Lunes 16 de junio de 2003

Un joven vivió una pesadilla durante cuatro horas

Dijo que lo redujeron en Cipolletti cuando iba a subir a su camioneta.
Lo golpearon y aseguró que le taparon el rostro con una capucha.Lo abandonaron semidesnudo en una chacra tras quemarle el rodado.

 

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No se salvó nada. La camioneta Volkswagen de la víctima quedó reducida a hierros chamuscados.

CIPOLLETTI (AC) - Al salir de un bar, un joven cipoleño fue sorprendido ayer en pleno centro por dos sujetos que lo encapucharon, lo tiraron en el piso de la cabina de su camioneta, le pegaron, le pusieron un revólver en la cabeza y finalmente lo dejaron semidesnudo en una chacra, tras cuatro horas de una tortura insoportable. Antes de irse, le prendieron fuego la camioneta.

El secuestro de este muchacho se produjo frente al laboratorio donde hace un año se cometió la masacre en la que resultaron asesinadas tres mujeres. Lo llamativo es que en el lugar hay custodia permanente de la policía, cuyos efectivos lo vieron dejar solo el lugar en su camioneta sin notar nada extraño.

Matías Reta Recktenwald tiene 23 años, según informó la Policía. El sábado a la noche salió a tomar algo a un bar-discoteca de Roca entre 25 de Mayo y Mengelle. Estacionó su camioneta Saveiro color rojo y estuvo dentro del local hasta las 4 de la mañana, junto a otros amigos.

Salió del bar solo, sin sospechar que esa sería la más terrible de su vida. Apenas colocó la llave en la cerradura y abrió la puerta de la camioneta, dijo que lo abordaron por detrás, le pegaron, le colocaron una capucha y lo tiraron en piso de la cabina. "Quedate tranquilo", llegó a escuchar de boca de uno de sus dos captores, mientras el otro salía a toda velocidad.

Una hora y media estuvo Matías dando vueltas en el piso de su camioneta. Allí le pegaron, le pusieron un arma en la cabeza y le reclamaban el dinero que él no tenía (llevaba menos de dos pesos en el bolsillo) y las tarjetas de crédito.

Escuchó que los sujetos hablaban de ir a Roca y a Allen, y supone que deben haber ido a esas ciudades, pero tomando muchos caminos de tierra.

En determinado momento le dieron a beber un vino ácido que, aparentemente, tenía alguna sustancia que lo adormeció. "Me ayudó a no sentir los golpes", le contó a "Río Negro".

Trató de explicarles que no tenía dinero ni tarjetas de crédito, pero sus captores le dijeron que una persona con una camioneta como esa no podía ir por la calle sin plata. Mientras le seguían pegando y apuntando, el joven y los delincuentes llegaron a un punto del que ya no se movieron, y que luego supo que era una alameda en la zona norte de la ciudad, detrás del barrio Anai Mapu.

En ese sitio, ya no eran dos sino alrededor de diez los delincuentes. No lo sacaron de la camioneta ni dejaron de pegarle.

Escuchó un diálogo: "Prendelo fuego con la camioneta. ¿Qué?, ¿no te animás?, pegale un tiro". Finalmente le dijeron que contara hasta cien en voz alta y, mientras se alejaban, le pedían que levantara

"Conté hasta tres y pensé que me mataban"

CIPOLLETTI (AC) - Matías aseguró que pensaba que los delincuentes lo matarían. La sensación más fuerte fue hacia el final de la odisea, cuando uno de ellos le dijo que contara en voz alta. "Pensé que iba a ser 'uno, dos y tres', y que ahí dispararían", le contó a este diario, pero afortunadamente nada de eso pasó y salvó su vida. Este joven cipoleño tiene el tabique de su nariz destrozado y golpes y heridas en todo el cuerpo.

Unas horas después de lo que debe haber sido la peor noche de su vida, Matías contó que en determinado momento de la madrugada, en la alameda donde fue abandonado, uno de los captores le preguntó:

-¿Tenés hijos?

-Sí, tengo un hijo -le mintió- y lo quiero ver, que es el día del padre.

No sabe cuánto caminó hasta llegar a las 1.200 Viviendas ni se acuerda de haber cruzado la Circunvalación. Llegó, a las 8 a una de las casas y golpeó las manos, salió una mujer, que se sorprendió por el estado de Matías, y a la vez se asustó.

"¿Qué te pasó?", le preguntó la joven mujer, que enseguida llamó a su marido, temerosa.

Esta familia llamó inmediatamente a la policía, que tardó segundos en llegar hasta esa vivienda. Los uniformados no sabían del secuestro de Matías, pero habían sido advertidos de que había un muchacho caminando casi desnudo por la calle.

 

 

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