Miercoles 2 de julio de 2003
 

De visita en Europa

 
  En algunos lugares y épocas, los responsables de la política educativa de las distintas sociedades ponen el acento en la calidad, lo que suele redundar en un sistema "elitista" en el que una minoría recibe una formación sumamente exigente, pero los demás son conscientes de su incapacidad para mantenerse a su altura. Sin embargo, en aquellas sociedades que optan por priorizar la igualdad por encima de la calidad, los perjudicados no son los ricos sino los más talentosos de recursos limitados que raramente disfrutan de oportunidades para aprovechar sus dotes al máximo: por paradójico que parezca, a juzgar por los resultados las políticas educativas resueltamente igualitarias suelen ser en verdad mucho más elitistas o clasistas que las reivindicadas por sus adversarios.
Como es natural en democracia, hoy en día los ingenieros sociales llevan la voz cantante en casi todos los países del mundo occidental porque, lo mismo que el ministro de Educación, Daniel Filmus, del gobierno del presidente Néstor Kirchner, creen que el objetivo principal de la educación ha de consistir en asegurar la igualdad de oportunidades para que no haya ninguna diferencia entre los colegios de las zonas más pobres y aquellos de los barrios prósperos y también que no exista discriminación alguna entre los hijos intelectualmente ambiciosos de profesionales de clase media acomodados y sus coetáneos de familias que nunca han manifestado una pasión por los libros por preferir, cuando de modalidades expresivas se trata, aquellas fiestas populares que tanto entusiasman a los sociólogos a cargo de la Secretaría de Cultura de la Nación. Aunque Filmus insiste en que también es partidario de la calidad educativa y que quiere introducirla a los lugares más atrasados del país, entenderá que combinarla con la igualdad no es fácil en ninguna parte. Por el contrario, en los países más ricos, los intentos de democratizar la educación han desatado fuertes debates entre los defensores del papel social del saber, de los cuales muchos parecen convencidos de que todas las diferencias entre las personas se deben a "la injusticia social" y nada más, por un lado y, por el otro, los que lamentan la tendencia resultante de reducir cada vez más las exigencias, eliminando o desprestigiando materias difíciles, simplificando los exámenes o aboliéndolos y multiplicando la cantidad de los cursos universitarios para que hasta los más ignorantes y los más holgazanes puedan conseguir un diploma. En tales sociedades, muchos que son reacios a resignarse a la oferta igualitaria local terminan estudiando en el extranjero: si optan por quedarse, privan a su país de origen de sus talentos; si deciden regresar, formarán parte de una élite aún más exclusiva que la que hubiera producido un sistema sesgado en favor de los académicamente dotados.
Por desgracia, en nuestro país el problema planteado por el conflicto entre el respeto por la calidad y la voluntad de hacer de la educación un instrumento que sirva para que la sociedad se haga más coherente dista de ser meramente teórico. Todos los años estallan escándalos ocasionados por el nivel lamentable alcanzado por los que después de terminar el ciclo secundario aspiran a convertirse en médicos, físicos o ingenieros. Por tratarse de profesiones en las que las normas son internacionalmente reconocidas y en que, de todos modos, sería suicida permitir que cualquiera las practicara, democratizarlas es claramente imposible. En otros ámbitos, en cambio, el relativismo igualitario puede imponerse por parecer no tan importante que las pautas sean objetivas o por lo menos mensurables. Huelga decir que como consecuencia del facilismo políticamente motivado así supuesto, la calidad de la educación pública y privada en el país se ha deteriorado mucho en el transcurso de los años últimos, retroceso que tuvo repercusiones muy negativas en la sociedad, contribuyendo a las notorias deficiencias políticas y económicas que perjudicaron a virtualmente todos. Aunque es comprensible que al gobierno actual le haya gustado la idea de anteponer la igualdad a cualquier otro factor, si en aras de ella priva de oportunidades a los jóvenes pobres más talentosos, el resultado no será una sociedad más solidaria sino una que esté aún más fragmentada que la actual.
   
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación