Domingo 1 de Junio de 2003 | ||
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Chicos y grandes en un fantástico viaje a las estrellas en Discoverer | |
CIPOLLETTI (AC).- Con unos 20 metros de longitud, 6 de altura y 8 de envergadura de alas la réplica exacta de la nave espacial se levanta imponente frente al Paseo de la Familia, en el corazón del centro cipoleño. Cientos de chicos, jóvenes y mayores de aquí ay de localidades vecinas se apiñan para acceder al interior, que tiene una capacidad de 40 personas que ofician de tripulantes de una aventura que los lleva a las estrellas, en un fascinante simulacro de vuelo espacial con la misión de colocar en órbita un satélite de comunicaciones, experiencia que queda grabada por siempre en el corazón de todos, en especial de los pibes y jovencitos que salen asombrados, comentando el suceso. El licenciado en ingeniería espacial Roberto Roca es el creador del programa espacial educativo "Discoverer", una exposición que desde hace 10 días, y hasta el 15 de junio venidero, se halla ubicada a lo largo de la calle Roca, entre Italia y Sarmiento. Desde abril de 1896 -cuando empezó a transitar el país- el programa estuvo en unas 500 localidades argentinas y desde ese entonces hasta la fecha pasaron por sus distintas etapas más de 3 millones de alumnos primarios y estudiantes secundarios, y unos 200.000 docentes, aparte del público en general. Para maestros de preinfantil y nivel primario se hicieron en Cipolletti talleres de capacitación en dos jornadas consecutivas. "El contacto directo entre el niño y la máquina opera como un colosal disparador del recurso pedagógico", dijo Roca. En Cipolletti -como ocurrió en otros muchos puntos del país- los responsables del programa han puesto a disposición del municipio 1.000 becas para que concurran de manera gratuita, con atención especial, los alumnos de escuelas carenciadas. Ya pasaron 500, por lo que los docentes interesados en que sus cursos concurran deben dirigirse a las direcciones de Cultura y de Acción Social para retirar los cupos. Para Roca, en la práctica se trata de una universidad tecnológica itinerante que incentiva la avidez infantil porque los chicos luego buscan más datos sobre un mundo que le era casi desconocido. "Es muy lindo, emocionante", dijo ayer Clarisa, una nena de 10 años. "Seño, quiero pasar de nuevo", clamaba Joaquín, un morochito de no más de 9 años con los ojitos brillantes por el sacudón que le produjo el vuelo espacial simulado. Esta infraestructura científica y tecnológica está montada a través de un pabellón de tecnología que permite a los alumnos, y a la gente mayor, tocar y aprender el funcionamiento de aparatos y máquinas. |
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