Enfermos crónicos

Desde aquel retumbar de cacerolas que acompañaba la despedida del sol cada día de diciembre de 2001 a esta parte, pocos y pequeños son los pasos adelante de los que puede presumir haber dado la ciudadanía argentina Entre ellos, el haberse sacudido de sus hombros la imagen de meros espectadores del circense espectáculo de la política y sus actores. Ese cambio de actitud aparece hoy como uno de los fundamentales avances en el camino hacia la profundización del sistema democrático.

El camino es largo, pero incipientes deseos por participar o al menos por estar más atentos que antes al desempeño de los funcionarios evidencian un interés por construir una nueva relación entre unos y otros. En síntesis, cada vez cuesta más que un candidato se pare ante un micrófono y prometa obras sin hablar del cómo de la cuestión. La gente está más atenta y -tal la antigua frase- ya no se traga la píldora.

Por eso asombra observar el transitar de varios dirigentes barriales de Roca por la vida institucional de la ciudad.

Que la violencia esté marcando por estos días la definición de las diferencias políticas e ideológicas en el Consejo de Juntas Vecinales no debe tomarse como un hecho común Nadie puede darse el lujo de acostumbrarse a las amenazas y ataques verbales o físicos tales como los sufridos recientemente por opositores a los mecanismos para la distribución de alimentos enviados por el gobierno provincial. Esa enfermedad crónica que padecen muchos punteros (no les cabe la denominación de "dirigentes" porque en realidad son "dirigidos") debe encontrar su punto final. Punto que no debe comenzar a estamparse a través de denuncias de los medios u otros mecanismos externos. El cambio debe impulsarse desde adentro.

¿Qué piensan hoy los que decidieron hacer política a través de una junta vecinal con el solo objetivo de mejorar la calidad de vida en su barrio? ¿No tienen nada para decir sobre el accionar de unos pocos que perjudica al conjunto? Porque en la calle no se habla del problema que significa uno o dos dirigentes que han desvirtuado el rol institucional de un organismo. Se habla del Consejo de Juntas Vecinales.

¿Están dispuestos a pagar los costos de un proceso violento en ascenso a cambio de la continuidad de las bolsas de comida? La misma dignidad que los llevó a decir basta y poner su nombre en una lista tiene la respuesta.

Por otra parte, y volviendo a los primeros párrafos, es llamativa la incapacidad de las autoridades del Consejo de Juntas para advertir que la realidad se modificó notoriamente en lo referido a la relación entre los actores sociales.

Marcelo Marco -presidente del Consejo y ex titular del Comité Roca de la UCR- tiene todo el derecho de profesar sus ideas políticas y trabajar en pos de un beneficio partidario.

Lo que no puede sostener es que su tarea institucional como dirigente barrial no tiene absolutamente nada que ver con la campaña del radicalismo para las elecciones a gobernador El caso de Marco es sólo un ejemplo de varias situaciones idénticas. Cuando les dicen que hay iniciativas del Consejo de Juntas que responden a intereses del veranismo se irritan y contraatacan hablando de errores ajenos. Alzan la voz "en defensa de los derechos de los barrios", sin notar que allí se encuentra el principal déficit de sus acciones. La gente los conoce, sabe quiénes son, a quién responden y de qué manera reaccionan ante cada situación. ¿Por qué no hablan claro? "Somos radicales y proponemos esto, aquello y lo otro".

¿O no tienen proyectos y la única herramienta a mano es el clientelismo?

Es posible que, aún surgidos los anticuerpos al mal crónico que padecen, los efectos no lleguen para los próximos comicios. Pero que alguna vez se pueda hablar de un real cambio en la política local depende de aquellos nuevos dirigentes nacidos en saludables convicciones. Cuando se animen a quitarse el mote de "cómplices" que hoy llevan encima el proceso estará en marcha. Y a paso firme.

Hugo Alonso

halonso@rionegro.com.ar