Domingo 1 de Junio de 2003 | ||
Sin espacio para la utopía | ||
Por Carlos Torrengo
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Lo único que tienen en común son las urnas. Llegar al 31 de agosto. Y ahí, en esa lidia que como en el juego de los toros es fácil imaginar igualitaria en posibilidades pero no lo es, ganar o perder. No más. Este es el único hilo conductor que, acelerando la campaña electoral, vincula a las principales fuerzas políticas de la provincia. Pero por su singularidad, ese vínculo habla también de un inmenso vacío. ¿Qué vacío? El que emerge de la nula sensibilidad existente en esas fuerzas para darse un espacio de reflexión en conjunto sobre problemas que jaquean a la provincia. Al menos un problema. Es notable la degradación ética que muestra la dirigencia política de esos partidos en esta materia. Ven la gobernabilidad como una consecuencia de sus propias aptitudes. No como una cuestión sometida a suertes mil. Entre estas suertes, la de acordar políticas de Estado comunes al que gane y los que pierdan. Al menos una política. A primera vista parece poco adecuado hablar de la transición española ante todo lo pedestre que define a la política rionegrina. Pero se apela aquí a ella para que la historia brinde oxígeno. Y que entonces nos diga que en la política rionegrina quizá haya tiempo para evitar seguir nivelando hacia abajo. ¿Darle lugar a la utopía? Es posible. Pero fundamentalmente acompañar a Sarmiento en aquello que escribió en "Facundo": "Las contradicciones se vencen a fuerza de contradecirlas". El vigor del actual sistema político español no nació al conjuro de violines lánguidos. Durante 40 años padeció dos puñaladas feroces: una guerra civil a entrega total y una dictadura fascista. Pero cuando hace 25 años hubo que organizar la transición conjugando trincheras políticas divididas por sangre y odios, llegó el Pacto de la Moncloa. No fue el resultado de una fatigosa red de acuerdos. Cuando uno lee el pacto se infiere que gira alrededor de pocos compromisos, pero decisivos para la etapa que se ponía en marcha. Se habla de hacer de la restricción monetaria una política de Estado. Y también de llevar a ese nivel la modificación del régimen impositivo, transformándolo en un tema de conducta fiscal fundamental para el país. Luego, otros acuerdos. Y al Pacto de la Moncloa lo avaló todo aquel que quería ser alguien en la política española. Volvamos a Río Negro. ¿Cómo es posible que, a tres meses de la elección, a ningún dirigente de la UCR, PJ, MARA y Frente Grande se le cruce que a los rionegrinos quizás les guste verlos comprometidos en definir una política común para -reiteramos- al menos uno -aunque sea uno- de los problemas que afectan a la provincia? Una iniciativa de esa naturaleza implica un avance hacia la reconversión del sistema político provincial. En todos estos meses hubo en Río Negro una sola iniciativa destinada a buscar consenso para plasmar una política en común a partir del gobierno que surja de las elecciones. La propuso el ARI de la mano de los que entonces eran sus legisladores: Guillermo Wood y Eduardo Rosso. Se buscó un compromiso de cara al sol de luchar contra la corrupción. Pero flagelada por la incómoda situación que ya para ese entonces Wood y Chironi vivían en el ARI, la iniciativa se esfumó por la noche negra de la historia. Y esta semana la campaña electoral se aceleró vertiginosamente. Aparece el olor a urnas. Y hay de todo en la huella que fatigan los partidos. Ayer, por caso, hubo un hecho político de formidable creación y proyección intelectual. Casi una política de Estado rigurosamente ponderada y ejecutada: militantes radicales arrancaron carteles del peronista Carlos Soria. Fue en Roca, en un acto que momentos después presidió el gobernador Pablo Verani. El hecho fue celebrado entre ironías y aplausos del veranismo, que hacía política. Y Verani anunció que será candidato a intendente de Roca. No es aventurado decir que puede ganar. ¿Cuánto de problema significará para Miguel Saiz -si es que llega a gobernador- un Verani instalado en Roca como jefe comunal? -Lo mismo que si no fuera intendente: todo un tema -se responde desde el círculo más inmediato de Saiz. Pero, ¿por qué el interrogante? Porque Saiz confunde. Como candidato, su personalidad no amaga con ser un quiebre de nada. En principio, la historia dice que no hay en él nada de "distinto" a la dirigencia prohijada en años por Verani. Verticalidad, lealtad, pensamiento acrítico a estilos y formas de ejercer el poder por parte del gobernador. Y siempre en un segundo plano en relación con su líder. Con lo cual emerge más atado al presente que al futuro. "No pone más que una ración de macarrones", diría un lúcido pirata de la política italiana: Giulio Andreotti. Y cierto, no hay razones para creer que esté vinculado con hechos de corrupción. ¿Pero será realmente ése el núcleo determinante de la personalidad de Saiz, o simplemente se trata de una estrategia destinada a mantenerse en línea debido a todo lo que tiene en juego? Desentrañar el dilema no es poco. Implica saber cuántas casas de gobierno tendrá la provincia si gana el radicalismo. ¿Una en Viedma y otra en Roca, o sólo la primera? Y atrincherado en Roca, el peronista Carlos Soria consumió gran parte de la semana hablando con entidades intermedias. Ambitos donde el PJ dirime fuerzas en desventaja con el radicalismo. Para el Frente Grande y el MARA, la campaña pasa por una intensa gimnasia: cosechar respaldos de partidos vecinales. Ignoran con qué peso electoral los suben a cuestas. Pero en política hay momentos en que la suma es todo. Aunque no lo sea. Carlos Torrengo |
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