Sueños y conflictos en la Bienal de Venecia

La "muestra de muestras" cumple

50 años exponiendo el arte del mundo.

VENECIA (DPA).- "Una muestra de muestras". Así se presenta la Bienal de artes visuales de Venecia, abierta hasta el próximo 2 de noviembre. En su edición número 50, los números redondos y la madurez invitaban a la memoria y a mirar hacia el futuro, por lo que el actual director, Francesco Bonami, eligió titularla "Sueños y conflictos: la dictadura del espectador".

Esculturas de la artista colombiana María Fernanda Cardoso.

La Bienal de los récords, con 380 artistas de 63 países y 15.000 metros cuadrados de exposición, llega de la mano de once curadores en vez del responsable único habitual hasta ahora.

En sus espacios hay sitio para los pabellones de los países, entre los que destacan este año las naciones poderosas en el mundo del arte como Gran Bretaña, Francia, Alemania y Estados Unidos.

Pero también España, que a través de una polémica obra de Santiago Sierra sobre las fronteras y la inmigración -con un pabellón cerrado a todos los no españoles- ha conmocionado y generado mucho debate, y Luxemburgo, ganador del León de Oro con un pequeño y periférico pabellón a cargo de la artista Su-Mei Tse.

También se exhibe arte árabe, de Lejano Oriente, que sigue siendo uno de los más poderosos a nivel creativo, y de numerosos artistas latinoamericanos, un total de 46, entre los que se cuentan dos de los once curadores, el mexicano Gabriel Orozco y el argentino Carlos Basualdo.

Orozco se encarga de la sección "Lo cotidiano alterado", mientras que Basualdo organiza "La estructura de la supervivencia". El propio Bonami es el responsable de los espacios "Clandestino" y "Retrasos y revoluciones", aquí junto con Daniel Birnbaum. El resto de los curadores son Gilane Tawandros ("Desprendimientos"), Igor Zabel ("Sistemas individuales"), Hou Hanru ("Zona de Urgencia"), Catherine David ("Representaciones árabes contemporáneas") y Molly Nesbit, Hans-Ulrich Obrist y Rikrit Tiravanija ("Estación: Utopía").

En una muestra ideada para ser vista desde el dictado, más que dictadura, del espectador, los visitantes pueden dejarse llevar por sueños y utopías, placer o crítica social, refle

xionar sobre la supervivencia en los países en desarrollo o jugar con los objetos cotidianos, en lo que Bonami describe como un archipiélago de islas, muchas imaginarias y otras físicas, como la de la Giudeca, donde se encuentra el pabellón latinoamericano.

Como parte del ejercicio de memoria por el 50 cumpleaños de la Bienal, una exhibición en el Museo Correr, en pleno centro de Venecia, reúne pinturas de grandes nombres que estuvieron presentes en la muestra internacional, como Andy Warhol, Lucio Fontana, Julian Schnabel o Francesco Clemente.

Al igual que en todas las bienales de Venecia, hay excentricidades, muchas preguntas y polémica: desde artistas desnudos a punto de ser detenidos a actos provocadores como el del artista alemán Christoph Schlingensief, que colocó a siete personas de diferentes nacionalidades sobre unos pilares de tronco a la espera, sin hacer nada.

Pero también hubo preocupación por el caso de la representación de Venezuela, uno de los pocos países latinoamericanos con pabellón en la zona de los Giardini. El artista elegido por una comisión de expertos en su país, Pedro Morales, denunció haber sido censurado por las autoridades por las críticas que aparecían en su obra multimedia a la política y los políticos, como el presidente Hugo Chávez. Morales no pudo exponer su obra en Venecia y el pabellón permanece vacío, bloqueado con una cinta formada por banderas venezolanas colocada por el artista.

Las cuestiones sociales están presentes en gran parte de las obras que se exhiben en una Bienal en la que el conflicto forma parte ya del propio título. En un mundo fracturado, cambiante e incierto, Bonami aspira a proponer un arte "que quiere ser una metáfora y no simplemente un mensaje del mundo".