Martes 15 de julio de 2003 | ||
The Beats, casi unos escarabajos La mejor banda 'beatle' del mundo presentó en Neuquén su show "Un viaje en submarino amarillo". Más de 1.500 personas colmaron dos funciones en el Teatro Español y con su imaginación cum NEUQUEN (AN).- La sensación es algo extraña. Mientras nuestros ojos nos dicen que lo que estamos viendo no es real, que es sólo el fruto de una excelente puesta en escena, los oídos opinan lo contrario. Pugnan por hacernos creer. Y es cierto, hay engaños a los que nos entregamos con más facilidad que a otros. Puestos en esa disputa sensorial -los ojos dicen "no" y los oídos "sí"-, no queda más que sentarse en la butaca y entonar alegremente los "All you need is love" y "Ob-la-di, ob-la-da" del caso, con una sonrisa un tanto incrédula y bastante nerviosa por que lo que se está viendo es una extraña combinación entre la carta tantas veces remitida a Papá Noel y atendida de una vez por todas, un viaje en el tiempo sin la necesaria mediación de algún improbable amigo de la NASA o la de H. G. Wells, y el sueño cumplido de cualquier tipo que alguna vez haya prendido la radio. En Ecuador o Madagascar. Ninguna de las 1.600 personas que asistieron a las dos funciones que The Beats -"la mejor banda beatle del mundo"- ofreció en esta ciudad pudo exceptuarse del inocente pecado de cerrar los ojos y plantearse la disparatada posibilidad de hacerse una idea de cómo sonarían los Fab Four "live". Así, todo adquiere los ribetes de uno de esos fenómenos colectivos de fe. Miles de personas en un espacio cerrado creyendo en el cumplimiento de algo imposible. The Beats tocaron más de una veintena de temas por espacio de dos horas. Hubo lugar para los gritos agudísimos de la chicas, en lo que fue un lógico correlato de lo que sucedía en el escenario. Jóvenes de ahora como si fueran las poco agraciadas y feroces adolescentes liverpoolianas de antaño mordiéndose los nudillos libidinosamente. En "Un viaje en submarino amarillo", tal es el nombre del espectáculo de The Beats, hay algo de "compruébelo usted mismo". Entre set y set, una pantalla sobre el escenario ilustra con aspectos de la biografía de los de verdad. De pronto todo funde a negro, y otra vez la versión argentina sobre la tablas, escenificando lo que el filme ofrecía hasta pocos segundos antes. Prueba superada: las diferencias fí sicas son entendibles y las voces y la música, idénticas. Así pasan The Beats, primero, con coloridos y lisérgicos uniformes a lo "Sgt. Pepper's Lonely hearts Club Band"; después como los desprolijos y cerveceros Beatles en iniciática gira alemana vistiendo "desaliñados" atuendos de cuero; pero también como los Beatles cruzando la "Abbey Road". Entre tanto, suenan bien arriba versiones tan frescas como desde hace décadas de "A hard day's night", "Help" o "Let it be", tal como si recién hubiesen sido conjuradas por las cuerdas vocales de John, Paul, George, y Ringo. Quedó demostrado: cada uno de los beats es un excelente cantante. Lo cierto es que al margen de lo estrictamente musical también son excelentes actores. Para llegar a ese grado de mimetismo, hace falta estar bastante loco, pero también sesiones interminables de videos y ensayos. Lo dicho: ahí hay mucho trabajo. Nadie nace cantando "Imagine" de ese modo. Por más que esté a la vuelta de cualquier dial. Por lo demás, con tener la fortaleza como para soportar que cada uno de los que van al show cierre los ojos y sonría para una foto que sólo guardan ellos como recuerdo, debe alcanzarles como para ser felices. Y la verdad es que a nosotros también.
Fernando Castro
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