Domingo 6 de julio de 2003
 

Una tenue luz...

 

Por Carlos Torrengo

  La política argentina viene de un largo y extenuante viaje.
De cara a la sociedad, perdió tiempo. Sabe que ahí, el espacio que le da sentido a la política tiene la confianza hecha añicos. Y no ignora que se desdibujó su capacidad de construcción para el conjunto. E incluso su obligación pedagógica.
Así como está, la política no parece servir a nadie. Tiene lastimado su compromiso con la lógica. Lleva largo tiempo bajo cocción a fuego lento y obstinado.
Pero la política busca sus razones para seguir existiendo. Claro, hay que ayudarla. Porque la no política es la noche larga e impune de la dictadura.
Y hay que reconocer que Néstor Kirchner -para sorpresa de muchos- le tiende una mano a la política. Y lo hace con el cuidado de quien sabe que su mismo poder se juega en la partida.
Al menos a hoy ha dignificado la política con varias decisiones. Los términos con los que avanzó en el tema Corte Suprema de Justicia, por ejemplo.
Ahora, demos un salto.
Con este marco a modo de escenario, el sistema político rionegrino también está ante la oportunidad de mejorar su funcionamiento. ¿Desde dónde toma forma esa posibilidad?
Desde la fragmentación de la oferta electoral con la que los rionegrinos llegarán a las urnas el 31 de agosto.
Porque ninguno de los partidos en juego está en condiciones de construir mayorías decisivas. Esos respaldos que otorgan todo el poder a lo largo de toda la línea institucional. Poder que torna asfixiante a la política y al funcionamiento del sistema. Le quita vitalidad. Lo amodorra.
Es la primera vez en la transición que esto sucede.
Ni siquiera el radicalismo está en aptitud de hamacarse soñando lograr esa mayoría. Dueño y señor de la transición, hoy asimila una realidad: la gobernación se gana con 75/ 80.000 votos.
Lejos en la historia tiene el radicalismo el sabor dulce de salir de las urnas atropellando con más de 110.000 votos. Y como Uriburu, en setiembre del "30, gritar: "Aquí mando yo, carajo".
Ahora, la imposibilidad de lograr esas terminantes mayorías incidirá en la composición de la futura Legislatura.
Y no es aventurado prever que esa limitación sea la simiente que, tiempo mediante, torne más transparente y enriquecedor todo el sistema de decisiones del Poder Legislativo.
¿Por qué? Vayamos por parte.
El conjunto de la dirigencia admite que el 31 de agosto no votarán más de 270.000 personas. La coincidencia se prolonga al calcular el monto de sufragios útiles: 250.000.
En ese espacio dirigencial se señala que el 90% de los votos estará en manos de cuatro fuerzas: UCR, PJ, MARA y Frente Grande.
Y siempre a la zaga de estas coincidencias -lo repetimos-, se tiene en cuenta que para ganar será necesario estar en la franja que media entre 70/80.000 votos.
Según una sustanciosa especulación vertebrada en estos datos y sistematizada por el legislador disidente del ARI Guillermo Wood, "lo más factible será que la primera mayoría disponga de un bloque que no superaría los 18 legisladores, la segunda y tercera estarían en condiciones de 10 / 11 bancas y la cuarta entre 3 / 5".
Esto implica que ningún partido tendría con diputados de propio palo los dos tercios, ese poder tan decisivo para definir en la Legislatura.
De ser ésta o parecida la tendencia que definirá la composición del futuro Poder Legislativo, la política rionegrina está ante un escenario alentador.
Veamos:
* Con un gobierno sin mayoría legislativa, su poder tiene condicionamientos.
* Al no tener esa mayoría, desaparece el espacio que tuvo la arbitrariedad que -por caso- convirtió a la bancada oficial en un simple y obsecuente "levantamanos" a la hora de definir proyectos elevados por el Ejecutivo. O un simple y obsecuente levantamanos a la hora de bloquear iniciativas de la oposición.
* Transforma además a la Legislatura en un ámbito de lo que en el estudio de Wood se definen como "coaliciones programáticas similares a las que se forman en los sistemas parlamentarios". Prima la negociación. Si no en pie de terminante igualdad, sí ajena a la presión de una mayoría que se puede cortar sola.
* Está abierta además la posibilidad de que en una Legislatura libre de esa mayoría única y absoluta mejore la calidad del acto legislativo. Se pone en jaque la inercia que provoca, en ese trámite, la aplicación de un poder hegemónico.
Como el que gozó el radicalismo a lo largo de la transición, claro está.
En síntesis, desde la imposibilidad de armar mayorías electorales terminantes, es factible que se esté abonando suavemente en favor de hacer más eficiente el sistema político-institucional de la provincia.
Y que la política se encamine lentamente a ser lo que Carlos Alvarez acaba de definir con rigor: "El poder de la voluntad, una herramienta que debe reconocer durezas y las restricciones de la realidad, pero sin ser condenada al mero ejercicio administrativo" ("Clarín", 4 de julio, pág. 25).
Pero para que desde la Legislatura por venir se formule ese aporte, se requiere una definida y uniforme calidad de legisladores.
Legisladores con capacidad de pensar en términos estratégicos en función del interés del conjunto de la provincia. Un pensamiento integral que perciba la naturaleza y proyección de lo que está definiendo.
Legisladores ajenos a hacer primar los intereses partidarios por encima de cualquier otra condición. O sea, distantes de someterse a la miserable verticalidad que -por caso- ha reclamado el radicalismo a sus bancas para bloquear iniciativas que molestan al caudillo de turno.
Legisladores imbuidos de la convicción que no hay nada más indigno en la vida intelectual de un político -cuando la tiene- que negar el debate de ideas.
Legisladores que no teman a la investigación de los actos del poder.
Como por estas horas, le temen algunos hombres del gobierno radical al informe que en días más se conocerá sobre decisiones tomadas por el gobierno en el campo energético.
Porque en política, el miedo siempre expresa un lado oscuro.

Carlos Torrengo
ctorrengo@rionegro.com.ar
     
     
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