Domingo 13 de julio de 2003
 

Feliz coincidencia

 

Por Héctor Mauriño

  Por estas horas se debe estar deslizando ladera abajo del cerro Chapelco, con la satisfacción del deber cumplido. El intendente Quiroga decidió premiarse con "una semanita" de esquí por sus últimos éxitos: la aprobación del presupuesto y la ratificación del soñado (y sonado) Museo de Bellas Artes. Pero como él mismo se preocupa por aclarar, es casi un sapo de otro pozo en el ambiente de clase alta que rodea a ese deporte. Si pudo esquiar desde chico no fue por otra cosa que por haber nacido en San Martín de los Andes.
Algo no demasiado diferente parece ocurrirle a Quiroga con su extracción partidaria: "Negrito, sin título y sin plata, sólo yo sé lo que he tenido que remar en la Unión Cívica Radical", exagera con picardía para dar a entender que lo suyo es un premio a la constancia; que ha sido uno de los pocos políticos locales -acaso el único radical- capaz de construir poder desde abajo navegando contra la corriente. "No como Sobisch, que se subió al tranvía seguro del MPN", aclara, como para terminar de desmentir a los que no dudan en tacharlo de arribista.
Esta semana el intendente fue noticia porque terminó de colgar los botines de su meneada y nunca confirmada carrera por la gobernación. Para algunos fue un simple toma y daca entre Quiroga y el gobernador, a la manera de la política de los últimos años, aquella que Kirchner dice que quiere erradicar. El MPN le dio el pasaporte a la gobernabilidad y cubrió piadosamente el desliz del museo, esa obra que fue licitada sin figurar en el presupuesto. De yapa, le dio vía libre para endeudarse y para tomar más personal, dos asuntos que alimentan la libido de cualquier político.
Según esta teoría -la sociedad argentina está entrenada para encontrar el motivo oculto de las cosas-, como contrapartida Sobisch compró tranquilidad: nadie, como el jefe comunal que lo derrotó en las elecciones de marzo pasado, segundo en todos los sondeos sobre intención de voto, podía complicarle su reelección.
Pero Quiroga se apresura a aclarar que nada de eso es cierto. Que no existió acuerdo alguno para intercambiar favores.
Admite que su candidatura se agitó, sí, aquí y allá, pero advierte que él nunca mudó de libreto: "¿Candidato a gobernador? No. No lo siento en las tripas. Además, tengo un compromiso con los vecinos por otro período y no los puedo defraudar".
Sin embargo, no es un secreto para nadie que la candidatura de Quiroga, como cabeza de un frente antisobischista "de salvación provincial", se manejó en todos los niveles, del gobierno nacional a los círculos opositores locales. Allí, desde el jueves pasado, cuando el MPN les bajó la bandera a cuadros a Pechi, reina el desasosiego: "Si no es Quiroga, ¿quién?".
Como quiera que haya sido el asunto entre Quiroga y Sobisch -después de todo, dos políticos de raza no necesitan hablar para saber si algo es de mutua conveniencia-, Quiroga obtuvo los mejores réditos posibles. De esta forma, el intendente se anotó el tercer punto a favor en la puja de poder que lo desvela: primero supo sacar buenos réditos de su acercamiento a Sobisch durante tres años de gestión; cuando llegó la hora de la verdad, protagonizó una maroma espectacular y le ganó la elección municipal; y ahora canjeó la amenaza de una puja encarnizada pero sin ninguna certeza de éxito por un horizonte inmediato de gobernabilidad y, quién sabe, el pase abierto para jugar en primera en el 2007. Para ser un "pelado"" que aprendió a esquiar por cuestión de domicilio, no está nada mal.
No es todo. Quiroga -dicen sus íntimos- no se contentará con la feliz coincidencia (¿cómo llamar a lo ocurrido?) del jueves pasado. Sabe que la gobernabilidad en serio está bastante más lejos de los favores obtenidos. En definitiva, a partir de diciembre sólo contará con tres concejales en un Concejo con mayoría sobischista. Sobisch puede ceder en temas menores, sobre todo cuando le conviene pero, está visto, no es precisamente un mecenas.
En ese contexto a Quiroga sólo le queda ir pidiendo su ficha de afiliación al MPN -después de todo la constancia tiene límites- o apostar fuerte a las elecciones de setiembre, cuestión de blindarse con algunos diputados propios en la Legislatura.
Así como vio con buenos ojos la intifada de Jorge Sapag, y se deprimió cuando tanto alarde se desinfló de la noche a la mañana; y como vio rubio y de ojos celestes a Parrilli, hasta que el secretario general de la Presidencia se bajó del caballo antes de arrancar, ahora Quiroga mira con expectativas a Massei, su malogrado jefe de Gabinete en la municipalidad.
En realidad, los desvelos del intendente coinciden con los de buena parte de la oposición. Desde ya en las filas del Frente Grande, pero también entre los principales referentes del justicialismo, la candidatura de Massei tiende a imponerse, en las actuales circunstancias, como un dato de la realidad. Otro tanto ocurriría entre los felipistas y en algunos partidos pequeños. No en vano Gallia, al fin de cuentas el único candidato que se lanzó a la arena, salió esta semana a refrescar la memoria de sus pares. La cuestión es que su figura no suscita consenso. Algunos, en el propio PJ, agitan la causa judicial que tiene el ex intendente de Plottier como un flanco peligroso para la campaña electoral.
En ese recetario de buenas intenciones que es la oposición tampoco hay certeza sobre la figura del vice. Algunos descartan que "debe ser un peronista", pero en el quiroguismo vuelven a pensar en Del Río. Tal vez logren ponerse de acuerdo a tiempo.
Héctor Mauriño
vasco@rionegro.com.ar
     
     
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