En clave de Y

Edad mágica

¿A quién se le ocurrió llamar "Media" a la Edad Media? ¿Cómo es que una etapa de la humanidad tiene bastante categoría para ser registrada con entidad propia, y al mismo tiempo es eso, la que quedó en el medio? Ahí está la pobre, "un interregno oscuro" - así nos enseñaron- entre la Antigua y la Moderna.

Bien: he aquí que me propongo reivindicar a la Cenicienta de la Historia. Y esto lo hago porque, a su manera, está pasando factura todo el tiempo. Como mis hermanos del medio, que no pierden oportunidad de recordar que ellos no tenían roles definidos, no eran ni los mayores ni los chiquitos, que eran del montón; y eso, cuando son diez los hijos de sus padres, se nota. Claro, ellos no saben lo que es "Beba, dónde está Panchito, Beba, decile a Rudy que vaya a comprarle champú a Marielita, Beba, sos la mayorcita". A mí tampoco nadie me preguntó qué rol quería. Las cosas eran así, y punto.

La Edad Media sufrió la censura del Renacimiento, cuando los tipos "descubrieron" a los griegos, y adiós pasado inmediato. De ahí en más, usted tuvo que memorizar que se la pasaron quemando brujas, matando gente y censurando todo. Es verdad, pero no es todo lo que pasó. También es verdad que esa noción de la historia humana como superación permanente sufrió ciertos embates de la realidad, porque la Revolución Industrial consumió -literalmente- miles de niños, los esclavos cimentaron más de un imperio contemporáneo, y Hitler está ahí nomás, a la vuelta de la esquina. Eso, para dar sólo algunos ejemplos.

Pero resulta que fue en la subestimada Edad Media cuando nacieron las grandes universidades, cuando la tecnología se impulsó con entusiasmo al compás de la necesidad de dominio de los señores feudales, cuando creció el comercio alrededor de los castillos y alcanzó dimensión internacional. Esto es, a nuestra Cenicienta debemos gran parte de lo que somos, lo que sea que este "somos" signifique.

Y además, estaba la magia. Las personas podían convertirse, por obra de encantamientos, en otros seres; las enfermedades se curaban con pócimas rarísimas a la luz de la luna; se buscaba el nombre secreto de Dios, que abría todos los arcanos; los duendes y trasgos podían interferir en la vida de cualquiera; el valor energético de las piedras era asunto muy serio. La magia también está tomando su revancha, no importan las palabras: medicina alternativa, homeopatía, reiki, gemoterapia, lo que le guste para equilibrar la locura tecnológica. Hablando de tecnología, ya estamos con el genoma humano buscando los rasgos perfectos, y ya inventamos seres como la oveja Dolly.Y lo que no sabemos...

No quemamos brujas, es cierto. Bien que hay que reconocerlo: tenían juicio previo, y ahí se terminaba todo, a la vista del pueblo; oportunidades que no tuvieron nuestros desaparecidos. Pero no creo que le cueste trasladar esas llamas a las cruces encendidas frente a las casas de seres humanos de raza negra -cuando no consumiendo algunos de paso-, o se olvide del señor McCarthy, senador él, sin dejar de mencionar a la variante contemporánea de borrar a alguien del mapa negándole su presencia en los medios: ya se sabe, lo que no sale en los medios no existe. Como dicen en la cocina política de Buenos Aires, "lo sacan de la góndola".

Subterránea, combatida, transgresora, la magia siempre está. Así que yo rebautizo a la Edad Media y le llamo la Edad Mágica. Y esta mina quién es para hacer eso, dirá usted. ¿Y qué? Si nos pasamos años y años, libros y exámenes, saquen una hoja, prueba escrita, repitiendo como loros "la Edad Media empieza cuando... y termina cuando.... dividida en Alta y Baja", (¿ y esto con qué se come, por dónde subía, a dónde iba, y quién la bajó? ), por qué no puedo yo reivindicarla destacando un rasgo que es, sí, un algo. No un pasillo entre, un "interregno oscuro". Cenicienta merece encontrar el otro zapatito.

Beba Salto

beba@hotmail.com