Domingo 11 de mayo de 2003

 

  Equilibrio
 
  El desequilibrio es el estado de "equilibrio" del poder. Si así no fuere, si no hubiere fuerzas en pugna aun con disparidad de envergadura, no habría cambios posibles en el tiempo.
Desde la primera discusión cavernaria por un trozo de mamut hasta hoy, unos han intentado imponer condiciones a otros, con variados modos. Las transformaciones precipitan tarde o temprano. Algunas revoluciones comenzaron apenas con un puñado de descontentos.
Jorge Sobisch ejerce el poder con firmeza. Manda en las alturas del gobierno neuquino, acaso con excesos. Sergio Schroh ejerce el poder con tibieza, y desde una unidad que en el sistema de reparto político parece menor. No lo es.
Las comunas son la polea del poder que viene y va desde el nudo de la provincia hasta el último rincón de su geografía.
Las derrotas emepenistas de Zapala y Neuquén, con abstracción del sesgo local, son ejemplo del peso municipal a la hora de impactar sobre un proyecto que se pretende hegemónico.
Schroh ha sentido en varias ocasiones algunas de las formas desagradables del poder. El gobernador lo ha abochornado en público y en privado.
Comparar el poder de Sobisch con el de Schroh es como comparar un mazazo de Schwarzenegger con un cachetazo de Woody Allen, pero el intendente se cansó.
No hay aquí un asunto de interés electoral o de reacomodos hacia el interior del MPN. Schroh no tiene peso en el partido provincial y lo ha perdido entre el vecindario emepenista. Carece de futuro político a la vista.
Desde la torre del reloj se las arregla desmadrado del MPN, pero es intendente y no es poco. Plantó bandera desde allí en soledad, aunque luego recogería más adhesiones de las que imaginó con esa acción.
El disparador es un enfrentamiento con el gobierno provincial por un proyecto que, a juicio de Schroh, es vital para el desarrollo de San Martín como destino turístico. Es el Chapelco Golf and Resort, que con siete millones de dólares de inversión es algo más que todo el presupuesto municipal de un año.
El hombre detrás del emprendimiento es Jorge Taylor, el empresario y legislador que propinó a Sobisch un duro golpe con el "escándalo de las cámaras ocultas".
La provincia debe intervenir en la definición de la factibilidad ambiental del 25% de las 230 hectáreas del complejo que caen por fuera del ejido municipal.
Schroh dice que la provincia no se ocupa, y la dirección de Medio Ambiente del gobierno neuquino asegura que la responsabilidad es del municipio, por fallas de coordinación en la comisión de evaluación bipartita.
Pero a los fines de este análisis no importan los matices del entredicho, sino las reacciones de algunos de sus protagonistas. Veamos.
Schroh envió una nota a la Dirección de Medio Ambiente pidiendo que se aboque al asunto. La carta molestó a Sobisch y hubo un llamado telefónico a deshoras, que a pesar del tono medido no ocultó un nuevo intento de reproche.
¿Por qué Sobisch tomó el teléfono en persona? ¿Hubiera llamado si Taylor no fuera el corazón del Golf? ¿No es una muestra de poder en clave de influencia?
Schroh puso límites. "Defenderé el proyecto más allá de diferencias políticas", dijo a la prensa. Pero en círculos privados reconoce el hartazgo.
Si Sobisch continúa multiplicando "pequeños" desequilibrios en su contra, éstos terminarán por aglutinarse en un equilibrio de fuerza amenazante.
Es la política. Y en política hay variadas formas de ganar y perder poder.

Fernando Bravo
rionegro@smandes.com.ar

   
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