Martes 22 de julio de 2003
 

PAMI y la cuestión del poder

 

Por Myriam Quesada (*)

  "Porque, en realidad, la coima siempre existió, el acomodo también, los negociados, ídem. ¿Qué está peor, entonces? Después de mucho exprimirme el cerebro llegué al convencimiento de que lo que está peor es la resignación. ...Pero la resignación no es toda la verdad. En el principio fue la resignación; después, el abandono del escrúpulo; más tarde, la coparticipación. "No se puede hacer nada", dice la gente. Antes sólo daba su coima el que quería conseguir algo ilícito. Vaya y pase. Ahora también da coima el que quiere conseguir algo lícito. Y esto quiere decir relajo total". ("La tregua", M. Benedetti)

Desde hace varios días el PAMI ocupa un importante lugar en los medios de difusión y esto es auspicioso.
Soy trabajadora del instituto desde hace veinte años, lo digo con orgullo por la organización en la que trabajo y también porque pude sostener esta trayectoria laboral durante estos años pese a los cambios y los avatares a los que la obra social ha estado siempre sometida, y con ella sus empleados.
En esta "historia compartida" son muchos los sucesos, las crisis, los hechos tristes, abominables y también los auspiciosos. Pero algo, como empleada, he tenido en claro: cada cambio de gobierno en el Ejecutivo nacional o provincial indefectiblemente ha significado un cambio de autoridades en el PAMI, tanto en el orden nacional como en el regional.
También he tenido en claro que tal circunstancia en mí suscita dos sentimientos, en cierta manera opuestos: 1) El rechazo absoluto a esta práctica considerada "natural", "normal", "lógica", "deseable", "esperable" para la organización. 2) Que en esta oportunidad estos cambios quizás puedan alentar esperanzas. Como el aporte de nuevas formas de política organizacional, la renovación de la metodología operativa, una mejor y más saludable forma de comunicación al interior de la organización, una deseable mejora en la calidad prestacional a los afiliados y, sobre todo, el fin de prácticas antiguas de "ejercer política" que cada político de turno, agraciado con un cargo en el instituto, trajo consigo enfermándolo, como un virus que al introducirse a este organismo lo infectó año a año en estos treinta y dos que el PAMI tiene de vida.
La búsqueda de respuestas en el intento por entender a la organización me llevó a acotar, sin que ello signifique simplificar, que el instituto está atravesado por dos problemas fundamentales: uno que opera como base, constituido por la búsqueda y obtención de poder y la toma -para nada simbólica- que los ejecutivos nacionales y provinciales han hecho del PAMI tras su búsqueda desde que retornamos a la democracia.
Con ello persiguen detentar, obtener, ejercer poder y beneficiarse a partir de él.
En veinte años de democracia se observa una evolución por esta apetencia de poder que se inició tibiamente en 1983 y que creció luego desaforadamente, perdiendo toda "vergüenza", sin límite alguno, incrementándose de tal modo que no deja espacios sin cubrir, aspiraciones sin tocar, intereses sin abarcar. Así hasta nuestros días.
En términos más comprensibles consiste en el "reparto de cargos", desde los más elevados hasta los últimos en el escalafón, con la anuencia del partido político de turno, lo cual desemboca en la acreencia de diferentes tipos de beneficios que se relacionan directamente con la obtención de ese poder.
Gareth Morgan escribe que algunos ven al poder como un recurso, como algo que uno posee, otros ven al poder como una relación social que se caracteriza por algún tipo de dependencia, como una influencia sobre alguien o algo. Sin embargo -dice- la mayoría de los teóricos de la organización tiende a tomar la definición que de poder ofrece Robert Dahl, quien sugiere que implica una habilidad de hacer que otra persona haga algo que de otra manera no habría hecho.
Luego dirá que la importancia del poder descansa en el control de los recursos de los que dependen las organizaciones para sus operaciones o para crear nuevas iniciativas.
El poder es camino hacia el poder y uno puede usarlo frecuentemente para adquirir más, dice Morgan. Ejemplifica agregando que "los políticos dentro de las organizaciones y en la vida pública enlazan frecuentemente el uso del poder para acuerdos informales entre ellos donde la ayuda o favor pueden devolverse en fecha posterior".
Las fuentes de poder son ricas y variadas, agrega, y proporcionan a aquellos que luchan en persecución de sus intereses muchas maneras de hacerlo.
Richard Hall, quien analiza el poder en las organizaciones, dice que "es estable, se autoperpetúa y que aquellos que están en el poder tienen los recursos para mantenerse en él".
El segundo problema de PAMI es la corrupción.
Y nosotros, los argentinos que adolecemos en general en todo lo que a moral y ética se refiere, con poder hacemos prevalecer nuestro interés, satisfacer nuestras necesidades personales, todo lo cual siempre se antepondrá al interés común.
De un estudio publicado por "La Nación" el 17/6/03 sobre un amplio sondeo realizado por especialistas de la UBA en la ciudad de Buenos Aires, llamado "La clase media, autocrítica ante la corrupción", surge que los encuestados afirman que la corrupción no es un problema sólo de los políticos, sino que cada habitante debe modificar hábitos cotidianos.
Un mal que está imbricado en el tramado de las instituciones, que no afecta sólo al Estado sino que involucra a cada ciudadano en el centro del problema.
Quien dirigió la investigación, la socióloga Ruth Sautu, investigadora del Instituto Gino Germani, concluye que los resultados de la misma acercaron a la definición de "corrupción, la que se entiende como una práctica ilegal, ilegítima y, a la vez, eficaz de consecución de fines personales en detrimento de fines comunes, contraria a la ética y a la moral de la sociedad o a las reglas no escritas que rigen a un grupo, que en ciertas ocasiones implican un usufructo abusivo de poder y que por acción o por omisión conlleva a un retroceso económico individual y colectivo y que desvirtúa los beneficios del vivir en democracia", asegura la investigadora.
A partir de ello puede concluirse que la disponibilidad de poder y la carencia de principios éticos en manos de sucesivos integrantes de la organización generó un cóctel que para PAMI ha resultado mortal.
En la búsqueda de modos de afrontar el problema candente autoridades del gobierno Ejecutivo y Legislativo han expuesto distintas maneras de atacarlo, entre las cuales se analizó como posible alternativa su intervención.
En sus 32 años de trayectoria el instituto ha funcionado generalmente con intervenciones unipersonales, siendo excepcionales las veces que lo ha hecho, tal como lo indica la ley 19.032, y ahora su modificatoria, con un directorio.
Aun cuando parecen acalladas las voces que consideraban la intervención como la alternativa posible para actuar buscando establecer un orden y el punto final de hechos corruptos, es válido expresar que no debe desconocerse que en lo interno, como toda organización, cuenta con sistemas de controles (Area de Control Prestacional y Auditoría) y con Reglamento de Sanciones Disciplinarias que incluyen el despido de personal como eventual consecuencia de un proceder desajustado, a lo cual se puede apelar y actuar en procura de resolver los problemas organizacionales, sin necesidad de hacerlo solo y a través de una intervención.
Y fuera de la organización existe un sistema judicial que interviene cuando se presume que existen ilícitos para investigarlos y actuar en consecuencia.
Finalmente, y como pocas veces, nuevamente existe un directorio.
Llegar a su conformación implicó un gran esfuerzo en el que participó gran cantidad de empleados, inversión en horas de trabajo, en recursos humanos, materiales y económicos.
Pese a que, se aduce en su contra, el nivel de participación de los afiliados ha sido evaluado como bajo, no debe obviarse que es la primera vez en tres décadas que los afiliados son invitados a elegir a sus representantes mediante elecciones. Y que esta vez, merced a la modificación de la ley, el directorio está integrado por siete representantes de los jubilados.
Es verdad que podría resultar más auspicioso si los porcentajes de afiliados votantes hubieran sido mayores; sin embargo los afiliados y la obra social misma se encuentran transitando una etapa de aprendizaje común de participación, etapa que se ha iniciado en octubre del 2002 cuando en cada provincia comenzaron los preparativos para normalizar la conducción a través de la puesta en marcha de un directorio tal como lo establece la ley 25.6l5/02.
Participación se entiende como compromiso, como ejercicio responsable del poder.
La organización está integrada por una amplia pirámide que contiene puestos de conducción tanto en su nivel central como en sus organismos provinciales. Dichas jefaturas ostentan, a partir de su jerarquía distintiva, el poder para la toma de decisión y el ejercicio de autoridad. Depende de ellas, entonces, en todos los niveles del instituto, ejercer la autoridad de que disponen en pro de investigar y actuar decidiendo, haciendo uso de las herramientas que la misma organización pone a su disposición para gobernar.
"Intervención" no necesariamente ha sido en PAMI sinónimo de "corrección".
No hay por qué suponer que sólo una intervención puede corregir los abusos de poder y la corrupción instalada en el instituto. De hecho las innumerables intervenciones que tuvo continuaron con el modelo descripto -esto es, apuntaron a obtener y distribuir poder para lograr sus réditos propios- en vez de corregir y erradicar estos problemas.
Puede concluirse que más que el uso de una modalidad -la intervención- destinada, poder mediante, a corregir males, el problema, la dificultad, la enfermedad en PAMI radica en una cuestión de concepción del uso del poder. De allí se deriva que, aun con intervenciones, se continúa reproduciendo el modelo de conducción y funcionamiento que le "es propio" en vez de corregirlo, al menos hasta hoy.
Acudo a las palabras del actual ministro de Salud, Ginés González García, quien dijo: "La peor de las pobrezas es la pobreza de las ideas, la pobreza de no buscar, con la necesidad y el anhelo que tiene hoy el pueblo argentino, los cambios estructurales que necesitan nuestras instituciones. La pobreza es también un estado mental y ahí hemos sido y debemos ser ricos".
Desde el histórico cacerolazo de diciembre del 2001 hasta hoy ha quedado en claro que los argentinos estamos esperando cambios en el país y en sus organizaciones.
Cambios de fondo que propugnan terminar con la corrupción y gobernar en representación del pueblo y buscando beneficios directos para cada argentino y para el país. Ya no más el beneficio desmedido y sólo para unos pocos.
PAMI necesita sin más dilaciones iguales cambios: el fin de la corrupción, el fin de las apetencias personales y de las actitudes netamente individualistas de los funcionarios de turno y la puesta en marcha de una dirección basada en brindar prestaciones a sus afiliados de manera eficiente (la obtención de los mejores resultados), con eficacia (haciendo un uso racional y adecuado de los recursos disponibles) tras la búsqueda impostergable de brindar calidad en la atención.
Los empleados del instituto lo anhelan.
Sus afiliados lo merecen, lo necesitan y requieren por absoluto derecho.

(*) Lic. en Servicio Social
Estudiante de la Maestría en Gestión y Planificación Social. UNC-FDyCS

     
     
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