Sábado 12 de julio de 2003 | ||
Nombres |
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Por la luz que me alumbra: |
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Llegó la anarquía al registro civil, de ahora en más ya no existirá una lista de nombres para los chicos. Cualquiera puede ser el nombre de los niños, es más, hasta se pueden llamar "Cualquiera". Desde siempre existía lo que podría llamarse una especie de democracia controlada, donde uno podía elegir dentro de lo usual. En principio fueron los lugares y los oficios; después, el santoral y los nombres de los abuelos. De pronto, los padres enloquecieron pensando que todos los niños se iban a llamar igual, que uno iba a gritar "¡Albertito!" y se darían vuelta decenas de niños; ergo "mi hijo va a ser uno mas del montón". Ante ese horror y fuertemente influenciados por la nueva ola freudiana, quisieron diferenciarlo desde el nombre. Fue entonces que comenzaron a consultar mapas del archipiélago malasio, los santorales de la baja Sajonia y literatura bizantina. Allí empezaron a salir los Maximiliano, Rodrigo, Fausto, Salomé, Yolanda, Frida y Sheila. En otros tiempos las cosas eran más fáciles y si no, que le pregunten al gringo Meschini, que allá por los años "30 en Mendoza, cuando tuvo el primer hijo pensó el nombre durante 2,7 segundos y le puso "Primo". Al segundo, "Segundo"; al tercero, "Terso"; al cuarto, "Cuarto" y con el quinto batió el récord de 0,3 segundos: "Quinto". A los que sean afectos a esta escuela ortodoxa, les sugerimos la variante de los días de la semana o los meses del año y, si quieren ser realmente esnob, las letras del alfabeto griego. Las generaciones consumían nombres y se agotaban los libros para consultar, pero esto fue hasta que alguien se topó con una revista de la NBA. De allí salieron millones de Kevin, un sinnúmero de Brian y carradas de Jonathan. Pero ahora hay total libertad y la sensación es tan angustiante como pasar de elegir facturas en la panadería del Cholo, donde estamos media hora para decidirnos entre medias lunas y bolas de fraile, a ir a la panadería del centro y tener que elegir delante de un mostrador de vidrio de cuatro metros. En realidad, nadie piensa en el pobre crío que va a cargar con el nombre por el resto de su vida, quizás por eso conocemos tantos "Coco", "Negrita", "Cholo", "Lolo" y "Lito" que esconden los verdaderos Pánfilo, Pancracia, Elpidio y Rudecindo. A veces el nombre suele ser un equívoco inocente entre tramposos dobles apellidos. La guía telefónica es el vívido documento de abonados que merecerían tener un papel de teleteatro: la estanciera maligna, Rosa Espinosa del Campo, el general Armando Guerra Segura, el militante Marco Paredes de la Calle, la mosquita muerta Paloma Paz de Guerra, la artista frustrada Rosa Pinto Flores de Rojo, la acaudalada Clara Vida de Rico y la vegetariana Susana Vida de Huertas. Pero como llegó la libertad, y a la libertad hay que ganársela con osadía, le recomendamos lecturas que serán un caldero de inspiración con nombres originales para sus hijos, como el manual de repuestos de camiones y retroexcavadoras (en alemán), la guía de teléfonos de Namibia y el atlas de protozoarios. Horacio Licera hlicera@rionegro.com.ar |
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