Miércoles 4 de junio de 2003

Le dieron 25 años de prisión a ex policía de Viedma

Es por el asesinato a balazos de su ex mujer y el de la pareja. Otro joven salvó su vida al poner una mano frente a su cabeza. Para los jueces, no hay dudas de que actuó con la intención de matar.

 

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Miguel Angel Basualdo escuchó la lectura de la sentencia en silencio. Los jueces descartaron la alevosía para condenarlo a perpetua.

VIEDMA (AV).- A 25 años de prisión fue condenado el expolicía Miguel Angel Basualdo. Se lo acusó del delito de "homicidio simple" en dos hechos y de tentativa de homicidio en otro en concurso real. La fiscal Daniela Zágari y los querellantes Fernando Ruiz y Marisa Jensen habían reclamado prisión perpetua, calificando su accionar como "homicidio y tentativa de homicidio con alevosía y hurto de automotor". El defensor oficial, César Gutiérrez Elcaras, planteó dudas sobre la capacidad de comprensión del acusado y pidió la pena mínima prevista legalmente.

Para el Tribunal Penal de Viedma, Basualdo (37 años) mató a su ex mujer Erika Urrutia de 35 y a la pareja de ella Waldemar Barrientos de 21, al dispararles con un arma de fuego e hirió a un amigo de este último, Mauro Fumarola.

El hecho ocurrió en la madrugada del 3 de octubre de 2001 en el departamento que ocupaba la mujer en Dorrego al 838. Para los camaristas, el imputado fue el que disparó el arma que portaba ocasionando los fatales descenlaces.

Además consideraron probado que en las mismas circunstancias e idéntico procedimiento disparó contra Fumarola, quien evitó su muerte colocando su mano delante de la cabeza en un acto de instintiva protección.

Sostuvieron que el imputado tuvo una conducta típicamente homicida: buscó el arma, regresó al lugar del hecho y esperó el momento adecuado para hacer su ingreso "con ausencia de circunstancia alguna, que pudiéramos calificar de desencadenante, efectuó los disparos a zonas vitales de sus víctimas", destacando como otro ingrediente de su designio criminoso que al ingresar al departamento donde se encontraban las víctimas, el imputado retiró a su hija hacia otro ambiente advirtiéndole "a vos no te voy a hacer nada".

Los jueces interpretaron que "refuerza aún más la inequívoca configuración del dolo requerido, la condición de ex policía del atacante. Es de toda lógica deducir, que si disparó un arma de fuego, a muy corta distancia -un metro aproximadamente- y dirigido a la cabeza, el resultado esperado no será otro que el de la muerte. Si ello es así para el común de los ciudadanos, para un ex policía no sólo se agiganta en su significación, sino que adquiere entidad propia que, al momento de tener que mensurar el monto de la escala penal que se aplique debe ser tenido en cuenta".

En el caso de Fumarola, los jueces estimaron que también hubo dolo homicida de parte de Basualdo pero, en este caso, una circunstancia ajena al imputado "hizo que el resultado no se consumara". Respecto del pedido de la fiscal y querellantes sobre la calificación de alevosía, el Tribunal opinó en contrario al fundamentar que "la alevosía es traición, obrar sobre seguro, sin riesgos", presupuestos para lo jueces no probados. "Es evidente que tuvo la intención de matar pero de las pruebas no se desprende que haya tomado recaudos para asegurar su integridad o impunidad", señalaron. También descartaron la acusación de hurto del auto en el que se dio a la fuga Basualdo y que habían comprado con su ex mujer mientras convivían.

En el marco del rechazo de alevosía los camaristas puntualizaron que "el reproche no debe equivocar nuestro análisis. La misma aparece revestida de aristas francamente reprobables que, desgraciadamente, son harto frecuente en historias de violencia familiar que se ventilan en sedes tribunalicias" En este caso recordaron el informe de la unidad de Prevención y Atención a la Violencia Familiar y los testimonios de amigos y compañeros de trabajo que refirieron el sufrimiento que observaban en la víctima por esa relación.El presidente del Tribunal, Eduardo Giménez, leyó la sentencia en el mediodía de ayer , bajo la atenta mirada de un puñado de personas y del abogado querellante Fernando Ruiz.

El imputado estuvo solo. Escuchó en silencio y luego se reunió con el defensor que no pudo acompañarlo en la lectura.

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