Martes 13 de mayo de 2003

 

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  El radicalismo bajo las aguas
  Un diagnóstico de lo que es hoy la UCR.La resurrección estaría a cargo de los intendentes.
 
Alfonsín, sumido en la introspección, sigue aliado con el presidente Duhalde.
Los cambios, si no sobreviene una revolución, suelen ser lentos. Pero hay un momento en que lo viejo se extingue y lo nuevo florece, como la rosa que se marchita para dar paso al capullo que quiere ver la luz, siempre y cuando se conserve en pie el tronco rector.
La Unión Cívica Radical como tal - "en caída libre desde el Pacto de Olivos", según reconocen hasta los exponentes de estirpe alfonsinista -, sufrió un traspié muy duro el pasado 27 de abril, cuando la fórmula que la representó (Moreau-Losada) quedó mezclada en el lote de los partidos marginales, vergonzosamente por debajo de los "ex" que fueron con éxito por afuera, Elisa Carrió y Ricardo López Murphy
®Se habrán podrido las raíces del árbol de la UCR? "No venía bien y quedó muy mal. No podrá seguir funcionando como en los últimos diez años. Así, como está, no anda más, porque no se adapta a los requerimientos de la sociedad". De esa forma se expresa el dirigente de Avellaneda Juan Manuel Casella, quien se apartó de los organismos de conducción unos meses antes del derrumbe y hoy apuesta "a una renovación espontánea de abajo hacia arriba, generada por hombres de segundo y tercer nivel".
Reconociendo lo dramático de la profunda crisis de identidad, los radicales que aún ostentan puestos de responsabilidad - gobernadores, intendentes, legisladores, punteros barriales, comisarios o médicos de pueblo -, se niegan a participar del entierro de un partido que carece de un liderazgo efectivo nacional. Se parece más a una federación de núcleos provinciales sin una articulación estratégica.
Es ostensible el autismo. El actual presidente, Angel Rozas acaba de declarar que promoverá el paso al costado de "los padres de la derrota", pero él, basado en el caudal de sufragios obtenidos en el Chaco, se desentendió de la catástrofe y le anticipó al cronista que irá por la reelección en noviembre.
La mirada hacia adentro - por ende la afición al internismo como hobby excluyente -, llevó al radicalismo a mostrarse insensible ante las necesidades de la gente. Con un aditamento repudiable: el "arreglo" permanente con el gobierno para sortear graves problemas en el Congreso, nombrar jueces en la Corte Suprema o designar funcionarios en áreas rentables, enumerando sólo unos pocos ítems de lo que se conoce como la "transa política".
Se descendió desde la gloria - asunción de Raúl Alfonsín en 1983, en medio del júbilo popular por el fin de la dictadura militar y la revaloración de los derechos individuales -, al oprobio actual, cuando tras un método de selección sospechado de fraudulento, la clase media le dio la espalda al sello UCR.
¡Tanto criticar al menemismo para incurrir en la trampa! Hoy enfermo y sumido en el silencio, Alfonsín sigue aliado con el presidente Eduardo Duhalde. Está convencido que esa sociedad preservó las instituciones democráticas, tras el caos generado por la salida en helicóptero de la Rosada de Fernando De la Rúa. Otro estigma para el radicalismo: la incapacidad para terminar, a capa y espada, el mandato constitucional otorgado por los ciudadanos.
Alfonsín se corrió del primer plano. Incluso se negó a participar de un acto junto con Néstor Kichner, al que había sido invitado por Duhalde. Algunos confían en que en este período de introspección y luto, "el gauchito de Chascomús" aceptará darle aire a los jóvenes de un partido en pulmotor.
Su ascendencia chocará con el desafío que, entre otros, encarará Rodolfo Terragno, quien llegará los próximos días desde España, dispuesto a construir con autonomía y desde la oposición a una administración justicialista hermanada con Alfonsín y Moreau.
Como bien lo explicó Pablo Verani a "Río Negro", el radicalismo está en el fondo del precipicio, pero tiene casi 700 intendentes, 65 diputados y una veintena de senadores, más centenares de concejales y legisladores provinciales. Allí hay un poder territorial en disputa y del cual surgirá, o no, un nuevo timón central de una fuerza liberal en lo político y progresista en lo económico y social.



Arnaldo Paganetti

   
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