Lunes 16 de junio de 2003

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La libertad posible de los que estudian detrás de las rejas

En la Unidad 9 funciona una escuela secundaria.Hay detenidos con excelente promedio y sueñan con la facultad.

 

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Dentro de la Unidad 9 está uno de los tres mejores promedios del sistema educativo neuquino. Los docentes dicen que es una experiencia incomparable.

NEUQUEN (AN).- "Sacame de frente, de perfil tengo muchas, je, je!".

Alfredo Fleitas lanza la frase al fotógrafo y de inmediato muestra la mejor versión de su anchísima sonrisa.

El muchacho, de 26 años, tiene en sus manos un yunque en miniatura (un premio que pocos consiguen) y un diploma que lo acredita como perito auxiliar en relaciones humanas.

Fleitas es un detenido, un preso. Y uno de los tres mejores promedios de enseñanza media de la provincia: 9,88. Es también el mejor estudiante secundario de la Unidad Penal 9 de esta ciudad. Habla de Borges y de Bioy Casares con admiración y familiaridad, y dice que la vida como estudiante y tumbero está en lo que Sarmiento definió como "Civilización o barbarie".

"Acá hay civilización y barbarie", dice Alfredo, quien lleva dos años y medio sin ver la calle, desde que lo trasladaron de la cárcel de Villa Devoto. "Y cuando me trajeron era de noche", suelta, y vuelve a reír El mejor alumno del anexo del Centro de Enseñanza Media 62 lleva seis años adentro y cuenta los 60 días que le faltan para volver a su Buenos Aires querido, a San Telmo y los recovecos que abrazan a la plaza Dorrego. Cuando vuelva a sus pagos todo "va a ser distinto" -se promete- y ya no libera ninguna otra risa.

El viernes a la tarde, en plena huelga de hambre en el penal de máxima seguridad, el anexo del CPEM 62 festejó sus primeros diez años. La ceremonia se realizó en la capilla del penal, el lugar donde a partir de un cura (Francisco 'Paco' Flynn) y los catequistas germinó la idea de que los internos tengan la posibilidad de hacer el secundario. Parecía imposible.

A fines de 2002, el anexo lleva siete promociones consecutivas y los registros cuentan a 35 egresados, muchos de ellos libres y reinsertados en la sociedad que está detrás de los gigantescos (imposibles desde adentro) muros que rodean a la cárcel.

Por primera vez desde que se inauguró el establecimiento educativo, la prensa participó del acto puertas adentro del penal y "Río Negro" compartió la tarde con los internos, los docentes y el personal penitenciario.

Para los ojos que vienen de afuera, los grises se potencian cada vez que se abre o se cierran cada una de las ocho puertas que, al fin, permiten llegar al patio donde están las dos aulas y la biblioteca. Hay sonidos duros, ruido a fierro y chapa gruesa, chirridos de bisagras gastadas y golpes elocuentes, portazos metálicos.

Cada puerta tiene su propio guardiacárcel, que es el único autorizado para abrir o cerrar el paso. Los pasillos huelen a humedad y en penumbras, desde adentro, todas las imágenes hacia el exterior son necesariamente a rayas o cuadriculadas, por las rejas que se adueñan de cada una de las aber

turas posibles. Ya en el patio, desde los pabellones, decenas de ventanas diminutas y oscurísimas no alcanzan a ocultar decenas de pares de ojos que no se ven. Son las miradas de otros presos, algunos de los más de 200 que alberga el penal.

-¿Si esto no es para cualquiera? Creo que no; hay desprenderse de muchas cosas, pero lo que recibís es inmensamente superior. La transformación que he visto en algunas personas es asombrosa, no se puede explicar -afirma Carlos Bonsague, el hombre del Consejo Provincial de Educación que hasta el viernes dirigió el anexo del penal.

Bonsague dio su discurso y al final casi se quiebra. "Lo que se siente acá como docente no se compara con nada", admite el hombre que seguirá ligado al anexo como vicedirector.

Los alumnos son todos condenados a más de cinco años de prisión efectiva. Nadie habla de por qué cada uno está allí, pero hay datos y precisiones que apuñalan el aliento. Son hombres con una historia pesada que dejan de lado cada vez que llegan las aulas, donde no hay reglas ni códigos, sólo pautas de trabajo y ganas de superarse. Allí, están solos los estudiantes con sus docentes: educador y educando. Los guardias se quedan en los pasillos.

Para los internos, "la escuela es sagrada, nos lo hacen sentir así", explica Bonsague quien asegura que jamás sintió miedo. El docente acepta que -por sobre todo- ha tenido que esforzarse por demostrar que nada tiene que ver con el servicio penitenciario.

Entre los alumnos suceden cosas curiosas. Por ejemplo, el amor hacia las materias humanísticas. El flamante abanderado, Esteban Almaza, está fascinado con Sociología. Tiene 9 de promedio y apuesta a mejorarlo. Almaza está en el último de los tres años y sueña con la universidad. "Mi hermano y mi viejo están chochos", dice Esteban, de 25 años.

Entre los egresados que están libres hay uno en tercer año de servicio social, dos que trabajan en comercios neuquinos, uno que cursa una carrera en un instituto terciario y otro (fuera de la provincia) que se especializó en informática. Dentro del plantel de 50 alumnos hay muchos proyectos para quienes, como Alfredo o Esteban, tachan los días que le restan para iniciar una nueva vida posible.

 

Rodolfo Chávez
rchavez@
rionegro.com.ar

 

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