Viernes 23 de mayo de 2003

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Navarro ya está en Roca

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En Primera persona

  "Hay un riesgo: se va la crisis y termina la solidaridad"
 

Mañana dejará de ser obispo del Alto Valle. En una charla con "Río Negro" advirtió de los peligros de la sociedad egoísta actual que ve y reclamó una Iglesia "con más compromiso político".

 
Pozzi seguirá viviendo y trabajando en Roca, por amor a la Diócesis que "crió".
Le quedan pocas horas como obispo del Alto Valle, pero ni piensa en dejar de trabajar. A punto de cumplir los 78, José Pedro Pozzi ve a una amiga en la computadora y sabe que tiene muchos e-mail para contestar. Varios de esos mensajes ya lo tratan como "emérito" y se ríe. Sabe que no se retirará de la actividad religiosa y que no bajará el ritmo a sus tareas. Lo único que disminuirá es la exposición pública, que desde mañana tendrá que afrontar Néstor Hugo Navarro. Ayer, en un alto de los preparativos para el acto que comenzará a las 16 en el gimnasio del Club Del Progreso, recibió a "Río Negro". Se lo vio como siempre, dispuesto al diálogo y con el suficiente humor como para afirmar que prefiere a San Agustín ante Santo Tomás, porque "es un poco más pecador".
Durante la charla recordó la llegada desde su Italia natal, el ingreso al seminario menor a los 12 años. También reconoció que alguna vez tuvo una crisis personal por su rol de pastor, pero que las superó con fe y oración. A continuación, la conversación con el sacerdote, a diez años de su llegada a la región y a punto de dejar el máximo cargo de la Iglesia católica regional.
- ¿Qué hará de acá en adelante?
- Usar el título de emérito, pero seguir trabajando, uno no está para vivir del aire. Estoy en mejores condiciones para estar en una segunda fila, que hace falta y mucho.
- ¿La Iglesia le exige cumplir alguna función específica una vez que se retira?
- No, uno puede retirarse o cumplir con funciones ayudando al obispo. Yo podría haber optado por ir a otro lugar, volver a la congregación, pero me quedaré en Roca, un poco por pedido del nuevo obispo y otro tanto por los sacerdotes y religiosos. Voy a estar para ayudar, aconsejar, compartir las angustias de los sacerdotes y la gente.
- Y más allá de lo religioso, ¿por qué se queda en Roca?
- Es una decisión personal. Me siento muy identificado con esta diócesis, a la que uno en cierto sentido la ha ayudado a engendrar. Y bueno, uno a sus criaturas las quiere... (risas)
- ¿Que mutación se produjo en usted desde aquel momento de 1993 que en Santa Rosa le dijeron que debía ir a Buenos Aires porque el Nuncio Apostólico tenía algo que decirle y eso era que sería obispo? ¿Qué cambió desde ese momento en el que apareció por la casa de Río Negro en Buenos Aires para pedir una guía turística que le hiciera conocer más de la provincia?
- Es un proceso de adaptación a la realidad nueva y después ir sintiendo cómo crece el corazón en el deseo de compartir la vida y las necesidades de los sacerdotes y la gente. Uno siente que se le dilata un poco el corazón y el ánimo, abriéndose a un espectro de problemas, vivencias y necesidades que uno antes no las sentía.
- En sus años como pastor, ¿estos últimos fueron los más difíciles y trágicos que ha visto?
- Si sacamos el proceso y tomamos sólo la democracia, de antes y ahora... sí, han sido los más duros. De todas maneras creo que nos ayudaron a crecer, porque nos obligaron a entender que teníamos que dialogar más, interesarnos más por los problemas de la gente y constatar el crecimiento de la sociedad en cuanto a participación, que es algo que nos conmovió a todos. La necesidad, ya sea expresada a través de piquetes o cacerolazos, por lo menos despertó en la sociedad la idea de que no se puede mirar desde la vereda sino que hay que participar y comprometerse.
- Y dentro de la Iglesia, ¿qué dejó ver este proceso?
- Se ve algo en particular de los laicos de la Iglesia y es la falta de compromiso serio como compromiso político. Es una deficiencia no sólo nuestra sino de toda la Iglesia argentina, porque por ahí aparece un candidato o algún cristiano comprometido que quiere meterse y lo dejamos solo. Esto es una materia pendiente.
- En 53 años de sacerdote, ¿qué hechos de la historia argentina lo marcaron?
- Por supuesto que la época de la dictadura militar del 76 al 83. Yo en esa época era cura provincial y en algún momento me tocó salir a poner la cara por alguno que era acusado de algo. Tenía que buscar la forma de sacarlo del medio de la polémica y en algún caso incluso de salvarles la vida. Eso ha sido muy duro.
- ¿Qué reflexión tiene sobre los cambios de la Iglesia argentina, que antes se veía dividida, ortodoxa o contestataria, y ahora se muestra como una sola?
- Hubo un crecimiento muy grande a partir de la multiplicación de obispos jóvenes. Después de la dictadura la Iglesia se encaminó hacia obispos de 40 años que trajeron sangre nueva. Entonces se pudieron enfrentar posiciones que fueron llevando a este pensar mucho más en el valor de la vida. Realmente hoy es admirable notar en las conferencias episcopales cómo se escucha ahora, no hay nadie encerrado en su postura.
- ¿Se retira del obispado con alguna cuenta pendiente?
- Siempre hay compromisos que uno no llega a cumplir, como la posibilidad de ir creciendo en la formación de los cristianos para que no sólo vivan de la fe o una práctica religiosa sino que se comprometan. Muchos van a misa y cuando salen hacen lo que les dicen el puntero del partido político.
- ¿Usted ha visto crecer, a fuerza de crisis, la solidaridad de los rionegrinos?
- A fuerza de crisis sí. El peligro es que se acaba la crisis y se acaba la solidaridad. Yo me encuentro con una sociedad todavía muy egoísta, poco participativa. Es un "yo me salvo y si el de al lado no se salva, que se arregle". No puede ser así. Ahora vino la catástrofe de Santa Fe, vamos ponemos algo, nos sentimos bien, ¿y después?
- ¿Nota que la solidaridad sincera está en los estratos más bajos?
- Claro, y tiene que ver un poco con un fenómeno psicológico: el que padece necesidad sabe de qué se trata y se siente más solidario con el que necesita. Al que no le falta le cuesta más y entonces cree que con tirar una ropa, una moneda, alimento, alcanza y eso es sólo caridad, no solidaridad.

Hugo Alonso
Carlos Torrengo

   
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