Sábado 12 de julio de 2003

El show, siempre, debe seguir

Opinión

Hubo un tiempo en que el deporte, aparentemente, servía para trasmitir valores de sacrificio, solidaridad y juego limpio. Aún hoy, pese a que corrió mucha agua bajo el puente, hay quienes presentan al deporte como un mundo ideal, una familia Ingalls cuyo tío bueno es el barón de Coubertin, el hombre que fundó el movimiento olímpico.

Lástima que ese tiempo, si acaso existió, no haya contado con todo el aparato mediático actual, el universo de radios, canales y suplementos de diarios que hoy se dedican las 24 horas del día al deporte. La historia indica que, en realidad, aquellos viejos tiempos, no fueron tan rosa como nos gusta recordarlos. Pero los tiempos actuales están adquiriendo contornos decididamente obscenos El aparato mediático utiliza hoy al deporte como principal herramienta en el negocio del entretenimiento. Es un juego de difícil equilibrio. Porque los mensajes que a través de los medios está trasmitiendo hoy el deporte de alta competencia, no sólo se chocan de bruces con los viejos ideales, sino que, por momentos, parecen completamente ajenos a la realidad, como si viviera en un mundo aparte, en una República independiente en la que todo está permitido ¿Cómo puede entenderse, si no, que los campeones mundiales del '78 hayan rechazado en su reciente homenaje la fantástica ocasión que tuvieron para abrazarse con las Abuelas de Plaza de Mayo en el Monumental y trasmitir un mensaje conjunto a la sociedad, que aún busca a más de cuatrocientos pibes secuestrados bajo la dictadura? ¿Cómo fue posible que el fútbol tuviera hoy la misma actitud autista de veinticinco años atrás? ¿No habrá sido eso lo que derivó en un festejo casi culposo, mal promocionado y con apenas 8 mil personas en las tribunas, mientras a esa misma hora otras 50 mil personas iban a la Plaza de Mayo a escuchar a Víctor Heredia y León Gieco para ayudar a las víctimas de la inundación en Santa Fe?

¿Y la vulgaridad del festejo simultáneo del Boca campeón de la Libertadores y del River campeón del Clausura? ¿Nadie le dijo a los jugadores que ese show de barbijos que tapan supuestos malos olores, cantitos que glorifican a asesinos y provocaciones xenófobas y homofóbicas podrá resultar divertido en sus concentraciones, pero no en la TV, que, igual que algún patrocinador, se prestó gustosa al espectáculo? ¿Es ese el mensaje que hoy puede ofrecer el deporte? "Si sos famoso –dijo una vez Guillermo Vilas parafraseando a Richard Burton- no te escondas para orinar, aprendé a orinar en público".

¿Y qué decir de la FIFA, cuyo presidente, Joseph Blatter, aprovecha la muerte del jugador camerunés Marc Vivian Foe para reanudar su campaña por campeonatos nacionales más cortos, mientras su propia entidad crea nuevos torneos y aumenta la competencia para satisfacer a sus patrocinadores?

¿Hablamos del mismo Blatter que se presentó personalmente a la concentración de Camerún para decirle a sus jugadores que debían jugar la final contra Francia, pese a que todavía lloraban la muerte de Foe?

Así es, es el mismo Blatter que ya está hablando de una nueva reelección, igual que sus amigos Ricardo Teixeira en Brasil y Julio Grondona en Argentina, cada uno con décadas de poder y revelando que la globalización de la democracia no ha llegado aún a su territorio.

El fútbol, deporte rey, no está solo. Este mismo año, por citar apenas un ejemplo, los hermanos Michael y Ralf Schumacher dejaron a su madre moribunda en un hospital para poder presentarse a la hora de la partida en una carrera de Fórmula 1. Su madre, como se preveía, murió esa misma noche. Pero ellos la dejaron para correr. Muchos elogiaron su "temple". El deporte no tiene límites. Y nadie se los impone  

Ezequiel Fernández Moores

 

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