Domingo 18 de mayo de 2003 | |||
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La loca idea de frenar la desaparición de pueblos | ||
Cómo la gente se "pone las pilas" para no dejar sus lugares. |
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Con un doctorado en sociología en su haber, Marcela Benítez es la titular de "Recuperación Social de Poblados Nacionales que Desaparecen" y con la mira en el despoblamiento de algunas regiones investigó para el Conicet con visitas a más de 100 pueblos en siete años. - ¿Cómo se determina que un pueblo está en riesgo de desaparición? - Se trata de poblaciones que censo a censo bajan su cantidad de habitantes y a partir de eso puede hacerse una hipótesis que diga que en la línea de tiempo un pueblo va a desaparecer si no se cambian las causas que hace que la gente se vaya. - ¿Y desde una organización puede atenderse el fenómeno? - Nosotros trabajamos a largo plazo. No hacemos asistencialismo y pensamos en el mañana. Tenemos la misión de recuperar estos pueblos a través de proyectos innovadores que conviertan a la gente en protagonista de ese cambio que necesita, porque lo que le damos es un apoyo profesional y un empuje como para que se pongan en marcha. - ¿Qué tipo de respuesta se logra? - Es lo más maravilloso. Están tan desesperanzados que parece que no van a moverse, pero basta ponerles el proyecto en la cabeza para que se muevan como petardos. Tenemos dos proyectos en marcha en pueblos de Entre Ríos y el promedio de edad de quienes participan en Irazusta es de 65 años y en Parera un poco más bajo. Los de 60 también se ponen las pilas. Pero juega mucho la personalidad. - ¿Cuándo consideraron que podían empezar a trabajar en el terreno? - Cuando nos dimos cuenta que si queríamos recuperar pueblos debíamos empezar con uno. Nos costó el primero, porque no teníamos antecedentes ni nada para mostrar. Pasó casi un año hasta que a la gente se le prendió la lamparita. - ¿Qué cifras tienen de pueblos en riesgo de dejar de existir? - No hay cifras actualizadas pero el INDEC no logra cerrar números para localidades de menos de dos mil habitantes. Una proyección propia habla de 650 pueblos y estamos viendo si se confirma. Pero seguro que menos no. Cuando tienen más de 2 mil habitantes se convierten en localidad urbana. Localidad rural sería hasta 1999 habitantes, y de esas, 430 de más de 2 mil estaban bajando población. Y ese número representa el 32 por ciento de las poblaciones rurales. - Una pregunta que podría haber sido la inicial es ¿por qué desaparecen los pueblos? - Si se separa al país en las cinco regiones clásicas (Pampeana, Patagónica, Cuyo, NOA y NEA), se ve que la pampeana es la que tiene más pueblos en riesgo de desaparición. Esto tiene que ver con una historia de poblamiento, y en casi todos los casos empezó con el cierre de la estación del ferrocarril y el golpe de gracia fueron las rutas que pasan lejos de los viejos caminos que acompañaban a las vías. Si no hay tren pero está la ruta, el progreso sigue pasando. En las otras regiones, que tienen menos pueblos en esta situación, el fenómeno está más vinculado a actividades económicas que ya no son tales. Pueblos de zonas forestales ya sin explotación, o que estaban al costado del río y eran aduanas y tenían tráfico. Pero sea cual sea el motivo, quedaron aislados. Ese es el patrón que los une. Están lejos, y eso les complica la generación de nuevos recursos. - ¿Qué otro factor juega, quizás alimentado por el aislamiento? - Se precipita la emigración cuando el pueblo es más chico y está más solo. Pero además se da que, por ejemplo, tienen solo escuela primaria. Están rodeados de posibilidades, pero no pueden planteárselas. Piensan que la única chance es que alguien ponga una fábrica y tome gente. - ¿Por qué la decisión de buscar en el turismo la salida para muchos de estos pueblos? - Se hizo un relevamiento de las capacidades de la gente. Otro proyecto, como, por ejemplo, poner una fábrica de pañales, era convocarlos a una actividad que les es ajena. Apareció lo del turismo y a los pobladores de Irazusta les pareció loquísimo hasta que lo asimilaron. Es una excelente salida, porque se potencia la cultura y la gente. Si se da que se está cerca de un lago o una montaña, es aleatorio. Pero pueden usarse las viejas recetas alemanas o judías, juntar los objetos y hacer un museo, usar la vieja pulpería. Se puede inventar, pero hay que capacitar. - ¿Qué les cambió esta incipiente recuperación de algunos sectores de economías regionales? - Nosotros arrancamos con esta idea, y nos favorece la circunstancia de que se potencie el turismo interno. Pero siempre nos manejamos en la búsqueda de soluciones con cero presupuesto y prescindiendo del contexto del "afuera". Estos pueblos están como encapsulados en el tiempo y no se enteraron o no tuvieron chance de incorporarse a los mejores momentos económicos. Es una situación de décadas. - Parece imposible pensar una tarea así sin una política de Estado que acompañe... - La verdad, sí. "Responde" no debería existir. Esta tarea le corresponde al Estado. Estamos salvando obstáculos. Nuestra premisa es: nada funciona y no vamos a tener respaldo. ¿Qué hacemos? ¿Nos ponemos en el banco a esperar? Cuando se empieza a hacer, se ve que es mucho lo que se puede. Lo loco, lo imposible, sucede. De alguna manera, los intendentes y la gente de planes estratégicos se suman, porque a ellos los favorece. Estamos buscando una articulación. Además, hay intendentes que saben el gasto que le genera un grupo familiar emigrado al cordón de una ciudad grande en cuanto a asistencia social. Y buscan empresas para invitarlas a recuperar pueblos. - ¿Cómo enfrentan la inevitabilidad de que los chicos se vayan? - Trabajamos básicamente con los padres, porque esos chicos, a los 25, cuando ya recibieron golpes de todos lados, quieren volver. Pero tienen que tener pueblo. Porque hubo quienes quisieron regresar y no tenían qué hacer. Si se pueden generar oportunidades, se quedan. - Los que se quedaron, ¿qué estaban haciendo? - Subsistiendo. A muchos los ayudaban los hijos desde otras ciudades. En estos pueblos se vive con poco. Y algunos tienen huertas. Pero la mayoría hacía la plancha. Nada. - ¿Existe algún fenómeno inverso de gente cansada de la gran ciudad que quiere irse a pequeños pueblos? - Existe. Y de eso se trata el proyecto de Parera: hacerlo un lugar de recepción de futuros habitantes a los que se les pueda ofrecer una casa con jardín y huerto. Hay una corriente así, pero hay que preparar a los pueblos, porque nadie se va a meter en un poblado en el que no hay nada. Hay que volver tentadores a esos pueblos. Una asociación que responde con proyectos Marcela Benítez era geógrafa. Sus años vividos en el interior del país la habían acercado al problema de los pueblos que estaban desapareciendo y le interesaron como tema a investigar. El riesgo en Neuquén y Río Negro • ¿Cuándo un pueblo está a punto de desaparecer? |
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