Miércoles 30 de julio de 2003 | ||
Mediomundo Dosis Las píldoras del doctor Petinatto no se deben tomar en ayunas. Los domingos a la noche, desde su programa "Que parezca un accidente" por TN, este médico sin título oficial y de sospechosa apariencia, a pesar de su traje y su cabello domado con gel, entrega compulsivas dosis de ironía, desparpajo, existencialismo, y cuando la noticia lo requiere, de realismo mágico. Qué otra cosa se puede pedir de un ciclo que repasa la cotidiana odisea nacional. Ya antes había demostrado el saxofonista y sofista contemporáneo su proverbial talento para hacer música con la insensatez humana. Petinatto es el antídoto que nunca debe faltar en el botiquín o en la heladera. Como el Ibupirac de los críos o el vodka antártico de papá. Ya era hora de que hiciera un programa en televisión dedicado únicamente a hojear la realidad al estilo de los grandes conductores americanos. Declaraciones futboleras o políticas, hechos extraplanetarios, opiniones, artículos varios acerca de la depresión de la foca caribeña, nos van dejando durante la semana entre confusos y aterrados. Como si la estupidez a veces fuera tan grande que el cuerpo y el alma no supieran por donde abordarla y mucho menos cómo digerirla. Una ballena franca en la pelopincho que tenemos en el patio trasero del cerebro. Araceli declara por quintuagésima vez alguna de sus ya odiosas, insulsas y dramáticas máximas acerca del amor, la pasión y otras cuestiones esenciales y nos quedamos así, sorprendidos, estampados cual una mariposa cegada contra un fluorescente. La capacidad de absorción de basura tiene un límite y cada tanto necesitamos que alguien lo señale. Petinatto viene a ser una suerte de remedio homeopático en este circo romano donde todos terminan heridos de taradez mental. El hombre usa la fuerza del mal para revertirlo en una sensación placentera. Si algún personaje se ha tomado sus buenos dos o tres años en mostrarnos lado profundo de su vida dedicada a enredos de telenovela venezolana, Petinatto tiene la delicadeza de despachar esa truculenta historia en un gag de dos segundos. De darle un verdadero sentido y un contexto a la tontería ajena. ¿Qué hacen los países del primer mundo con los desechos radioactivos? Tarde o temprano nos enteraremos. El asunto es ¿qué hacemos con los desperdicios que de un modo u otro atraviesan nuestras pupilas? Petinatto ofrece una respuesta al enigma. Su locuacidad, su inteligencia, su furia convertida en chiste perfecto nos purifican. Nos quitan la responsabilidad de ocuparnos de tanto pobrerío de ideas. El domingo pasado hizo un recuento de frases bobas de la cada vez más gruesa Araceli González -una contrariedad para una mujer linda que tiene un rostro llamativamente pequeño. Todo indica que tarde o temprano terminará siendo una caricatura de sí misma-, y de paso recordó la inagotable cantidad de romances entre famosos que más que concluir se reciclan hasta lugares que superan cualquier fantasía. De pronto todo el cúmulo de groserías, de insultos a la inteligencia, a las maravillosas habilidades amatorias de nuestra condición, cobró una nueva figura bajo un gag del conductor. La chispa que ilumina el ocaso. Roberto Petinatto con un comentario cruel y divertido puso en evidencia, otra vez, el continente sin contenido: "¿Vieron que cuando las mujeres famosas se separan adelgazan, muestran el culo, las tetas....roguemos a Dios porque César y Mónica sigan juntos por mucho tiempo". Y con las manos levantadas a la manera en que lo hacen los obispos cuando piensan en San Pedro cerró su programa. Buenas noches, dije, y soñé con los angelitos. Claudio Andrade candrade@rionegro.com.ar
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