Miércoles 18 de junio de 2003 | ||||
Identificaron a la mujer asesinada en Neuquén Se llamaba María Luisa Sobarzo y tenía 54 años. Vivía cerca de donde apareció su cuerpo, en el barrio San Lorenzo. Sigue el misterio sobre quién la asesinó a
NEUQUEN (AN)- La mujer cuyo cadáver apareció el domingo a la mañana en un sector desolado del barrio San Lorenzo, con el rostro desfigurado a golpes, fue identificada anoche como María Luisa Sobarzo, de 54 años. El dato empieza a descorrer el velo de profundo misterio que rodea el crimen, aunque todavía se ignora quién fue el autor. La identificación de la víctima despertó la esperanza de los investigadores, aunque todos reconocen que el caso se presenta muy complicado. Ayer, una perra entrenada para seguir rastros de personas trató de encontrar alguna pista que arroje un poco de luz pero la diligencia no rindió los frutos esperados. Por sus características, el crimen recuerda mucho a uno que ocurrió hace cinco años y aún no fue esclarecido El cuerpo fue hallado el domingo a la mañana en una acequia que nace en la esquina de Necochea y Serrano, en el extremo oeste del barrio San Lorenzo. La madrugada de ese día, según la autopsia, la mataron a golpes, con tanta saña que le desfiguraron el rostro. El asesino actuó con imprudencia o apresurado por alguna circunstancia aún desconocida, ya que dejó en el lugar del crimen el arma que utilizó: una larga y pesada llave "de boca" con manchas de sangre en uno de sus extremos. Una fuente especuló que "nadie lleva una herramienta así en el auto, a menos que sea mecánico o camionero, porque no sirve para las ruedas de un vehículo común". Es una de las pistas, muy en borrador, que se manejan. Otra hipótesis, también precaria, surge de lo poco que se conoce sobre la víctima. "Al parecer está o estuvo vinculada con el ambiente de la noche", arriesgó uno de los investigadores consultados por "Río Negro". De hecho, lograron identificarla por el cotejo de sus huellas dactilares con la base de datos de las mujeres "fichadas" por la Policía. Una fuente que observó el cadáver dijo que estaba vestida con pantalón, blusa, un saco negro y botas marrones de media caña. Todas las prendas serían de buena calidad. También llamó la atención que sus manos estaban muy cuidadas, con las uñas delicadamente pintadas. Una cartera, un anillo y un reloj eran sus únicas pertenencias. Para buscar nuevas hipótesis, o descartar alguna de las que ya se manejan, ayer el departamento Homicidios organizó un rastrillaje. Al mando de un suboficial de la división Montada y Canes, la perra Ailén buscó rastros en el canal donde apareció el cuerpo. La perra, una ovejero alemán negra de 5 años, olfateó una prenda íntima de la víctima y se lanzó hacia el fondo de la acequia con decisión. Pero no encontró un rastro firme para seguir. Los especialistas explicaron que se puede deber a muchos factores: el tiempo transcurrido, el viento fuert que sopló el domingo, la presencia de muchos perros y otros animales en ese sector, que distrajeron a la rastreadora. O, acaso, que la víctima fue llevada hasta allí en un vehículo, ya golpeada, la remataron y el o los autores se fueron sin dejar un rastro para seguir. El paisaje donde se realizó la diligencia es agreste; las calles le ganan de prepo una pulseada desigual al desierto. La acequia está llena de desperdicios que despiden fuerte olor, y hacia el oeste hay un gran descampado. Quizá no es el mejor lugar para ocultar para siempre un cadáver, pero por ahora es imposible saber por qué eligieron ese sitio y no otro.
Coincidencias con un crimen de hace 5 años NEUQUEN (AN)- La tarde del viernes 24 de julio de 1998, dos chicos que caminaban por la meseta neuquina al norte del barrio Melipal encontraron el cadáver desfigurado de una mujer. Los investigadores tardaron dos semanas en identificarla: se trataba de Patricia Mirta Millapán Patiño, de 30 años, y la habían asfixiado. Algunos detalles del asesinato de la mujer hallada en el barrio San Lorenzo el domingo recuerdan al caso Millapán Patiño. En especial, la saña con la que la golpearon en el rostro a punto tal de impedir un reconocimiento. En aquel entonces, la Policía y la Justicia realizaron una amplia investigación que recién tomó fuerza cuando confirmaron la identidad de la víctima. Se rastreó entre su círculo de amistades, verificaron quiénes eran sus amigos, con quiénes había tenido problemas. Se esbozaron diversas hipótesis, desde el crimen pasional hasta una venganza por un oscuro episodio que podría estar vinculado con el tráfico de estupefacientes. Los investigadores llegaron a demorar a dos jóvenes que solían visitar a Millapán Patiño en su pensión del barrio Progreso. Sin embargo, poco después los dejaron en libertad por falta de pruebas. Hasta hoy, el crimen sigue sin esclarecer.
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