Martes 1 de julio de 2003

El discreto encanto de un técnico burgués

El técnico chileno, que consiguió su segundo título en la Argentina, representa un perfil que no abunda en el mundo del fútbol, tan habituado al discurso fácil y el

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De discurso socrático y florido, enemigo de los excesos, Pellegrini es una "rara avis" del mundo de la pelota.

 

De haberlo escuchado entonces, hace unos meses en un programa de TyC Sports comiendo un típico asado argentino, más de un fanático de River hubiera entrado en coma 3. El desahogo de ayer, después de tanta pasión contenida, opacó otra declaración de hierro del ingeniero Pellegrini. ¿Qué dijo en ambas ocasiones el impertérrito entrenador? Dijo (palabras más o menos): que él sentía que estaba llegando a un pico de su carrera, que no tenía demasiados proyectos de gloria para el futuro, que a sus 40 y tantos años, pensaba que no le quedaba tiempo para emprender ciertas empresas faraónicas, que no se hacía problema, que estaba hecho, que de no haber ganado este campeonato igual se iba tranquilo porque sus deseos más íntimos habían sido colmados, que el triunfo es una cuestión externa, nada más que una chapa que no tiene valor frente a la realización personal Cualquier hijo del fanatismo futbolero no dudaría en gritar, conmovido, asustado, furioso, ante semejante pensamiento de corte socrático y de rasgos orientales, un bien entonado y viril: "Peeeerrrrdeeeedoooorrr!" o mucho peor. Lo interesante del asunto es que Pellegrini estuvo a punto de hacer honor a ese calificativo. Por poco y no lo cuenta en River para irse de una de las mayores instituciones deportivas del planeta, con la cabeza gacha.

La diferencia entre un entrenador normal y este extraño ser émulo de Fox Mulder (de los "Expedientes Secretos"), es que en su caso, esa cabeza inclinada hacia el centro de la Tierra, habría sido producto de una intensa reflexión y no de la congoja.

Pellegrini tiene varios puntos de contacto con personalidades como la de Marcelo Bielsa, también con Sócrates, Epicuro y Marco Aurelio. Recuerden la calma exasperante de Sócrates antes de tomar la cicuta. El llanto de sus compañeros. Piensen en el estoicismo con que el emperador romano asistió a la pacificación de Roma a pesar de sus dolorosos achaques corporales.

Mientras el escenario de los hechos se derrumbaba ellos tuvieron la virtud de mantener la calma. Como si los resultados representaran peldaños de una enorme escalera que acaba en el conocimiento y no en la gloria Todavía hoy se lo fustiga a Bielsa por no poner a Batistuta y Crespo en los desesperantes últimos minutos del último partido de la selección. Todavía se lo increpa a Pellegrini por haber sacado a Cavenaghi del partido que River ganaba dos a cero en la Bombonera Los técnicos como "el inge

niero" son muy raros en la Argentina. Para colmo el hombre es chileno, un país que no se destaca por sus éxitos internacionales en materia de clubes o selecciones. "21.30 sale el vuelo a Santiago. No te lo pierdas Pellegrini", decía hace un mes un cartel en el Monumental. No era un chiste. Ayer un hincha del club fue más claro todavía al decirle a Fernando Niembro que con el título en la mano lo único que restaba era que "ese señor deje el banco".

No sería tan extraño que Pellegrini partiera (motivos diplomáticos no faltarán). Al fin de cuentas ya mostró su punto de vista. Lo graficó con el campeonato: 16 triunfos, 1 derrota.

Sin embargo, aquí no estamos hablando de victorias sino de estilo, de cultura en el sentido más amplio de la palabra. Pellegrini tiene todo eso, además de dinero, con lo cual completa el círculo de fuego que exige los convencionalismo del Primer Mundo. Allá irá tarde o temprano, a lucir su gesto de Batman.

Pellegrini no es hijo de este fútbol ni de esta corriente de pensamiento. "El ingeniero" ha optado por ser constructor de su propio destino. Extranjero en cada una de las canchas que pisa.

Su don de gentes -al estilo de Angel Cappa y Jorge Valdano- esconde la "honestidad bruta"" de sus convicciones. Sonreirá para la cámara sin abandonar un camino que habla de la calidad táctica del juego y de los resultados posibles, donde empatar y perder 1 a O son hipótesis adultas.

No hay razón para llorar si dejamos el alma y no hemos perdido la elegancia, diría Pellegrini. Como dijo Valdano, hace unos años en el Real Madrid, y lo echaron de la dirección.

Que difícil entenderlo cuando nos persigue el monstruo del éxito. La obsesión por el orgasmo rápido e indoloro y no la pasión de vivir cada momento en el momento.

 Claudio Andrade

candrade@rionegro.com.ar

 

 

 

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