El último de los escritores salvajes

Ayer a los 50 años falleció el premiado escritor Roberto Bolaño

Bolaño murió en Barcelona. Padecía una grave insuficiencia hepática y esperaba un trasplante.

SANTIAGO DE CHILE/BARCELONA (DPA).- El escritor chileno Roberto Bolaño murió ayer a los 50 años en la ciudad española de Barcelona, donde esperaba un trasplante de hígado. Bolaño padecía una grave insuficiencia hepática desde hace más de diez años y en abril pasado confirmó que sólo un trasplante le podría salvar la vida. En espera de esa intervención, el escritor había pospuesto su próxima novela, "2666", en la que en más de mil páginas abordaba los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez (México).

El escritor chileno se caracterizó por una vida trashumante y una lengua afilada que le provocó numerosos debates con literatos de su propio país y de otras naciones iberoamericanas. Llegó al mundo en 1953 en Santiago de Chile, pero a los 15 años ya estaba viviendo en México, donde comenzó a trabajar como periodista y se hizo trotskista. En el 73 regresó a su país y presenció el golpe militar. Se alistó en la resistencia y terminó preso. Unos detectives, amigos de la adolescencia, lo reconocieron y lograron que a los ocho días abandonase la cárcel. Se fue a El Salvador, donde conoció al poeta Roque Dalton y a sus asesinos.

En el 77 se instaló en Europa, principalmente en España, donde ejerció una diversidad de oficios: lavaplatos, camarero, vigilante nocturno, basurero, descargador de barcos, vendimiador. En los 80, por fin, pudo sustentarse ganando concursos literarios. A fines de los 90, la suerte empezó a estar de su lado: "Los detectives salvajes" (1999) obtuvo el Premio Herralde de Novela en España y el Rómulo Gallegos de Venezuela, considerado el Nobel de Latinoamérica.

El escritor se asentó finalmente en Blanes, un pueblo de treinta mil habitantes a media hora de Barcelona, donde vivía en la casa de su mujer y sus dos hijos pequeños. Aunque siempre prefirió la tranquilidad al bullicio y evitaba las entrevistas porque pensaba que todo lo que importa está e sus libros, nunca tuvo pelos en la lengua para opinar irónicamente sobre todos los temas y personajes, y no dudó tampoco en desembarcarse de la causa cubana aunque murió sintiéndose un hombre de izquierda.

En declaraciones que dio a la prensa, sostuvo que nunca se sintió exiliado: "Lo que sí me he sentido es extranjero, pero extranjero me he sentido en todas partes, empezando por Chile. Como fui un niño pedante, ya desde niño me sentía extranjero" Bolaño no tuvo problemas en pelearse con casi todo el mundo literario chileno, incluso con algunos que lo aprobaban, como Luis Sepúlveda, de quien llegó a decir que su bestseller "Un viejo que leía historias de amor" era un "plagio" de la novela "El viejo y el mar" de Ernest Hemingway. Sus dardos también los apuntó a Hernán Rivera Letelier ("La reina Isabel cantaba rancheras"), a Diamela Eltit ("Lumpérica") o el Premio Nacional de Poesía Raúl Zurita ("Anteparaíso"). A estos dos últimos los consideraba parte de una van guardia de una "mediocridad impresionante".

En cuanto a los escritores latinoamericanos, del poeta César Vallejo señaló: "Es la virtud y la torsión. La lírica que se autofagocita". De Juan Carlos Onetti: "Es para mayores de treinta y tres años". De Jorge Luis Borges: "Es el centro del canon de Latinoamérica". De Pablo Neruda: "Tiene dos libros extraordinarios y nada más". De García Márquez: "Es un hombre encantado de haber conocido a tantos presidentes y arzobispos".

En abril pasado confirmó al diario "El Mercurio" los rumores que corrían sobre su salud. Al ser consultado sobre cómo le gustaría que fuera la ceremonia de su entierro, afirmó: "Una en la que yo pudiera llegar al cementerio por mis propios pies. O, en su defecto, una ceremonia vikinga. El muerto, su hijo y sus amigos fantasmas. Nadie más" Dentro de sus obras figuran: "Literatura nazi en América" (Seix Barral, 1996), "Los perros románticos" (Lumen, 2000), entre otras.