Domingo 11 de mayo de 2003

  Rescataron restos de un oso milenario cerca de Loncopué
  Se trata de un megaterio, un pariente de los actuales perezosos arborícolas.
 
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NEUQUEN (AN).- El Cajón de Almanza es un vallecito de pocos árboles, con jarillales bien crecidos, rodeado de cerros de colores rojizos que en sus entrañas guardan alguno que otro inexplorado yacimiento de cobre, abundante tosca, y muchos misterios.
En un escenario no muy diferente pero hace más de diez mil años, enormes animales de variado linaje se paseaban de aquí para allá en busca de raíces tiernas, de otras bestias o del agua que bullía de alguno de los muchos ojos que perforan esa geografía, ciento por ciento patagónica.
Hace un par de meses, sobre los laterales de un cañadón de tierra negra, un equipo científico del museo de Olsacher de Zapala y de la Universidad Nacional de La Plata rescató los huesos fosilizados de un megaterio (Megatherium), uno de los máximos referentes de la fauna del cuaternario, un animal extinguido hace unos 8.000 años.
El término megaterio tiene una traducción sencilla, significa "gran bestia" y viendo las ilustraciones no hace falta preguntar nada. Los huesos, embalados para su estudio en el museo zapalino, hablan de un animal de entre cuatro y cinco metros de altura y de brazos de un metro con ochenta centímetros que terminaban en poderosas garras.
Pariente de los osos perezosos, la bestia de aspecto feroz prefería comer plantas y raíces. Igual, el hallazgo de los primeros fósiles alimentó mitos de más de un pliego, que hace unos 300 años trajeron a Patagonia a más de un gringo aventurero (ver aparte).
El descubrimiento en Cajón de Almanza se suma a otros cuatro registrados en la provincia y es el segundo que se localiza en la zona de Loncopué. Los anteriores aparecieron uno cerca del río Limay -en Arroyito- y el otro en pleno centro de la capital neuquina, en 1998 cuando se cavaba para las bases de un edificio de la diagonal Alvear.
"Megaterio es un perezoso terrestre, que pertenece al grupo de los Xenarthos, que en la actualidad están representados por los armadillos, perezosos arborícolas y osos hormigueros", explicó Susana Bargo, paleontóloga del museo de Ciencias Naturales de la Universidad de La Plata.
Bargo, que participó de la campaña de rescate junto a su colega Juan Vizcaíno, se detiene y marca las diferencias. "Los perezosos actuales son sus parientes más cercanos pero no superan los diez kilos de masa corporal y viven la mayor parte de su vida suspendidos de los árboles". Con cinco o seis toneladas de peso y una flora similar a la de la actualidad no había muchas ramas que pudieran soportar a la megabestia peluda. Los megaterios fósiles -muy difundidos en la llanura pampeana- formaron parte de una fauna compuesta por gliptodontes, toxodontes y mastodontes, todos de más de una tonelada de peso.
Estos animales habitaron América del Sur durante el Pleistoceno, es decir los últimos dos millones de años. Las bestias compartieron el hábitat con las primitivos humanos de esta parte del planeta, ya que se extinguieron por completo hace unos 8.000 años.
Sergio Cocca, el director del museo Olsacher, explicó que entre los restos había un húmero, el radio, una parte del talón, la primera vértebra cervical, el cúbito, el hueso del tobillo, la escápula, además pedazos de otras vértebras. El investigador comentó que la campaña duró cuatro días, que los huesos llegaron al cañadón arrastrados por el agua (así lo atestigua la presencia de sedimentos aluvionales) y que por eso el esqueleto estaba incompleto. Los restos serán sometidos a la prueba de carbono 14 que permitirá datar a qué época perteneció el ejemplar de Cajón de Almanza, donde -por estos días- las chivas y las ovejas son las únicas dueñas del forraje que salpica el paisaje.

Rodolfo Chávez
rchavez@rionegro.com.ar

El pariente debilucho

NEUQUEN (AN).- Así como el gigantismo ha sido una clara manifestación de una próxima decadencia, la evolución ha favorecido la supervivencia de los animales de menor tamaño. Eso explica la desaparición de los dinosaurios y de los megamamíferos, y por ende del megaterio.
La conexión de América del sur y norte a través del istmo de Panamá favoreció el ingreso de felinos especializados en la caza, y todas las sospechas se cargan sobre los tigres dientes de sable. La competencia por el alimento, el tamaño y la posibilidad de que las hembras pasaran a parir de dos a una cría habrían sido los factores que se sumaron para lograr la desaparición del perezoso gigante.
Lo más curioso de estos animales es su descendencia, los perezosos arbóridos que casi no tienen músculos y que pueden morir de un cambio de temperatura muy brusco. Son lentos y torpes. Tienen el estómago grande pero comen un alimento muy fácil de conseguir pero magro en calorías: hojas de árboles. Del defecto, los perezosos hicieron la virtud y pasan desapercibidos para los rapaces, colgados de los árboles con los que se mimetizan. Estos monos están diseñados para ahorrar energía.
Fuentes: Discovery en español y revista de divulgación zoológica

La leyenda del tigre de agua

NEUQUÉN (AN).- "He conseguido por fin de los indios tehuelches, algunos datos precisos sobre el famoso iemish o tigre de agua, que no es un mito o un fantasma como hemos creído sino que existe de verdad".
El fragmento corresponde a una carta que Carlos Ameghino le envió a su hermano Florentino, alrededor de 1800, mientras recorría la Patagonia reuniendo colecciones y realizando investigaciones geológicas.
"Iemish" era un "cuadrúpedo misterioso y corpulento, de terrible aspecto e invulnerable en cuyo cuerpo no penetran ni los proyectiles de las armas de fuego; llámale iemish o tigre de agua y su sólo nombre les causa espanto; cuando se les interroga a los indios o pónense serios y cabizbajos, enmudecen o eluden contestar", relató Ameghino quien no ahorró esfuerzos en intentar tenerlo a punta de fusil.
Para Ameghino se trataba "de un megatérido cercano del extinguido género Mylondon", fue la descripción del animal de hábitos nocturnos del que encontró una cuero en manos de un tehuelche. La noticia de la existencia de un megatérido vivo en la Patagonia trastornó a los científicos de distintos lugares del mundo, desde donde partieron expediciones decididas a capturar al iemish. Fue así que llegaron investigadores y cazadores (o mixturas de ambos) de Estados Unidos, Suecia, Inglaterra y Alemania, entre otros países adonde llegó la información sobre la bestia fantasma, el fósil viviente.
Muchos estuvieron seguros de haberle disparado e incluso herido; y otros contaron haber huido ante tamaña bestia que desaparecía en el agua.
Con todo, los megaterios tienen un emparentamiento directo con la Argentina. El primer ejemplar fósil fue encontrado en 1789 en los alrededores de la histórica Villa de Luján y enviado por el marqués de Loreto, entonces virrey de España en Buenos Aires. Desde el viejo mundo, el rey Carlos III mandó a pedir que le envíen uno vivo "aunque fuera pequeño".
En aquellos años, en Europa veían que cualquier cosa era posible en América.

Sudamérica era una isla

NEUQUEN (AN).- La investigadora de la Universidad de La Plata, Susana Bargo, explicó que los fósiles de megaterio "son frecuentes en los sedimentos cuaternarios de la región pampeana, pero también se registran en otros lugares de la Argentina". Bargo agregó que se encontraron huesos en Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Perú.
Estos animales habitaron en ambientes abiertos, templados a semiáridos, del tipo de una estepa arbustiva, parecido al que se registra hoy en el norte patagónico; es decir que no vivieron en bosques.
La científica explicó que dentro de los megamamíferos sudamericanos, megaterio está en el grupo de los xenartros, un grupo endémico de esta región. Estos animales se multiplicaron de una manera muy importantes durate todo el Pleistoceno, alcanzando una enorme variedad. Sucede que Sudamérica "se comportó como un continente isla durante millones de años; sólo unas pocas formas pasaron a América del Norte cuando se produce el llamado intercambio biótico americano; esto es, cuando las dos américas se conectan a través del istmo de Panamá", sostuvo la experta.
La fauna del cuaternario no se compara con la de ningún otro lugar del mundo, por la diversidad y la cantidad de especies.
En nuestra región, en lo últimos tiempos se han registrado importantes descubrimientos en distintos lugares. Uno de los sitios más impresionantes es un campo de la localidad Comallo, donde se han localizado restos de varios animales.
También hubo un par de hallazgos en cercanías de Roca y hay piezas en el museo de Jacobacci, donde se cuenta con las huellas fosilizadas de una de las megabestias. Sergio Cocca -que trabaja con su hermano Rafael, también del museo de Zapala- comentó que la idea es avanzar con un estudio integral que permita conclusiones generales. Cocca destacó la colaboración que recibieron en Cajón de Almanza por parte de Aníbal Fuentes, un puestero de la zona que se encargó de preservar el sitio.

   
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