Lunes 2 de junio de 2003
  ¿Y quién recuerda ahora...?
 

Por Martín Lozada

  Cuando Hitler ordenó avanzar sobre Polonia en 1939 y dispararle a todo cuanto se moviera, tuvo la osadía de preguntarse: "¿Y quién recuerda ahora la matanza de los armenios?". Se refería así al primer genocidio del siglo XX, mediante el cual fueron asesinadas alrededor de un millón de personas de aquella nacionalidad entre los años 1915 y 1916.
Sin embargo, son muchos los que no han logrado olvidar jamás el dramático acontecimiento que inauguraba el siglo y que prefiguraba otros tantos genocidios que habrían de sucederle. Tan es así que casi noventa años después la memoria sigue viva entre nosotros, y por ella van los descendientes armenios, entre quienes se encuentra el escribano Gregorio Hairabedian, que inició una demanda que hoy tramita ante la Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional Federal.
Su reclamo tiene como eje narrar el genocidio sufrido por el pueblo armenio a manos de las autoridades turcas, centrando su pretensión en el hecho de esclarecer lo ocurrido con sus familiares, todos ellos por entonces exterminados, deportados o eliminados físicamente.
En ejercicio del derecho a la verdad sostiene estar frente a crímenes de lesa humanidad que resultan imprescriptibles, motivo por el cual el Estado turco tiene la obligación de promover las investigaciones que conduzcan al esclarecimiento de los hechos, aun cuando los gobernantes actuales del mencionado país no sean los responsables personales ni directos del horror.
El historiador Eric Hobsbawn le da razón a Hairabedian y señala que se trató del primer intento moderno de eliminar a todo un pueblo. Y el prestigioso historiador británico Arnold Toynbee no se quedó atrás: indicó que puede estimarse en 600.000 el número de sobrevivientes a fines de 1916, sobre una población estimada en 1.800.000 en 1914.
También la subcomisión de lucha contra las medidas discriminatorias y protección a las minorías de la ONU informó en dos ocasiones sobre la situación armenia. Fue en 1973 y 1975, cuando afirmó que "se puede señalar la existencia de una documentación suficientemente abundante en relación con la masacre de los armenios que ha sido considerada como el primer genocidio del siglo XX".
La presencia del pueblo armenio en la Anatolia Oriental y el Cáucaso está probada a partir del siglo VI antes de Cristo. Durante dos milenios conoció períodos de independencia y de vasallaje. Y se sucedieron varias dinastías reales hasta la caída del último reino armenio, en el siglo XIV.
Al adoptar el cristianismo como religión del Estado a principios del siglo IV y un alfabeto específico, que ya en esa época le confirió identidad nacional, los armenios fueron frecuentemente perseguidos debido a su fe por diversos invasores o conquistadores. Si bien ocupaban una situación geográfica particularmente vulnerable como posición estratégica, hasta la Primera Guerra Mundial pudieron crear y preservar su idioma, una cultura, una religión, en resumen, una identidad, en sus territorios históricos que los mismos turcos designaban con el nombre de Ermenistan.
El método desplegado para la consumación de la masacre de 1915/1916 fue inaugurado con la evacuación de las ciudades y el trazado de un itinerario a seguir por las columnas de deportados, todo bajo un comando centralizado que controlaba el desarrollo del programa.
La orden de deportación se anunciaba en cada ciudad o población. Las familias disponían de dos días para reunir algunos efectos personales. Eran desapoderadas de sus bienes o los vendían precipitadamente.
Previamente, se detenía a los notables, los miembros de los partidos armenios, los sacerdotes y los jóvenes; se los obligaba a firmar confesiones falsas y luego se los ejecutaba directamente en pequeños grupos.
Ahora bien, jamás gobierno o representante alguno del Estado turco ha reconocido los hechos e invariablemente se ha negado a la investigación, no obstante los requerimientos que en tal sentido le han formulado, especial y persistentemente los armenios de distintas partes del mundo.
La búsqueda de la verdad frente a un genocidio reiteradamente negado nos remite a la siguiente cuestión: ¿qué significa ser el sobreviviente de un genocidio, cómo no morir de la herencia del genocidio? La psicóloga argentina María Teresa Poyrazian reflexiona sobre las consecuencias que ese no reconocimiento tiene para los sobrevivientes y su descendencia.
Destaca que un genocidio de estas características conlleva, además del asesinato masivo de las personas, un asesinato de lo simbólico y de su transmisión a los descendientes. Es decir, un asesinato sin fin, prolongado en el tiempo y que permite mantener el efecto imaginario de omnipotencia del exterminador, a la vez que aplastar todo semblante de la víctima.
Está claro que el valor de los juicios por la verdad transcurre en un plano plagado de referencias simbólicas. Deconstruir la historia oficial, cuando ella se ha cristalizado mediante la mentira y el ocultamiento, es tarea que sigue en manos de los deudos del genocidio armenio. La demanda del escribano Gregorio Hairabedian así lo prueba.
     
     
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