Martes 15 de julio de 2003
 

La izquierda pragmática

 

Por Aleardo Fernando Laría

  Medio millar de intelectuales y políticos se ha reunido en las cercanías de Londres para debatir el futuro del centro-izquierda en el mundo. El organizador de las conferencias es el think tank (instituto de estudios) Policy Network, dirigido por Peter Mandelson, un ex ministro de Anthony Blair que aspira a liderar la Tercera Vía. Una alternativa política que por situarse entre la derecha y la izquierda, ocupa el centro, un espacio tradicionalmente pastoreado por los liberales.
La convocatoria constituye un balón de oxígeno para un extenuado Tony Blair, quien sufre el acoso de la prensa independiente ante las mentiras y falsas acusaciones con las que su gobierno manipuló a la opinión pública en la guerra contra Irak. No se trata sólo de la inexistencia de armas de destrucción masiva, sino de burdas maniobras de falsificación de documentos que fueron presentados a los inspectores de la OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica) para probar una supuesta compra de uranio enriquecido a Niger por parte de las autoridades iraquíes.
Al encuentro han acudido los nuevos presidentes de la Argentina, Brasil y Chile, probablemente llevados por el deseo de obtener algún rédito mediático, porque es difícil suponer que puedan extraer nuevas ideas de un proyecto político fracasado. El Nuevo Laborismo se presentó como la fórmula perfecta para combinar eficacia con justicia social, pero resulta difícil olvidar las fotografías de unos meses atrás, que mostraban a Blair rodeado de sus aliados Bush, Aznar y Berlusconi, la flor y nata de la derecha conservadora internacional. Tal vez por ese motivo rehusó acudir a la cita el líder del Partido Socialista Obrero Español, José Luis Rodríguez Zapatero.
Blair, en su discurso, advirtió a la izquierda contra las tentaciones del antiamericanismo y la antiglobalización y aseguró que "el Nuevo Laborismo tuvo éxito porque luchamos y ganamos la batalla por ocupar el centro". Sobre las reformas del Estado de bienestar afirmó que un Estado reformado es la única manera de conseguir justicia social en el siglo XXI. "Fue correcto asumir aspiraciones individuales, fue correcto vincular derechos y responsabilidades e insistir en un nuevo contrato social", afirmó el líder británico. Se refería así a la pretensión de reformar los sistemas de bienestar introduciendo el delicado concepto de responsabilidad compartida, una manera de implicar a los ciudadanos en la gestión de los bienes públicos, según sus propulsores, o un pretexto para recortarlos, según sus detractores.
Bajo el manto de la reforma de la izquierda se esconde, en realidad, la sumisión pragmática al proyecto neoliberal. Esto aleja a la Tercera Vía de las tradicionales posiciones socialdemócratas, como se percibe en las tenues siete propuestas de Mandelson: rediseñar servicios públicos, mejorar la vida de los niños, desarrollar la innovación científica, promover la transparencia en la gestión de las empresas, regular la inmigración, articular una nueva ética de la ciudadanía y asegurar la sostenibilidad medioambiental. Todas medidas plausibles para incorporarlas en el programa de un partido de centro progresista, pero muy alejadas de las tradiciones socialdemócratas de la izquierda europea.
La metáfora de los dos viejos caminos que se abandonan para conseguir una alternativa mejor es tan antigua como la política. Ocupar los caladeros del centro ha dado réditos políticos a figuras como Adolfo Suárez o José María Aznar en España. También, como recuerda Norberto Bobbio, la fórmula "ni derecha ni izquierda" fue usada por el movimiento fascista francés. Desde la caída del Muro de Berlín, la izquierda ha tenido necesariamente que abandonar viejos y rancios dogmas, pero no al extremo de diluirse y desaparecer como opción alternativa.
La socialdemocracia tradicional consideraba que para vencer las injusticias y disfunciones del capitalismo era necesario un sistema económico controlado por el Estado, que a través de un estricto sistema impositivo corrigiera las iniquidades generadas por el mercado y asegurara salud y educación a toda la población. Los grados de intervención estatal podrían luego ser sometidos a maniobras de sintonía fina, pero el núcleo central de la propuesta sigue teniendo actualidad. Otra seña de identidad socialdemócrata ha sido el pacifismo y su rotunda oposición a las guerras. Una enorme distancia con el belicismo del Nuevo Laborismo, por más que Blair asegure que sus guerras son justas porque no están basadas en ambiciones territoriales sino en valores. Es que entre la guerra y la paz no hay terceras vías.
     
     
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