Viernes 11 de julio de 2003
 

Kirchner y Blair:Tercera Posición o Tercera Vía

 

Por Gabriel Rafart

  Néstor Kirchner recorre la vieja Europa. La Inglaterra gobernada por el laborismo es un punto importante de su gira. Fue invitado a un foro que pareciera haber obtenido su nombre del léxico de nuestra clase media ilustrada. El santacruceño, junto con el chileno Ricardo Lagos y el brasileño Inácio Lula da Silva, seguramente pasarán a la historia de los movimientos políticos por su participación en la Cumbre de Gobiernos Progresistas.
La invitación al presidente argentino fue hecha personalmente por el premier británico a instancia del padre intelectual de la Tercera Vía. En efecto, Anthony Giddens, es el principal responsable de esta convocatoria con un objetivo muy preciso: reunir a los más destacados exponentes de la nueva ola por la que atraviesa los ánimos de la democracia latinoamericana. Ellos son parte de la izquierda responsable. Esta definición corresponde al sociólogo británico con otro claro propósito: excluir a la otra "izquierda" presente en nuestro continente. Queda fuera de la convocatoria la izquierda "irresponsable", encarnada en el actual presidente venezolano. Chávez no puede ser de la partida por su apego al populismo antiliberal, aunque nadie desestima su base popular y plebeya, su acceso al poder en elecciones democráticas y aun más sus respuestas constitucionales a las asonadas golpistas.
La Cumbre propone ser un encuentro de dos tradiciones políticas en transformación. La Tercera Vía y la Tercera Posición. Una de reciente formulación. La otra con sesenta años de historia y un recorrido errático. Algo tienen en común: su intento por "terciar", por colocarse en un punto distante de dos posiciones precisas. ¿Entre el Estado y el mercado o el capitalismo y el socialismo? ¿O entre lo político y la no política?
Lo cierto es que ambos "terceros" complementan la intensidad de sus discursos con las acciones realistas. Tercera Vía y Tercera Posición se pensaron como intentos por reconstruir las tramas de poder a escala de los respectivos Estados y a nivel mundial.
La Tercera Vía de Giddens fue pergeñada para relanzar al mundo una alicaída tradición progresista. Pero también como un programa de transformación política para la propia Gran Bretaña. Para ello el panorama político británico debía entenderse con un nuevo laborismo. Consecuentemente y una vez que arribó al poder Tony Blair en 1997, se propuso recomponer las relaciones entre el Estado y el mercado, cristalizadas según el ritmo impuesto por dos décadas de predominio conservador. El nuevo laborismo se impuso no regresar al viejo Estado de bienestar beveridgiano de la segunda posguerra, desmantelado por el dúo Thatcher-Major. Su horizonte estuvo marcado por hacer regresar "lo político" y la idea de que se puede vivir en sociedad sin que se oprima la libertad, la justicia y el progreso.
La nueva conducción laborista se propuso una verdadera revolución constitucional para poner en caja el modelo mayoritario de la democracia de Westminster. Para ello se tomaron medidas radicales hacia lo que muchos autores han definido como una "democracia sin partidos". Una pretendida configuración de un pluralismo político a través de un compromiso por un pluralismo institucional tuvo por objetivo moderar el dominio parlamentario de los viejos partidos. Junto al debilitamiento de la construcción burocrática de los partidos tradicionales, que parece afectar al propio laborismo, se llevaron a cabo iniciativas tendientes a desmontar poderes privilegiados, sin duda anacrónicos, como los derechos electorales hereditarios de los pares de la Corona en la Cámara de los Lores.
Si bien es cierto que la Gran Bretaña de la Tercera Vía parece un campo de experimentación audaz en cuanto a su institucionalidad política y que de alguna manera pone en entredicho su historia de moderación, no parece advertirse similar correlación en los asuntos exteriores. El alineamiento automático del gobierno de Blair con la administración republicana norteamericana en el campo de batalla de Irak es un ejemplo de que la promesa imaginada de un orden global con menos "incertidumbres fabricadas" inscripta en la filosofía política de la Tercera Vía no logró un buen discípulo.
¿Y qué es de la Tercera Posición? Transcurrieron demasiado años desde su definición en el pragmatismo de anticipación para una posguerra que estaba en sus albores. También estamos muy lejos de aquel momento en que dicha expresión estuvo pensada como un resultado "natural" de nuestra política doméstica, donde ni capitalismo ni comunismo equivalían a poner en una relación de "armonía" la lógica del capital con la del trabajo en un país donde el progreso industrial indefinido parecía haberse instalado. En otros términos, esa Tercera Posición contenía a empresarios y trabajadores tutelados por el Estado. Seis décadas transcurrieron de ese primer Perón que privilegiaba la armonía, aunque cuando fue necesario encendió el motor de los conflictos.
Pero la Tercera Posición fue mucho más conocida por ser un llamado de atención y una voluntad para diseñar un nuevo orden interno y otro global en un contexto donde los Estados contaban. O en todo caso en donde "lo político" era una modalidad de existencia de la vida comunitaria y una forma de acción colectiva porque hablaba del poder y de la ley, del Estado y de la nación, de la identidad y de la diferencia, de la igualdad y de la justicia, como bien nos lo señala Pierre Rosanvallon (1). Parece que el activismo político heredado de esa Tercera Posición, ahora en manos de Néstor Kirchner, pretende seguir su derrotero.
Si algo parece unir ese viejo mundo ecléctico del peronismo en su Tercera Posición y el más reciente, la Tercera Vía del nuevo laborismo británico, es esta voluntad por recuperar "lo político" aun cuando uno y otro asuman acciones contradictorias.


(1) Rosanvallon, Pierre: "Por una Historia conceptual de lo político" FCE, Buenos Aires, 2003.
     
     
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