Miércoles 2 de julio de 2003
 

Ahora o nunca

 

Por Laura Hojman

  Un proverbio chino asevera que "un error en la medicina puede poner en peligro una o más vidas, pero un error en la educación pone en riesgo a varias generaciones".
Este escenario de experimentos desde diversas gestiones y despachos céntricos con los chicos argentinos desde hace más de una década y sin conocer sus realidades, en el marco del bajo rendimiento y escasa exigencia y de sistemáticas pérdidas de ciclos lectivos, llegó a su límite.
Es tiempo de resolver con hechos cómo se revierte esta condena al fracaso a millones de futuros adultos.
Para muchos integrantes de la comunidad educativa la pérdida de días de clases no se resuelve con un pacto, una declaración, ni con la evaluación más prestigiosa o de moda, sino que se hace cumpliendo y comprometiéndose día a día y mínimamente con lo que hay.
Existe una Ley Federal de Educación, que a diez años de su sanción no cumplió el objetivo de duplicar el presupuesto educativo; un Pacto Federal de setiembre del "95 que no garantizó calidad ni más días de clase, ni la mejor capacitación docente, ni la refacción de la infraestructura escolar y también varias declaraciones de ministros acerca de que "la educación es cuestión de Estado".
También existen los maestros, el último y más importante eslabón de la cadena, que continúan siendo postergados, maltratados laboral y salarialmente como si lo suyo no fuese un trabajo y para quienes cada día se les pide algo más.
Este protocolo puede llegar a tener el mismo destino de muchos anuncios que hoy duermen en cajones, mientras los chicos quedan rehenes de la pelea entre maestros que no cobran sus sueldos y gobiernos provinciales que argumentan estar quebrados. Pero a la hora de las campañas preelectorales, el discurso de la educación llena muchas bocas.
Esperemos que este pacto se materialice en una ley. Hoy existe en la letra de un proyecto del Ejecutivo en cuyos nueve artículos consagran el derecho de los niños a la educación, el derecho a la huelga y establecen las obligaciones de los gobernantes a cumplir con sus deberes de estar al día con los sueldos.
El espíritu de esta iniciativa, y dato bastante alentador, está acompañado por un fondo de recursos que previó la Nación para auxiliar a las provincias -unas siete- más complicadas en atrasos en el pago de salarios y así garantizar mínimamente los 180 días para todos los chicos.
Con el logro de este objetivo mínimo de clases, habrá que pensar en el próximo objetivo, que es asegurar otro mínimo de 10 años de escolaridad para los chicos argentinos y más tarde pensar en la universalización del secundario, que de aquí a las puertas de un nuevo decenio será una meta básica en todo el mundo. (DyN)
     
     
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