Jueves 10 de julio de 2003

Un septeto para dejarse dominar por el ritmo

El Septeto Matamoros difunde por el mundo la música cubana como herederos de Miguel Matamoros. Sus

 

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El Septeto Matamoros recorre el sur con ritmos calientes.

Liderado por Raúl Emilio Pérez Matamoros, bisnieto del maestro santiaguero Miguel Matamoros, El Septeto Matamoros transita su segunda visita a nuestro país. En octubre del 2002 realizó dos presentaciones en Buenos Aires -La Trastienda y Azúcar Belgrano- homenajeando el legado del Trío Matamoros: una historia que se remonta 32 años atrás, cuando en Santiago de Cuba moría el autor de "Lágrimas negras", una de las obras famosas de aquel conjunto que desde el '71 no tuvo continuación alguna, incluso por los restantes integrantes del terceto, Ciro Rodríguez y Rafael Cueto, hasta que durante 1996, Emilio y su hermano Rubén se dedicaron a formar una agrupación producto del compromiso moral familiar de retomar la obra de don Miguel Hoy Emilio (35) y el Septeto siguen la rica tradición sonera del bisabuelo, con composiciones como "El ciclón", "Son de la loma", "La mujer de Antonio", "Camarones y mamoncillos", "Veneración" y "El que siembra su maíz", que vibrarán por estas tierras del sur junto a "Yolanda" y "De qué callada manera" de Pablo Milanés, y "La Muralla", poema de Nicolás Guillén musicalizado por Quilapayún La agrupación comenzó ayer en Roca una gira que la llevará también a Neuquén.

"Nuestro Ministerio de Cultura -precisa Raúl Emilio- agrupa, mantiene, se da el trabajo de conservar las tradiciones de lo más auténtico de la música cubana. Hace una especie de protección a personalidades como Matomoros, Beni Moré (que supo integrar también el Trío Matamoros), Ignacio Piñeiro y a agrupaciones que hagan su trabajo, el modo de expresar en aquellos tiempos, para que uno siempre pueda inspirarse y vivir de la música que hace."

- ¿Qué le da, le aporta al cubano, escuchar esos sonidos, poesía que perteneció a la generación de sus abuelos o bisabuelos?

- La cultura está muy ligada a la nación, al pueblo. El son es, en la música nuestra, lo más auténtico; ha sido siempre lo más popular que permanente da una enseñanza social, política, una moraleja; refleja lo humorístico, lo picante de nuestra gente. Por eso es que se conserva a nivel del Estado y popularmente, está en la raíz de cada cubano. Así que siempre, nosotros tenemos -como ustedes aquí los asados- en una fiesta, un momento de son, de guaracha, aunque haya canciones grabadas, surge una guitarra; algo muy divertido, como puede ser la milonga o la chacarera."

- ¿Que se escuche y baile la música cubana particularmente en la Argentina, es una cuestión de reconocimiento de la cultura de tu país, o de moda?

- No creo esto último. Las personas de aquí y en otros hemisferios, han seguido siempre nuestros ritmos porque son muy pegajosos. Pegan y son bien recibidos en cada generación que los va conociendo; personas -como dicen ustedes- grandes, jóvenes. Hemos visto, en esta oportunidad y en la anterior que visitamos la Argentina, que ha pegado mucho y siguen sumándose seguidores de diferentes edades. Eso es admirable. No como en otros géneros que los persiguen sólo los jóvenes y otros, la gente madura. Es una liga de todo.

En Buenos Aires aca

bamos de tener una experiencia que sorprendió hasta al productor local, vinieron a vernos una amplia gamas de señores y señoritas. Hay un movimiento muy a favor de nuestra música y no va a salir de moda.

Luego de Buenos Aires y Córdoba, el Septeto pasó por Trelew; ayer estuvo en Casa de la Cultura de Roca y mañana, a las 22, actuará en el Cine Teatro Español de Neuquén. Su espectáculo muestra la esencia espiritual de la identidad de la isla, tomados Guillén y Matamoros como paradigmas de sus artes y tradiciones, más el sonido matamoril que sus herederos ofrecen con suma tradición y respeto; a pura guaracha, guajira y son montuno -raíz genética de la salsa cubana- interpretados con elementos folclóricos como el cuatro, el tumbao sincopado del contrabajo, su percusión cadenciosa y armónica con sabor guajiro. "Me siento, nos sentimos bien porque las personas nos identifican, nos señalan por la calle: ahí van los cubanos, los músicos. Nos dicen que les gusta nuestra música, saben quienes somos y nos admiran, nos piden que les contemos de Cuba. Vemos un movimiento creado alrededor nuestro y de compatriotas que los han visitado desde hace tantos años ya. Tenemos fans, como se dice".

- ¿Hemos aprendido a mover libremente las caderas, los hombros?

- Al principio, los veíamos algo rígidos, notamos eso; pero el trabajo de muchos cubanos que viven en la Argentina y las escuelas de salsa y bailes latimos que crearon, ha permitido que la respuesta ahora sea mejor. Viene a vernos un público que le gusta o quiere aprender, tener esa aventura en el baile. Bailar salsa no es sencillo, hay que nacer. Pero bueno, si uno se pone, se deja dominar por el ritmo, se puede. Todos tenemos la misma anatomía.

- Quizás nos falta más desinhibición para menearnos..

- Exactamente. A eso llamamos sabor, en Cuba. Se crece con eso, por la propia idiosincrasia, es hereditario. Uno ve a un cubanito y puede poner cien latinos, que lo va a reconocer con los primeros sonidos salseros, moviendo el pie, contorneándose en el asiento. Es una cualidad que tenemos, llevamos el ritmo dentro.

Conforman el Septeto Matamoros, además de Emilio en dirección general y clave cubana, Rubén Matamoros en tumbadoras, Yoedis O`Connor en contrabajo, Alexander Cosme en cuatro, Raúl Pérez Lago en bongo y percusión menor, la trompeta de Luis Alberto González y Genaro "Hueso" Camacho como voz líder y maracas  

Eduardo Rouillet

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