Jueves 12 de junio de 2003
 

Los dos fundamentalismos

 

Por Eduardo Basz

  La globalización se impuso al mundo con una promesa de paz y prosperidad. En cambio estamos enfrentados con la guerra y la crisis económica. No sólo la prosperidad ha resultado ser evasiva, las seguridades económicas mínimas de las personas y los países están desapareciendo rápidamente.
En países como la Argentina donde el hambre nunca fue un problema, han empezado a ocurrir muertes por falta de comida, y volvió a países como la India que había eliminado la hambruna, como la de 1942 que mató a dos millones de personas bajo el mando colonial, y proporcionado seguridad alimentaria a través de una política pública dirigida por el proceso democrático de un país independiente y soberano. Incluso las economías ricas de EE. UU., Europa y Japón afrontan una decaída. La globalización fracasó claramente en la mejora del bienestar de los ciudadanos o de los países.
Sí ha ayudado a algunas corporaciones a aumentar sus ganancias y mercados, pero muchas de ellas, como AOL/TIME Warner y Enron, cuyo crecimiento no sostenible estaba basado en la desregulación que acompaña a la globalización, quebraron o se desvalorizaron. Seguir el camino de la globalización demuestra ser una receta para la no sostenibilidad para los ricos y para el empobrecimiento y la indigencia para los pobres.
La paz fue otra promesa de la globalización, pero lo que hemos heredado ha sido terrorismo y guerra. La paz debía ser un resultado del aumento de la prosperidad mundial a través de la globalización. El aumento de la pobreza es la realidad que se revela. Y la inseguridad económica y la exclusión están creando las condiciones para el incremento del terrorismo y el fundamentalismo.
La exclusión económica y política, y la erosión de la soberanía económica nacional están haciendo que muchos jóvenes viren hacia el terrorismo y la violencia como una forma de alcanzar sus objetivos. La erosión del nacionalismo económico y el crecimiento de la inseguridad económica también proporcionan tierra fértil para el ascenso de los políticos fundamentalistas de derechas, con partidos que usan la realidad de la inseguridad económica para echar leña al fuego de la inseguridad cultural, y llenar el vacío dejado por el derrumbamiento del nacionalismo y la soberanía económicos con la agenda del "nacionalismo cultural".
A escala global, la retórica "del choque de civilizaciones" y la guerra contra el Islam realiza la misma función que las agendas políticas exclusivistas de nacionalismo cultural e ideología fundamentalista en el nivel nacional.
Dos formas de fundamentalismo parecen estar convergiendo y comenzando a reforzarse y apoyarse mutuamente.
El primero es el fundamentalismo del mercado de la globalización en sí mismo. Este fundamentalismo redefine la vida como mercancía, la sociedad como economía y el mercado como medio y fin de la empresa humana. El mercado se está convirtiendo en el principio de organización para el aprovisionamiento de comida, agua, salud, educación y otras necesidades básicas; se está convirtiendo en el principio de organización para el gobierno, se está convirtiendo en la medida de nuestra humanidad.
Nuestra humanidad ya no se afirma en los derechos humanos fundamentales consagrados en todas las constituciones y en la declaración de los derechos humanos de la ONU. Ahora está condicionado a nuestra capacidad de "comprar" nuestras necesidades en el mercado global, en el cual las condiciones de la vida (comida, agua, salud, conocimiento) se convierten en las mercancías esenciales controladas por un puñado de corporaciones. En el fundamentalismo del mercado de la globalización todo es una mercancía, todo está en venta. Nada es sagrado, no hay derechos fundamentales de los ciudadanos ni deberes fundamentales de los gobiernos.
El fundamentalismo del mercado de la globalización y la exclusión económica inherentes a él están dando lugar a (y se refuerza y apoya en) políticas de exclusión que surgen en forma de partidos políticos basados en el "fundamentalismo religioso" /xenofobia/limpieza étnica y en el refuerzo del patriarcado y el sistema de clases. La cultura de la mercantilización ha aumentado la violencia contra las mujeres, sea en forma de más violencia doméstica, de casos de violación, de epidemias de feticidio femenino y del incremento del tráfico de mujeres.
Se hace necesaria para desviar la atención pública del impacto negativo de globalización y explicar la falta de empleos y de sustento, y la carencia de satisfacción de las necesidades básicas que resultan de la globalización económica en términos de competencia por empleos y recursos escasos con "minorías" e "inmigrantes".
El fundamentalismo y la xenofobia resultan ser auxiliadores de la globalización corporativa, dividiendo y distrayendo a la gente, dando así protección e inmunidad al proyecto de la globalización patentes para permitir patentes sobre la vida.
En EE. UU. y el Reino Unido, la guerra contra Irak se ha convertido en un divertimiento conveniente de los asuntos de la globalización y el aumento del paro y la inseguridad económica. La política del odio se convierte en el apoyo indirecto al fracasado y fallido proyecto de la globalización.
Necesitamos una nueva política de solidaridad y paz que trate simultáneamente la violencia y la exclusión inherentes a la globalización, la violencia del terrorismo y el fundamentalismo y la violencia de la guerra. Las diferentes formas de violencia y de fundamentalismo tienen raíces comunes y necesitan una respuesta común. La globalización es intolerante a la descentralización, a la democracia y a la diversidad económicas. El terrorismo y el fundamentalismo son intolerantes a la diversidad cultural. Y la máquina de guerra es intolerante al "otro" y a la resolución pacífica de conflictos.
La respuesta a la globalización es la protección y la defensa de nuestras diversas economías a escala local y nacional. La respuesta al fundamentalismo es la celebración de nuestras diversidades culturales. La respuesta a la guerra es el reconocimiento de que "el otro" no es una amenaza, sino la condición previa misma de nuestro ser.
Imagínese cómo sería de diferente el mundo si estuviera basado en una filosofía de interdependencia mutua en vez de la filosofía dominante actual, que está basada en "Para que yo exista, tú debes ser exterminado" o "Tu existencia es una amenaza a mi existencia".
En un mundo basado en la interdependencia más que en la dominación, la exclusión, y la exterminación, Monsanto no podría presentar un acuerdo de TRIPS (Derechos de propiedad Intelectual Relacionados a la Industria) que trata como "ladrones" a los agricultores cuyas semillas Monsanto ha patentado. Monsanto, Syngenta, Ricetec y otros biopiratas tendrían que reconocer que su cosecha está basada en la cosecha previa de los agricultores.
Si las corporaciones biotecnológicas pudieran ver que la humanidad depende de la diversidad biológica, y que la seguridad alimentaria necesita polinizadores y especies de diferentes plantas, no harían uso de cosechas de Bt (Insecticida compuesto de bacterias Bacillus thuringiensis modificadas genéticamente) de ingeniería genética que matan abejas y mariposas, no crearían plantas resistentes a herbicidas, ni borrarían la diversidad de las plantas.
Si el presidente Bush pudiera ver el Tigris y el Eufrates y la civilización de Mesopotamia como antepasados y reconociera nuestras raíces comunes en una evolución común, no entraría precipitadamente para borrar las raíces históricas con bombas no tripuladas y armas de destrucción masiva.
Si los que controlan el capital pudieran ver que su riqueza incorpora la creatividad de la naturaleza y el trabajo de la gente, no crearían reglas de comercio que destruyen la naturaleza y los medios de vida.
El fundamentalismo del mercado y el fundamentalismo de las ideologías del odio y la intolerancia están arraigados en el miedo - el miedo del otro, el miedo de la capacidad y la creatividad del otro, el miedo de la soberanía del otro.
Estamos siendo testigos de las peores expresiones de violencia organizada de la humanidad contra la humanidad porque somos testigos del exterminio de la filosofía de la inclusión, la compasión y la solidaridad. Esto es el costo más alto de la globalización: está destruyendo nuestra capacidad misma de ser humanos.
El redescubrimiento de nuestra humanidad es el imperativo más alto para resistir e invertir este proyecto inhumano. El debate sobre la globalización no es sobre el mercado o la economía. Es sobre recordar nuestra humanidad común. Y el peligro de olvidar el significado de ser humano.
     
     
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