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Domingo 18 de mayo de 2003 | |
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Estigma | |
| La experiencia demuestra que los actos de gobierno de una gestión municipal pueden concentrarse exclusivamente en atender los problemas del aquí y ahora o pueden también orientar parte de sus esfuerzos a resolver algunas de las carencias "estructurales" que abundan en cualquier ciudad. Pero la chance de optar y prever es mucho mayor cuando una serie de aciertos de superficie sumados a alguna alianza oportuna los libera de lo urgente y les concede un desahogo. Este último cuadro de situación se ajusta bastante al del intendente Alberto Icare. En su primer año de gestión (que cumplirá el próximo domingo), Icare logró poner los salarios al día y cerró así el principal trauma que condicionó a los últimos gobiernos. También puede gozar de cierta tranquilidad en el frente social gracias al extendido sistema de subsidios del gobierno nacional. Además, el repunte de la actividad turística le garantizó una mejoría en la recaudación. Gracias a esos buenos vientos, el intendente tiene un apreciable grado de consenso entre los vecinos y una perspectiva electoral más que favorable para alcanzar la reelección. Por eso cuesta entender por qué la figura de Icare flaquea a la hora de examinar qué estrategias de desarrollo imagina para la ciudad. La sensación es que el intendente sigue absorbido por el día a día y desaprovecha el mejor momento del municipio en los últimos cuatro años sin tomar ninguna decisión de fondo. Los últimos días dejaron varios datos ilustrativos de temas que siguen sin resolver. - Las concesiones de transporte están vencidas desde el 27 de abril y no hay otra decisión que otorgar una "prórroga de hecho" a las empresas. Desde que asumió, Icare venía prometiendo que licitaría nuevamente el servicio. - El tránsito en el microcentro sigue sumido en el caos de siempre y desde hace meses el área respectiva está anunciando un "plan integral" de reordenamiento, que nunca pasa de la frase ampulosa. Como un subtema, persiste también la indefinición sobre el futuro del estacionamiento medido. - La temporada invernal está a punto de empezar y nadie sabe todavía si el cerro Catedral operará a pleno. El embrollo entre las empresas concesionarias y el gobierno provincial paralizó el proceso de municipalización del centro de esquí y el intendente se comportó como un pasivo espectador. - El año pasado Icare lanzó un ambicioso proyecto de revisión de la Carta Orgánica, con la saludable intención de discutir reformas institucionales de fondo, pero luego dio marcha atrás sin mayor explicación. Como si esa necesidad ya estuviera resuelta. - Prometió también una profunda reforma y jerarquización del área de fiscalización. Todavía sigue pendiente. Lo mismo ocurre con la designación de un secretario de Hacienda. Tampoco fijó posición sobre la reforma tributaria pendiente ni sobre los postergados cambios al Estatuto del trabajador municipal. - El Ejecutivo también deja pasar el tiempo sin exhibir un plan concreto para orientar el desarrollo urbanístico de la ciudad en una dirección determinada. O para fortalecer a las microempresas generadoras de empleo. Todos estos temas, sin duda, obligan a salirse del cortoplacismo exasperante, anticiparse a los dilemas futuros y pensar la evolución de la ciudad sin la lógica de la zozobra perpetua. Hace algo más de un año la entonces intendenta, Graciela Di Biase, entabló una módica polémica con el gobernador Verani, quien la acusó de administrar "haciendo la plancha" y esquivando toda cuestión comprometida. Esta semana un observador político local -que no es estrictamente opositor- evaluó que Icare parece atacado por el mismo síndrome de la "plancha" y consideró que le puede costar caro. Lo más grave, visto en perspectiva, no es el perjuicio que pueda sufrir el futuro político de Icare sino la nueva lluvia de frustraciones que amenaza a la querida y cascoteada Bariloche.
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