Jueves 10 de julio de 2003 | ||
De políticos
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Por Jorge Castañeda |
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Transitamos en Río Negro tiempos electorales. Por doquiera, los candidatos cumpliendo los descoloridos ritos de sus campañas políticas con verbo casi adocenado trajinan con denuedo la geografía provincial. No se cansan como recurrentes maracanases de elogiar divisas desmerecidas y agitar pequeñas pasiones sectarias casi pueblerinas. Fatigan con la proliferación de afiches, blandiendo el oráculo sagrado de las últimas encuestas, con caminatas apresuradas, abusiva publicidad en los medios y los tradicionales asados con toda la parafernalia que este neologismo implica. Buscando alianzas rampantes hacen política a la manera de los príncipes italianos desde el enfrentamiento y la desconfianza. Recuerdan a Ludovico Sforza el Moro, duque regente de Milán, cuando le dijo al cardenal Ascanio: "Monseñor, perdonadme sino confío en vos aunque seais mi hermano". Con la contradicción de volcar el vino nuevo en odres viejos pretenden "aggiornarse" dándose cuenta de que cada vez más la gente rechaza los vicios de la vieja política y reniega de los aparatos de la partidocracia. Vacíos de ideas y de contenido renuevan su mascarada cada cuatro años respondiendo desde la fugacidad mediática con la panacea para solucionar todos los problemas que aquejan a Río Negro. Sin embargo, poco hablan de sus proyectos de gobierno, de planes de desarrollo, de integrar armónicamente los diferentes perfiles provinciales, como si ése fuera un tema menor. Prefieren hablar del adversario o mejor mirar para atrás para endilgar las culpas a gestiones anteriores olvidando que son ellos también parte responsable de esta decadencia que nos afecta. Pábilos que humean, cañas fístulas, esfinges sin misterio, lazarillos ciegos, mascarones de proa cuya nave escora bajo la línea de flotación, quieren vender la baratija de sus naderías. Observando ese discurso descalificante, ya años atrás decía John W. Cooke que "atribuir móviles deshonestos a todos los que no piensen como uno es típico de iracundos ensimismados en la adotación de su propia virtud; y de los híbridos burócratas que mediante personalizaciones sistemáticas tratan de dar algún sentido e interés a sus pleitos sin grandeza; y muy especialmente, de los partícipes de la corrupción, ansiosos de echar sombras sobre la integridad de cualquiera que los enjuicie". Aparceros dogmáticos de sus doctrinas no advierten que la gente está cansada al decir de Abel Posse de "estos comediantes que por el hecho de ser reemplazados cada cuatro años en un desganado domingo electoral se creen dueños del humanismo de Occidente y con derecho a proponernos una vida sin heroísmo, sin fe, sin grandeza y sin dioses". Deben ir al muladar sus arreglos de cúpulas, la desvergüenza de las listas "sábana", y toda una corte de liliputienses cuyas manecitas son los métodos con que se permiten atar al gigante. Río Negro necesita políticos con mayúscula, estadistas, mandatarios de los intereses provinciales, pero sobre todo un cambio imperioso en la forma de hacer política, que si no sirve para promover el bienestar general realmente no sirve para nada. Por eso hoy más que nunca en las puertas de un nuevo siglo los rionegrinos debemos volver a los tiempos fundacionales. |
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