atrajo a millones de inmigrantes. Pero la crisis del
"30 y la guerra mundial despertaron en nuestro seno vicios populistas
y totalitarios que habían quedado ocultos por el fenomenal éxito económico.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el país quedó marginado de los
mercados mundiales, entrando en un proceso de autarquía y estatismo
que nos llevó a una decadencia sin precedentes en un mundo que prosperó
espectacularmente después de finalizada la contienda bélica. Intereses e impedimentos ideológicos La evidencia mundial es abrumadora en favor
de la apertura y de políticas que no atenten contra la inversión productiva.
Sin embargo, no está para nada claro que vayamos a aprovechar la oportunidad
que nos brinda la iniciativa del ALCA. Parece que estamos más cerca
de continuar encerrados en el Mercosur y compartir con el Brasil nuestras
miserias latinoamericanas. La retórica "setentista" está en favor de
fortalecer el Mercosur, llegar a la moneda única y aun al Parlamento
común. ¿Se trata de una retórica negociadora, que intenta mejorar el
posicionamiento para una negociación con Estados Unidos que en definitiva
se hará de buena fe y con intención de llegar a la integración americana?
O por el contrario, ¿hay una convicción íntima de que el ALCA es inconveniente
para nuestros países y la intención es negociar duramente como para
no acordar? La importancia del ALCA El objetivo económico esencial debe ser el libre
comercio con todos los países que quieran hacerlo, no una asociación
preferencial con Estados Unidos que nos impida oportunidades comerciales
con el resto del mundo. Afortunadamente, las preferencias frente a otros
países no es algo que Estados Unidos reclame desde una posición "imperialista".
Chile ingresó al NAFTA con aranceles muy bajos frente a todos los demás
países. México continuó celebrando acuerdos de libre comercio con quienes
ha querido. El ALCA no es cuestión de convertirse en un Estado más de
Estados Unidos, como algunos pretenden caracterizar. Es sí la oportunidad
de que se nos abran los mercados de la primera economía mundial. Es
también la oportunidad para tomar una decisión irreversible en favor
del libre comercio, que es el punto crítico para que la Argentina vuelva
a crecer sostenidamente. Corporativismo y comercio libre El presidente Kirchner ha asumido con la convicción
y el compromiso de enfrentar a los "lobbies" empresarios y dejar atrás
un capitalismo prebendario. Bienvenido sea con estos principios. Pero
da la impresión de que estuviera sólo en contra del corporativismo del
sector financiero y de los servicios, pero en favor del corporativismo
"productivo". Sería óptimo que tomara conciencia de que todos los corporativismos
son potencialmente malos (cuando influyen para diseñar políticas públicas
orientadas sólo por sus propios intereses) y que todos los empresarios
son potencialmente benignos (cuando enfrentan condiciones competitivas).
No se trata de reemplazar el corporativismo de los servicios (asociado
al endeudamiento, el tipo de cambio atrasado y las privatizaciones monopólicas
de los "90) por el corporativismo productivo (del viejo modelo del proteccionismo
y la distribución). Dejar atrás el corporativismo requiere tratar al
empresariado como si fuesen hijos a los que se pretende formar adecuadamente.
Se debe equilibrar el amor protector (la seguridad jurídica y la estabilidad
de las reglas de juego) con la firmeza en establecer límites (a las
demandas por protecciones estatales). Se debe tratar equilibradamente
a todos los empresarios y tener la capacidad de resistir sus "manipulaciones"
para sobrepasar los límites necesarios de un capitalismo competitivo. (*) Presidente del Centro de Estudios Públicos |
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