Jueves 15 de mayo de 2003

  Jóvenes con problemas físicos hallaron estabilidad laboral
 
  CIPOLLETTI (AC).- "Esto te hace sentir bien, y te da seguridad", dijo Claudio, mientras que su compañero, Maximiliano, enfatizó que "gracias a Dios se me abrió una puerta que no pensaba".
Los dos aludían, con los ojos brillantes, a su reciente pertenencia a un contingente laboral estable, en el ámbito de Servicios Públicos de la municipalidad, en función de un esquema que apunta a la reivindicación de personas con capacidades diferentes y, paralelamente, a sacarlos del menudeo callejero, cotidiano y transitorio, donde a veces no se gana ni para la comida, para ofrecerles una oportunidad concreta.
Claudio Merino (20) y Maximiliano Funes (24) son dos jóvenes que hasta hace no mucho juntaban algunas monedas al día limpiando parabrisas de los autos en las esquinas, porque no tenían otra posibilidad de subsistencia, dado que ambos llevan sobre sí el peso de alguna incapacidad.
Son vecinos en el barrio 1200 Viviendas. Claudio tiene una disfunción de tendones en sus pies y Maximiliano un brazo inutilizado -incluso con mucho menos desarrollo que el otro, y lo lleva encogido- pues lo atropelló un auto cuando era una criatura.
Desde el 2 de mayo tanto Claudio como Maximiliano, con un carrito conteniendo elementos de limpieza, barren los caminos de los paseos públicos y los cordones de las veredas, recogen basura suelta y con esa tarea ayudan al mantenimiento del medio ambiente y la estética del centro cipoleño.
Parece lejana la época -aunque fue hace muy poquito- en la que Claudio y Maximiliano dejaban sus casas, en realidad las de sus padres, porque con ellos viven, y desde primer albor hasta el crepúsculo paraban en los semáforos y recogían moneditas, cosechando al final una suma más que magra, sujeta a la buena voluntad de los conductores y soportando, a veces, miradas esquivas y aceleradas a fondo que los dejaban con las manos extendidas, sin nada de nada.
La ambición de Maximiliano, con la seguridad de un sueldo modesto pero fijo, es comprar un terreno y levantar una casita para vivir con su novia - "ojo, comprarlo, porque no me gusta que me regalen nada, quiero ganarlo con el sudor de mi frente", sostiene- y la de Claudio es ayudar a sus padres y a la vez retomar un curso de mecánica en la escuela Industrial que tuvo que dejar porque la prioridad eran los parabrisas que le significaban algo para mantenerse.
"Ahora sé que se puede. Porque por más incapacitado que uno esté, siem-pre, si se busca, habrá alguien que te dará una oportunidad como la que yo tuve", reflexiona Maximiliano.
"Es una cosa muy buena sentirse ú- til, y en serio. Con un trabajo digno, permanente. La gente que nos conocía por los lavados nos saluda, a veces se para y nos felicita. Es una vida mejor", expresa Claudio.
Ya no hay más vidrios ni parabrisas.
Paso a paso con el carrito municipal, con sus escobillones y sus bol-sas, y con la satisfacción de ganarse un salario fijo mes a mes, estos dos muchachos sienten que, por fin, van, con sus dificultades físicas, hacia un futuro con mayores expectativas.
   
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